Los niños en su desarrollo alcanzan hitos evolutivos. Algunos de los más importantes tienen que ver con su capacidad de autorregulación emocional. ¿Por qué unos lo hacen mejor que otros y cómo les podemos ayudar?
Todo padre y toda madre ha sufrido las rabietas de sus hijos. Son estallidos normales, sobre todo en los más pequeños. Sin embargo, llegada cierta edad, podemos tomar de referencia los últimos años de educación infantil, los berrinches ya no deberían ser tan habituales. ¿Qué sucede? ¿Cómo podemos ayudarles a gestionar sus emociones de otra forma? Una buena manera de descubrirlo es sabiendo cómo autorregulan los niños sus emociones.
Toda persona que nace comienza un largo camino de desarrollo. Dicho desarrollo incluye un aprendizaje global. El niño aprende a caminar, a leer, a hablar… Y también tiene que aprender a manejar sus emociones, convivir con ellas y, llegado el momento, regularlas según cada situación y necesidad.
Por eso es necesario que, como adultos, ya seamos docentes, padres, tutores, cuidadores, etc., sepamos ayudar a los niños a regular sus emociones. Consideremos un hecho: que un pequeño de dos años tenga rabietas todas las semanas puede entrar dentro de la normalidad. Que lo haga un niño de seis años, no es nada habitual.
La autorregulación
Entendemos por autorregulación la capacidad de un individuo para manejar su comportamiento y sus emociones según lo que demande cada situación concreta. En este campo y con este propósito, encontramos diferentes elementos a considerar:
- Resistencia a las reacciones de gran emoción y a estímulos perturbadores.
- Calmarse después de un enojo.
- Adaptación a los cambios de expectativa.
- Manejo de la frustración.
Es decir, hablamos de un conjunto de habilidades que, una vez adquiridas, permiten que un niño pueda ganar en autocontrol. En su proceso de maduración, el chico dejará de ser impulsivo y dará paso a esquemas de comportamiento complejos.
En este sentido, autores, como el doctor Matthew Rouse, advierten que un retraso a la hora de alcanzar determinados hitos en lo que a madurez emocional se refiere puede deberse a su incapacidad para inhibirse, lo que da lugar a lo que apreciamos: reacciones y respuestas desproporcionadas.
No obstante, todo dependerá de cada niño y su caso particular. Algunos pueden acumular angustia y acaban por explotar, sufren arrebatos en su comportamiento y no saben cómo detenerlos, etc.
Entonces, ¿cómo autorregulan los niños sus emociones? Por lo general, el aspecto clave está en su capacidad de expresión. Si saben vías alternativas más efectivas para expresar estados emocionales negativos, tendrán más fácil evitar la pataleta.
En este sentido, los adultos son muchas veces modelos poco modélicos. Así, si los padres no son hábiles en esta faceta, es complicado que sus hijos también lo sean; en especial durante sus primeros años de vida, cuando los progenitores son la referencia más importante.
Por otro lado, a nivel de personalidad, el temperamento será una variable que también condicione la manera en la que los niños autorregulan sus emociones. Aquellos niños que naturalmente tienen una forma de expresarse más enérgica o tienen impulsos más intensos tendrán un camino más complicado para alcanzar los mismos hitos evolutivos que sus pares sin estas características.
En cuanto a formación, es importante que los padres muestren una reacción consistente ante los berrinches y enfados de sus hijos. El ambiente y el entorno juegan un papel determinante en la capacidad de los niños para autorregularse; por ejemplo, para los niños que hacen deporte, esta es una tarea que suele ser más sencilla, ya que cuentan con un apartado en sus vidas en el que derrochar buena parte de su energía. En este sentido, los padres juegan un papel importante como canalizadores.
Cómo enseñar autorregulación a los niños
Canalizar la energía en una actividad física es una forma indirecta. Sin embargo, podemos mejorar la autorregulación emocional de los niños mediante la enseñanza directa. Podemos plantear, simular o imaginar con ellos situaciones probables y hablar sobre las reacciones emocionales que pueden derivarse de ellas.
Expertos como Rouse afirman que la autorregulación se puede enseñar. Es decir, es una habilidad y, como tal, igual que se hace con las competencias académicas y sociales, en este caso se ha de aprovechar cada circunstancia que surja para que el niño reciba retroalimentación adecuada.
En situaciones difíciles de manejar, Rouse aconseja entrenar a los niños otorgando un marco de apoyo adecuado para conseguir que adquieran autonomía en este sentido. En este sentido, es importante, que vayan abandonando poco a poco el papel de directores o correctores para posicionarse como observadores o acompañantes.
Los adultos tenemos una enorme influencia sobre cómo los niños autorregulan sus emociones, lo que también nos otorga una enorme responsabilidad.
En este artículo, hemos enumerado algunas estrategias para potenciar la madurez emocional de los más pequeños. En este sentido, ser unos buenos modelos, abrir con ellos su propio diccionario emocional, proponerles actividades en las que puedan gastar su energía o analizar con ellos posibles situaciones que se puedan plantear son hilos de los que podemos tirar para hacerles crecer mejor y más rápido.
La Mente es Maravillosa.-
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