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Los cronistas de la invasión de América

El historiador Juan José Rossi, bonaerense radicado en Chajarí hace muchos años, está terminando otra obra sobre América, nuestro continente, al que los descendientes de los pobladores originales decidieron a principios de este siglo llamar Abya Yala en un intento de rectificar el eje de una historia milenaria torcido desde 1492.

El historiador Juan José Rossi, bonaerense radicado en Chajarí hace muchos años, está terminando otra obra sobre América.
El historiador Juan José Rossi, bonaerense radicado en Chajarí hace muchos años, está terminando otra obra sobre América.

Rossi es un incansable expositor de la historia de la humanidad de nuestro continente, de los seres humanos que lo habitan desde hace muchos miles de años, quizá 40.000, y que fueron llamados “indios” por los europeos primero por error y después por táctica maliciosa.

“Indios” fue entonces una designación colectiva para todos los habitantes de América, que por ejemplo eran 25 millones cuando llegó Hernán Cortés a México, y posiblemente un millón en el siglo siguiente. Una masacre que se repitió en las praderas norteamericanas, en el Perú, en Brasil, en el Paraguay, en la Argentina. Nuestros países están fundados en un genocidio y nosotros, contentos y agradecidos.

La nueva obra de Rossi insiste sobre lo que ya ha dicho en sus numerosos libros anteriores sobre la historia de nuestro continente, pero esta vez sobre un aspecto parcial de gran importancia: Las fuentes que sirvieron para imponernos un punto de vista sesgado, europeo, ficticio, interesado, parcial, la versión de los vencedores, y para hacer que la aceptemos sin dudar ni cuestionar.

Es un relato acerca del valor de las crónicas que fundaron nuestra historiografía, que se sostienen como base “científica” en la enseñanza a pesar de que fueron un arma de guerra contra la población autóctona.

El prólogo de la obra comienza: “Conocemos a las crónicas, a su enfoque y seguramente todos conozcan algo, o mucho, de las célebres crónicas de la “conquista” europea en Abya yala, convertidas prácticamente en el fundamento y fuente más apreciada por nuestros historiadores, educadores e historiografía continental.

Me pregunto y les pregunto: ¿Somos conscientes de que mienten sin escrúpulos y distorsionan el eje de nuestra historia? ¡todavía…, después de cinco siglos! Sin duda lo sabemos o intuimos, pero la mayoría y el sistema educativo en el que todos fuimos y somos “formados”, lo disimulamos y, frente a esa aberración, permanecemos complacientes.

Captar la paradoja
¿Cómo surgen las crónicas? ¿Qué dicen? ¿Quiénes las escribieron? ¿Cómo leemos los miles y miles de relatos existentes…, casi todos acopiados con mirada obsesiva y paradigmas invasores… para justificar sus acciones y torcer el eje de la historia milenaria de la humanidad continental? En suma, escritas para despreciar nuestra historia, la suya, con el propósito de apropiarse de todo. Y ¡oh paradoja! lo hicieron “¡en nombre de un dios y de una civilización occidental/cristiana”¡ Ahora bien, ¿cómo lo lograron? ¿Por qué subsiste esa distorsión y el engaño epistémico ─inclusive académico─ con nuestra propia anuencia y apoyo?? “

El libro promete respuestas a estas preguntas, siempre con la intención de desarmar una trama centenaria que sirvió para despreciar o ignorar a la población nativa de nuestro continente, intención que parece resurgir en los nuevos hispanistas españoles, que por cuestiones políticas buscan sostenerse en los brazos cadavéricos del imperio, sobre el que siguen derramando lágrimas frías y alabanzas eruditas.

Rossi expone con claridad la verdadera finalidad de las crónicas: “Estas crónicas, relatos, cartas y novelas, de hecho crearon la imagen del hombre americano salvaje, sin historia, primitivo, infiel, inmoral, caníbal, brujo o endemoniado que llegó hasta nosotros a través de una historiografía y educación digitada masivamente desde Europa con el apoyo de intelectuales americanos un tanto despistados o distraídos. Imagen, además, que justificó prácticamente la invasión ─aún no finalizada─, la toma de posesión del continente y el intento de vaciamiento de las riquezas materiales y culturales”.

Rossi sostiene que después de un primer período en que es posible ser indulgentes con los cronistas por el impacto sobre ellos de lo nuevo, de lo diferente, del “otro” no entendido, vino otra etapa. Esta ya no fue inocente ni procedió a tientas. Fue “un golpe maestro del invasor”, que ocultó la realidad americana a los ojos del mundo e incluso no dejó ver claro a los propios nativos.

La pieza fundamental de esta estrategia cultural, solidaria con la política y militar, sigue siendo meter en la conciencia de los americanos, en particular de los estudiantes que luego deberán “formar” a otros estudiantes, la idea de que antes de 1492 no hubo historia en América, sino solo una prehistoria confusa que se debe tratar sumariamente. Y después de Colón, habría comenzado con ellos la verdadera historia de nuestro continente, la que debe retener nuestro interés.

A partir de una crítica de las crónicas en que se funda la historiografía “oficial”, fuente de nuestra inconsciencia histórica, Rossi busca rehacer para nuestro beneficio la historia de América desde los inicios conjeturales con el ingreso de los primeros habitantes por el estrecho de Bering. Y mostrar que se trata de la historia del homo sapiens en nuestro continente, de la que lo ocurrido desde 1492 es una parte.

Para dar un ejemplo apenas de la fragilidad de las categorías europeas, que nos parecen indiscutibles, servirá “1421, año en que China descubrió el mundo”, del marino inglés Gavin Menzies. El autor relata que los chinos enviaron invitaciones a gobernantes extranjeros a asistir a la coronación del emperador Zhu Di, poco antes de la zarpada el 8 de marzo de 1421 de una gran flota de 107 juncos, algunos más grandes que una cancha de fútbol, que dio la vuelta al mundo.

Los chinos de entonces conocían perfectamente a Europa, que apenas los conocía a ellos: Pero no le enviaron ninguna invitación porque era un rincón del mundo apartado, de escaso desarrollo y poco interés.

Sin embargo, nuestra historia sigue hablando de la división europea en edad Antigua, Media, Moderna y contemporánea, sin advertir que se trata de una división válida para las vicisitudes el mundo mediterráneo, sin sentido para el resto.
De la Redacción de AIM.

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