El periodista y escritor que firma “Pedro del Arrabal” sus notas en la publicación "El Emilio" hace notar que al leer por ejemplo “El libro negro del hambre", de Josué de Castro, “uno comienza a comprobar, a sentir en la imaginaria propia carne, la humillación, el dolor padecido por miles, millones de compatriotas latinoamericanos desde que Europa apareció en América".
Para él, se trata de la parte más miserable, y por ello la más escondida, de nuestra historia; de esa historia que nunca llegará a nuestras aulas.
La desalmada explotación del hombre por el hombre, fue el más perverso invento de la civilización “Accidental y Cretina”.
Cultural y erróneamente se la llamó “Occidental y Cristiana” a partir de la creencia que existía en muchos de los intelectuales que habitaron y se formaron en esos suelos, quienes supusieron que el pensamiento racional y espiritual había nacido en esa Europa que los vio nacer.
Pedro del Arrabal niega certeramente a Grecia el puesto de honor que le han reservado los historiadores europeos y europeizantes. Para él Europa es un territorio que padeció la “oscuridad mental” hasta que llegó a la Grecia la iluminación de Oriente para encender sus neuronas.
Opina que las instituciones cristianas -especialmente las católicas- siempre sirvieron para dar cobertura justificatoria a las más feroces atrocidades.
Instituciones que las taparon con el manto de una falsa moral, u operaron como “pilas” lavadoras de conciencia. “Recuerden todas las tropelías y vejámenes que se cometieron en ese “viejo” (y no por viejo, sabio) continente, contra hermanos de especie.
Se lo hizo primero en el nombre de Dios (las cruzadas; la “santa” inquisición); y después en nombre de la evolución, la ciencia y el progreso. Hasta las riñas entre dogmas religiosos, o entre algún dogma y los blasfemos científicos, se llevaron a más de un humano para el mundo de lo desconocido.