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Provinciales
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Del relato de la historia a la historia del relato

El relato. Hernán Cortés, invasor de México,  escribió en su Tercera Carta de Relación (15 de Mayo de 1522): «... los sacrificaron y abrieron por los pechos, y les sacaron los corazones para ofrecer a los ídolos; lo cual los españoles del real de Pedro de Alvarado pudieron ver bien de donde peleaban...» .

Cortés dice no haber visto dichos sacrificios humanos, sino más bien se basa en el “testimonio” de Pedro de Alvarado.
Cortés dice no haber visto dichos sacrificios humanos, sino más bien se basa en el “testimonio” de Pedro de Alvarado.

Es bastante claro que Cortés dice no haber visto dichos sacrificios humanos, sino más bien se basa en el “testimonio” de Pedro de Alvarado. Es Bernal Díaz de Castillo quien afirma, después de cincuenta años al tratar de rectificar las aserciones de Francisco López de Gomara, haber sido testigo de los mencionados sacrificios humanos cuando había estado cerca del real de Alvarado (muy cerca de Tlacopan): desde este lugar éste afirma haber observado que en ese momento se estaban sacrificando a los españoles en la cima del Templo Mayor (“…vimos que llevaban por fuerza las gradas arriba a nuestros compañeros que habían tomado [presos]en la derrota que [los aztecas]dieron a Cortés, que los llevaban a sacrificar; y desde que ya los tuvieron arriba en una placeta que se hacia en el adoratorio donde estaban sus malditos ídolos, vimos que a muchos de ellos les ponían plumajes en la cabeza y con unos aventadores les hacían bailar delante del Uichilobos, y después que habían bailado, luego les ponían de espalda encima de unas piedras, algo delgadas, que tenían hechas para sacrificar, y con unos navajones de pedernal les aserraban por los pechos y les sacaban los corazones aun palpitando y se los ofrecían a los ídolos que allí presentes habían, y los cuerpos dábanles con los pies por las gradas abajo; y estaban aguardando abajo otros indios carniceros, que les cortaban brazos y pies, y las caras desollaban, y las adobaron después como cuero de guantes, y con sus barbas las guardaban para hacer fiestas con ellas cuando hacían borracheras, y se comían las carnes con chilmote, y de esta manera sacrificaron a todos los demás”.

La investigación del relato

El etnólogo suizo Peter Hassler, nacido en  Sankt Gallen, viajó a México para estudiar sobre el terreno, metódica, escrupulosamente,   las fuentes históricas del siglo XVI que mencionan  sacrificios humanos entre los aztecas; de igual modo. Su tesis de doctorado se titula: Menschenopfer bei den Azteken? Eine Quellenkritische Studie. En español:   ¿Sacrificios humanos entre los aztecas? Un estudio de las fuentes y de la ideología, publicado en 1992 por la Universidad de Zürich.

Entrevistado en México, Hassler da su parecer sobre sus investigaciones de tres años sobre el tema:

“La distancia del Real de Alvarado (Tlacopan) hasta el Templo Mayor de Tenochtitlán era de más de siete kilómetros. Por eso Bernal Díaz del Castillo, ni ningún otro español, jamás pudieron haber visto absolutamente nada de lo que se estaba realizando en la cima del Templo Mayor  Este “testigo clásico” de los sacrificios humanos entre los aztecas es una ficción , evocada por la mayor parte de historiadores y antropólogos, es simplemente una mentira. Se trata de de propaganda para justificar la invasión del Anahuac y su ulterior colonización española.

La distancia que existe entre el Templo Mayor en pleno centro de Tenochtitlán y el Real de Alvarado en Tlacopan es de casi 8 kilómetros; esto invalida el pretendido testimonio ocular español mencionado por Bernal Díaz del Castillo, ya que no es posible que lo haya visto con sus propios ojos (el telescopio fue inventado por Galileo un siglo después de estos acontecimientos).

(Aclaremos que el horizonte, según un cálculo geométrico sencillo, está en una llanura a 4 kilómetros de los ojos de un hombre de pie. Lo que esté a más de esa distancia, queda más allá del horizonte. A siete kilómetros, a simple vista, es imposible ver sino nubes).

Dice Hassman:  Los autores amerindios y mestizos de códices post-hispánicos no estaban más en la tradición indígena del Anahuac. Ellos conocieron la cultura antigua de sus antepasados por “oír-decir”, sin la transmisión regular de los sabios nahuas (tlamatinini) en las escuelas de sabiduría (calmecac). Además fueron cristianizados y hablaban de la religión indígena prehispánica como “obra de diablo”. Así pues, sus afirmaciones están “coloreadas” no solamente por su ignorancia de las milenarias tradiciones del Anahuac sino por sus prejuicios, producto de la catequización de los misioneros cristianos. Hay que tener también presente que los códices post-hispánicos no fueron hechos en libertad sino más bien a pedido de sus mentores (misioneros y autoridades españolas); además, los documentos producidos tuvieron que pasar por el celoso cernidor de la Inquisición antes de su publicación (todo aquello que no era “correcto” era simplemente eliminado).

Las interpretaciones de antropólogos y arqueólogos  están confundidas por las fantasías propagandistas de los invasores y colonialistas españoles. Además de ello, no solamente les falta la crítica de las fuentes sino que toman literalmente a los símbolos; por ejemplo, los mitos en los relieves del juego de pelota en El Tajín y en Chichén Itzá y también en los Códices prehispánicos.

Finalmente: “No es fácil luchar con argumentos racionales contra prejuicios: romper mitos es trabajo de todo el día en las ciencias, pero si se va a romper un mito, que fue producido o traducido por una ciencia, no se gana muchos amigos entre sus seguidores..

 

Hernán Cortés historia indigenas relato sacrificios

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