El 7 de febrero de 1826 Bernardino González Rivadavia fue consagrado presidente, por un congreso que se excedió en sus funciones de redactar una constitución para las Provincias Unidas. Llegó así al cargo el que luego fuera conocido como "el primer presidente" argentino. Gracias a una figura creada por Mitre, don Bernardino se sentó en el "sillón de Rivadavia".
Rivadavia suprimió los Cabildos y estableció una ley electoral que incluía el sufragio universal para los hombres libres nativos del país o avecindados en él mayores de 20 años, pero sólo podían ser elegidos para los cargos públicos los ciudadanos mayores de 25 “que poseyeran alguna propiedad inmueble o industrial”.
Manuel Dorrrego tuvo una importante participación en los debates sobre la ley electoral; entre otras cosas dijo entonces:
“…Y si se excluye (del voto) a los jornaleros, domésticos y empleados también ¡entonces quien queda? Queda cifrada en un corto número de comerciantes y capitalistas la suerte del país. He aquí la aristocracia del dinero, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro en el Banco, y entonces el Banco sería el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación con todas las provincias”
Estas palabras de Dorrego en oposición a la política de Rivadavia, fueron premonitorias del futuro argentino, sobre todo en lo que respecta al verdadero poder que ejercería luego Buenos Aires sobre el resto del país e Inglaterra sobre Buenos Aires.
Por iniciativa de Rivadavia, el gobierno de Buenos Aires que ejercía contrató en 1824, un empréstito con la firma inglesa Baring Brothers por un millón de libras.
El empréstito se contrataba con el objetivo de crear pueblos en la frontera con el “indio”, fundar un Banco, construir una red de agua y un puerto.
Descontadas las comisiones llegaron a Buenos Aires sólo 570.000 libras, la mayoría en letras de cambio sobre casas comerciales británicas en Buenos Aires propiedad de los gestores del empréstito. Pero la deuda se asumía por el total: 1 millón de libras.
El dinero del empréstito se dilapidó en gastos improductivos. Para 1904, cuando se terminó de pagar el crédito, la Argentina había abonado a la Casa Baring Brothers la suma de 23.734.766 pesos fuertes.
Todas las tierras públicas de la provincia quedaron hipotecadas como garantía del empréstito. Rivadavia decidió entonces aplicar el sistema de “enfiteusis” por el cual los productores rurales podrían ocupar y hacer producir las tierras públicas, no como propietarios sino como arrendatarios.
El monto del canon que debían pagar al Estado lo fijaban los mismos arrendatarios de manera que terminó siendo insignificante.
Los grandes propietarios aprovecharon el sistema de enfiteusis para acaparar enormes extensiones de tierra con el desembolso mínimo que les permitía la ley. Ese fue el origen de la gran propiedad territorial argentina y de la oligarquía nativa.
El tratado de libre comercio que el gobierno argentino firmó con el cónsul de Su Majestad Británica, Woodbine Parish, era el mismo que fue impuesto a todas las ex colonias españolas que querían ser reconocidas.
El tratado, firmado el 2 de febrero de 1825, sellará el destino del país como nación dependiente de Inglaterra, que le asignó un papel inamovible en la división del trabajo que imponía al mundo: el de simple productor de materias primas y comprador de manufacturas, en el que permanece hasta ahora.
En 1823, la provincia de Buenos Aires, que se consideraba hermana mayor de las demás y depositaria de los derechos que habían sido de la corona española, comenzó a tender hilos para reunir un congreso constituyente. En diciembre de 1824 representantes de todas las provincias comenzaron a sesionar en Buenos Aires.
El 6 de febrero de 1826 se creó el cargo de Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los defensores del proyecto pretendieron utilizar la situación de guerra con el Brasil, para transformar en permanente un cargo provisorio que había sido delegado en el gobierno de Buenos Aires.
Fue un golpe de estado que consagró presidente a Rivadavia, representante del poder más influyente en Buenos Aires y de la tendencia unitaria.
La constitución unitaria de 1826, producto del congreso reunido con ese fin, destituía a los gobernadores de las provincias. Fue rechazada unánimemente por éstas. Fracasó por el momento el intento porteño de imponerse al resto del país, que iba a llegar a su plena realización con la batalla de Pavón. Rivadavia renunció en junio de 1827.
Se radicó en París e intentó volver en 1834, pero el gobierno de Viamonte le impidió desembarcar. Su mujer y su hijo Martín, que lo esperaban en el puerto, subieron al barco y se sumaron al exilio. Los hijos mayores, Benito y Bernardino, se sumaron a la causa federal y lucharon para que Rosas asuma definitivamente el poder.
Los Rivadavia se instalaron primero en Colonia y luego en Brasil. Rivadavia decidió a fines de 1842 partir hacia Cádiz, donde se radicó con dos sobrinas, en una modesta casa del barrio de la Constitución. El 2 de septiembre de 1845 murió pidiendo que su cuerpo no volviera jamás a Buenos Aires. Sin embargo, fueron repatriados en 1857 y desde 1932 descansan en el mausoleo levantado en la plaza Miserere.