El primero de mayo de 1952, Eva Perón dirigió dos meses antes de morir su último mensaje a la multitud reunida en la plaza de Mayo de Buenos Aires en el día internacional del trabajo.
Estaba fresco el recuerdo del golpe intentado por el general Benjamín Menéndez el 28 de septiembre de 1951 frustrado porque los suboficiales comprometidos sabotearon los tanques que participarían de la asonada
Minada por el cáncer de útero, consiente de su muerte cercana, Evita estaba envuelta sin embargo en la pasión que nunca la abandonó y que la hizo idolatrar por tanta gente y odiar por tantos otros.
En los 14 minutos de su mensaje, pidió ante todo custodiar al gobierno de sus adversarios. “Aquí estamos los hombres y las mujeres del pueblo, mi general, para custodiar vuestros sueños y para vigilar vuestra vida, porque es la vida de la patria, porque es la vida de las futuras generaciones, que no nos perdonarían jamás que no hubiéramos cuidado a un hombre de los quilates del general Perón, que acunó los sueños de todos los argentinos, en especial del pueblo trabajador”.
Y sobre el final del discurso: “otra vez estoy en la lucha, otra vez estoy con ustedes, como ayer, como hoy y como mañana”