Podría pensarse que un terraplanista es alguien que niega la evidencia, pero la evidencia fue durante milenios que la tierra es plana. La ciencia estableció con pruebas objetivas pero indirectas la redondez de nuestro planeta y de todos los cuerpos celestes a partir de cierto tamaño. Los terraplanistas no se dejan convencer con pruebas y niegan la objetividad, para ellos la razón no tiene prioridad.
Negar la esfericidad de la tierra es un caso de lo que se va instalando como mentalidad corriente: mi subjetividad ante todo, mis derechos, mi opinión igualada a la verdad, rechazo de lo que me contradice o meramente no me gusta y creencia en lo que me convenga.
Zygmund Bauman llamó “líquido” al sujeto postmoderno porque como el agua se acomoda a la forma del recipiente que lo contenga, pero siempre que le convenga.
Negar que la Tierra sea esférica no se convirtió en movimiento de opinión sino hasta bastante adelantado el proceso de penetración de las ideas postmodernas, que ya están definiendo nuestra época. Antes que pruebas o demostraciones el hombre actual quiere satisfacciones, y si las satisfacciones tardan, se apuran las negaciones.
Detrás del terraplanismo está la concepción de que todo es opinable y mi opinión, por ser mía, vale tanto como cualquiera y puede desplazar a cualquiera.
Por la vía de la subjetividad, llega la era de la confusión, que coincide en buena medida con la era de la riña prevista hace milenios para esta época por los Purana de la India.
Los terraplanistas, un ejemplo grande de esta conducta, estudiaron que la Tierra es esférica en el colegio secundario, conocen el sistema solar y sus planetas desde Copérnico pero han decidido por su soberanía personal que la tierra es plana y quien piense lo contrario está engañado por un cuento gigantesco, una conspiración literalmente planetaria.
Contra lo que cabría esperar, los jóvenes de los países desarrollados dudan de vivir en un planeta esférico. Toman sin crítica, que no es necesaria si opinión es soberana, las ideas corrientes entre ellos y sostienen que la Tierra es plana, con forma de lenteja como dicen algunos sostenedores de la nueva posición, que posiblemente sea abandonada sin pena ni pruebas en breve.
Podríamos pensar que estamos ante una resurrección del medioevo de acuerdo con la leyenda que la modernidad inventó sobre la Edad Media, pero no es así: son jóvenes más que modernos, que ya no adjudican ningún valor sino a lo que ellos mismos, como medida del valor, estiman valioso.
Lo que aparece es un rechazo de la ciencia, que está sufriendo una relativización o incluso desvaloración en algo similar a la que sufrió la religión.
Los relatos se han simplificado, porque la posmodernidad los declaró caducos y no está para complejidades, y prefiere cuentos maniqueos que ponen la opinión propia, que nunca es verdaderamente propia, por encima de todo y desprecian lo que la contradice o meramente lo desconocen. “¿La Tierra es esférica? Pues es tu opinión, yo opino que es plana”.
En el fondo, las posiciones de estos opinantes son débiles, sin fundamentos que a ellos no les preocupan, pero son los mismos de muchos movimientos políticos y sociales corrientes en estos días
Los terraplanistas, que dan el aspecto de testarudos y obsesivos, están convencidos de que son lógicos y científicos los estudios sobre la tierra plana, y que son conpiraciones los que los niegan y que ellos actúan con lógica y raciocinio científico.
¿Cómo se convencen de que la tierra es plana? Siguiendo su postura de fondo, recomiendan a cada uno que busque por sí mismo, y que acepte su conclusión, o la que más le guste, o aquella con la que se sienta bien. Si es verdad o no, es lo de menos, no tiene sentido.
Los terraplanistas se forman una opinión, se respaldan unos a otros como borrachos caminando hombro con hombro por una calle oscura. Una vez pertrechados con su propia opinión, coincidente con la del grupo, ya no se puede convencerlos de otro cosa. Caen víctimas del pensamiento motivado, que es un mecanismo poderoso ante el cual están indefensos
En el fondo, los que no querían otra opinión que la suya, aceptan los datos en que el grupo de reafirma y actúan como si todo lo demás fueron manipulaciones de los conspiradores, que suelen ser científicos. Mi opinión es válida, la ciencia no la puede contradecir. Si lo hace se vendió y en todo caso su opinión no vale más que la mía.
Los posmodernos hoy no confían en las instituciones y han comenzado a descreer de la ciencia a favor de construcciones más o menos fantasiosas pero emotivamente sugerentes, que abrazan abandonando la racionalidad fría del método por el calor sin prueba del entusiasmo arrebatador.
Los tiempos actuales son de incertidumbre, y en la incertidumbre cualquier creencia puede ser buena, sobre todo cuando encuentra preparado un mundo donde la opinión de cada cual se confunde con la verdad y la verdad misma pierde su sentido para no ser más que una opinión.
De la Redacción de AIM.