El 23 de octubre de 1859, hace hoy 159 años, las tropas de de la Confederación Argentina al mando de Urquiza vencieron a los autonomistas de Buenos Aires en la cañada de Cepeda.
Por segunda Cepeda, en el límite entre Santa Fey Buenos Aires, era escenario de una batalla. La primera fue en 1820, "la batalla del minuto" cuando las tropas de Entre Ríos y Santa Fe, al mando de Francisco Ramírez, derrotaron a los porteños de Rondeau y entraron luego en Buenos Aires.
El ejército porteño estaba al mando de Mitre. Luego de un cruento combate que duró varias horas, el ejército de la Confederación salió victorioso.
La derrota sufrida por Buenos Aires en Cepeda en 1859, obligó a su gobernador, Valentín Alsina, a negociar, lo que llevó a la firma del Pacto de San José de Flores el 11 de noviembre de 1859, el cual allanó el camino para la incorporación de la Provincia de Buenos Aires a la Confederación.
El ejército de la Confederación estaba compuesto por 14.000 hombres, de los cuales 10.000 eran de caballería y 3.000 de infantería; contaba con 35 cañones y obuses. Incluía, además, divisiones de ranqueles de los caciques Cristo y Coliqueo. En sus filas figuraban los generales Juan Esteban Pedernera, Hilario Lagos, Juan Pablo López, Manuel Basavilbaso, Manuel Antonio Urdinarrain, y Miguel Galarza. Por su parte el ejército de Buenos Aires estaba formado de unos 9.000 hombres, de los cuales, 4.700 eran infantes y 4.000 jinetes, con 24 piezas de artillería. En sus filas formaban los generales Wenceslao Paunero, Venancio Flores y Manuel Hornos. Con ellos iban los coroneles Ignacio Rivas, Julio de Vedia, Benito Nazar, Emilio Conesa, Adolfo Alsina y Emilio Mitre, bajo el mando general de Bartolomé Mitre.
La batalla se inició poco después del medio día del 23 de octubre de 1859. Mitre comenzó el ataque con la infantería, colocando a la caballería en la retaguardia. Al principio, los bonaerenses lograron detener el avance de la infantería, pero enseguida Urquiza desplegó su experimentada caballería en dos alas, rodeó la formación porteña y atacó a su caballería. Simultáneamente, parte de la infantería federal logró destruir tres batallones porteños, formados por tropas bisoñas.
Al caer la tarde, Mitre intentó girar un cuarto de vuelta su formación, desorganizando toda la formación. Ambos generales sabían que la batalla estaba ganada para la Confederación; en cuanto los federales dejaron de disparar sus cañones, reinó de pronto el silencio. Mitre lo hizo tapar con el Himno y otras piezas de música, mientras pasaba revista a sus tropas en la oscuridad. No necesitó mucho para saber que le quedaban muy pocas municiones, por lo que debió emprender la retirada, dejando atrás unos 150 muertos y sus piezas de artillería.