Los filósofos pueden incurrir en conductas singulares, aberrantes o inconsecuentes sin relación con sus ideas, pero más interesante es cuando las aberraciones se pueden relacionar con su pensamiento.
En el caso de John Locke, que pasa por estar en los orígenes del liberalismo,
estableció una doctrina elaborada de la esclavitud como derecho del vencedor sobre el vencido, que forma cuerpo con el resto de sus ideas. Tenía en mente a los nativos americanos. Además, en aplicación estricta de sus deducciones filosóficas, redactó las constituciones esclavistas de las dos Carolinas, en los Estados Unidos, y el reglamento para el gobierno de Jamaica, que debía aplicar el pirata Henry Morgan, al que conocía bien.
David Hume dejó para la posteridad, en su “Ensayo sobre los caracteres nacionales” estas explicaciones sobre las diferencias entre razas humanas, que no son incoherentes ni contradictorias con su pensamiento: “Sospecho que los negros y en general todas las otras especies de hombres (de las que hay unas cuatro o cinco clases) son naturalmente inferiores a los blancos.(…)
En Jamaica, sin embargo, se habla de un negro que toma parte en el aprendizaje, pero seguramente se le admira por logros exiguos, como un loro que ha aprendido a decir varias palabras”.
En sus escritos sobre geografía, en sus clases en la universidad de Königsberg, Kant dejaba sentada la superioridad de la raza blanca sobre las demás. Enseñaba a sus alumnos que los negros nacen con el ombligo blanco y luego se ennegrecen a medida que van limitando sus capacidades. Hace también diferencias entre los nórdicos y los europeos del sur. Kant no tuvo esclavos ni avanzó con ninguna acción racista: eran solo ideas.
Schopenhauer recomendaba al experiencia estética como liberación transitoria de la tiranía de la voluntad, y la anulación del querer hasta alcanzar la santidad con el fin de encontrar una salida del deseo y del hastío que sigue a su satisfacción. Pero era amante de la buena mesa, del buen vino y de los cigarros. Cuando le hacían notar que sus recomendaciones no iban de acuerdo con su vida de sibarita, decía que no se debía exigir a un teórico que hiciera de su vida un ejemplo de sus teorías.
En el capítulo 2 de los Aforismos sobre la sabiduría de la vida, titulado “Lo que uno es”, dice: “Parece ser que los hombres más sociables de todos son los negros, y también los más atrasados intelectualmente”. Agrega luego que”sin distinción de libres o esclavos se encierran en gran número, todos apretujados, en espacios muy reducidos, pues necesitan ver más a menudo sus negros rostros de nariz achatada”. Por las dudas, cita la fuente: “Informes de Norteamérica, publicados por la prensa francesa” en 1837.