El cuadro, un óleo de 523 x 715 cm, muestra a Napoleón tocando el bubón de un soldado enfermo en Jaffa, Palestina, durante la fracasada excursión a Egipto entre 1798 y 1801. De allí fue expulsado por los ingleses, aunque uno de los resultados fue el descubrimiento de la piedra de Rosetta y el desciframiento de los jeroglíficos por Champollion.
En tiempos de las guerras napoleónicas, que terminaron en 1815 y abrieron la restauración, el agobio provocado en la población francesa por la continua sangría fue tal que ya no se intentó disimularla sino que se permitió a los pintores mostrar los aspectos crueles de las batallas.
En estas condiciones, el pintor preferido de Napoleón y de su círculo, el que debía inmortalizar sus hazañas, fue el barón Antonio Juan Gros, discípulo del retratista neoclásico Santiago Luis David. Gros se dedicó a la pintura desde niño y fue inspector de correos en los ejércitos del emperador, lo que le permitió presenciar las batallas.
El médico jefe de Napoleón en Egipto era René-Nicolás Dufriche, más conocido como Desgenettes. Parece que cuando el ejército francés se retiraba por el desierto se produjeron los primeros casos de peste negra; una peste en serio, que habría aparecido por primera vez en Bizancio en 541 y luego, a fines de la Edad Media, mató cerca de la mitad de la población de Europa. Para ella no había cura, como tampoco hay para el Covid 19, incomparablemente más benigno.
Los humanos pueden contraer la peste negra, de la que hay casos actuales en los Estados Unidos, cuando son picados por una pulga que porte la bacteria de esta enfermedad a partir de una rata infectada.
Desgenettes quiso evitar que los soldados se desmoralizaran al saber qué nuevo infortunio había caído sobre ellos, y en una primera medida "política" prohibió pronunciar la palabra peste y propuso en su lugar "fiebre bubonosa" o "enfermedad de las glándulas".
Cuando Napoleón en retirada decidió trasladar a su ejército por mar sugirió a Desgenettes matar a los apestados con dosis masivas de opio. Pero el médico respondió que su deber era mantenerlos vivos. Napoleón simuló ceder pero hizo administrar a los apestados por su jefe de farmacia grandes dosis de láudano. Para perfeccionar la determinación provocó el incendio del lugar donde se alojaban de modo que no dejar rastros.
El pintor Gros integraba el ejército como correo y era el encargado de pulir, exaltar, dulcificar y divulgar las excelencias del imperio y su política: la propaganda del poder, hoy a cargo de la prensa adicta con recursos muchísimo mejores y resultados muchísimo peores.
El cuadro de Gros muestra un Napoleón tan bien vestido como compasivo, que toca a un apestado, sin saberlo quizá sintiendo en él, gracias al poder, aquella inmunidad que creían tener los monarcas antiguos, que conservaban restos de la virtud de los brujos y chamanes y se sentían capaces de curar.
Gros incluyó en su cuadro además de Napoleón a algunos enfermos y al propio Desgenettes Pero mientras Napoleón aparece sin precauciones, invulnerable, su ayudante, detrás, se tapa la boca y la nariz con un pañuelo, como nosotros con el barbijo obligatorio.
Los enfermos se ven demacrados y casi desnudos y así posiblemente se los llevó la muerte; pero no la que provocaría la peste y que Desgenettes quería evitar, sino la que les tenía preparada el emperador compasivo en el cuadro, pero feroz en la realidad. Para los soldados franceses enfermos hubo láudano en cantidades letales y fuego para que reine la paz en las cenizas.