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Cinco reglas de oro para cuidar de nuestras relaciones

Cuando algo se cuida, cuando se mantienen los pequeños detalles y uno se embelesa día a día, nuestras relaciones son mejores, más enriquecedoras y profundas. Sin duda, con nuestros cuidados evitamos que algo se rompa con facilidad e impedimos que las cicatrices y las heridas sean las reinas de nuestras relaciones.

Hay personas que llegan a nuestra vida para darnos luz, pero solo las conservaremos si nuestras interacciones nos ayudan a amarrarnos, a sostener ese vínculo de una manera noble, sincera y fuerte.

Se nos olvida con facilidad que para mantener viva la llama de la amistad, del amor y de cualquier otra relación debemos remarcar unos principios básicos en nuestras actuaciones.

Es importante que reflexionemos sobre esto porque las siguientes reglas de oro van más allá de las costumbres relacionales que guían nuestro día a día y nuestro ser. Veamos algunos más sobre estos cinco principios…

1. La lengua no tiene huesos, pero es lo suficientemente fuerte como para romper un corazón

A las palabras no se las lleva ningún viento. Estas anidan en el corazón y son capaces de construir o destruir, calmar o impulsar, ayudar a crecer o mermar. Las malas palabras, las malas formas o las opiniones desacertadas pueden quebrar un corazón de una manera catastrófica.

La manera de comunicarnos con los demás dice mucho del respeto que les profesamos, no podemos creer que todo tiene cabida en los diálogos porque hay confianza. Es imprescindible, por lo tanto, cuidar las formas y el contenido de lo que expresamos.

Cuando tenemos que comunicar algo negativo debemos hacerlo de una manera delicada y eso significa desde el afecto, desde la preocupación o el malestar. La mejor manera de hacerlo es aludiendo a los comportamientos y evitando etiquetar a la persona por un mal hecho.

Nuestras palabras deben pasar los tres filtros de Sócrates: el de la verdad, el de la utilidad y el de la bondad. Si algo no es verdad, no es útil y no hace bien a quien se lo decimos, es mejor que evitemos hacer ese comentario.

2. Hay dos cosas insoportables: la mentira y la falsedad

La verdad duele una vez, pero la mentira duele siempre. No hay nada que quiebre tanto una relación como la mentira y la falsedad. Ambas cosas son capaces de destruir todo a su paso, de devastar los bosques más poblados y de hacer caer a las torres más altas.

La mentira hace que nos cuestionemos mil verdades, haciéndonos cuestionar incluso las experiencias más francas vividas. Hay muchos tipos de mentiras, por supuesto, pero una relación sana no puede sustentarse en base a estas.

Recordemos que la confianza es un artículo de lujo que no se regala a cualquiera, y es que cuando un sentimiento tan importante como la confianza se quiebra, algo en nuestro interior fallece.

3. La distancia más larga entre dos personas es un malentendido

La frase que mejor ilustra esta reflexión es la siguiente: “Entre lo que pensamos, lo que queremos decir, lo que creemos decir, lo que decimos, lo que queremos oír, lo que oímos, lo que creemos entender y lo que entendemos, existen nueve posibilidades de no entenderse”.

Querer o no querer entenderse no es la cuestión, la cuestión es saber encontrarse a pesar del estado emocional de cada uno, a pesar de las prioridades y a pesar de que en muchas ocasiones es dificultoso encontrar un punto en común.

La diferencia radica en que escuchemos para comprender y no para contestar, de que hablemos sobre las molestias que nos generan actitudes o palabras, de que comuniquemos sin palabras, de que hagamos por entender. Esto se debe mantener no solo en los momentos en los que estamos teniendo una conversación, sino también más adelante, cuando nos encontremos a solas reflexionando.

Es importante que lo hagamos también a posteriori, pues muchas veces el calor del momento no nos permite reflexionar de la manera adecuada, incentivando así comportamientos dañinos y orgullosos. Equivocarse es común y humano, pero también tenemos que saber emitir un perdón sincero.

4. A los ojos tristes hay que hacerles menos preguntas y darles más abrazos

Validar las emociones de los demás es indispensable para fundamentar una relación en la aceptación. Comprender las emociones y transmitir esa comprensión marca la diferencia. Con esta máxima pretendemos hacer valer la importancia de no juzgar y de no caer en el “te lo advertí” o en el “no tienes razones para lamentarte por todo”.

Cada persona está librando su propia guerra y, aunque la empatía cognitiva y emocional total es en cierto modo una utopía, no podemos dejar de intentar hacer una lectura emocional del otro lo mejor posible.

Apoyar en los malos momentos de la manera adecuada fundamenta de manera sólida una relación, por lo que es especialmente importante atender a cómo gestionamos las emociones negativas de los demás.

5. Dedicar tiempo, el regalo más bonito

Tan importante es estar al lado de las personas que queremos en los malos momentos como estar en los buenos. El acompañamiento aporta oxígeno psicológico y compartir significa vivir. Rodearnos de personas a las que queremos y que nos quieren, convivir con ellos en los buenos momentos y tener sonrisas que recordar es lo que marca la diferencia.

Por otro lado, debe quedarnos claro que rogar tiempo no es una opción. Ni para nosotros ni para los demás. Por muy ocupados que estemos siempre podemos dedicar una llamada breve o un mensaje a esa persona para decirle sin palabras que está en nuestros pensamientos. No hacerlo contribuye a generar una distancia que con el tiempo se hace muy difícil de salvar.

Es importante que construyamos estilos de comunicación y de comportamiento en nuestras relaciones que sumen y que no resten. No perdamos, entonces, la oportunidad de mejorar como pareja, amigos, hijos, padres, hermanos, compañeros, etc. Hacer un esfuerzo por manejar estas cinco reglas de oro de manera adecuada hará, sin duda, un mundo más noble, sincero y constructivo.

Fuente: La Mente es Maravillosa - Ilustración principal de Anne Soline

relaciones cuidado respeto

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