Cuando se quiebra la confianza con alguien cercano a quien realmente se aprecia duele muchísimo más de lo habitual. Esta situación nos pone frente a una pérdida, por la cual se debe realizar un proceso de duelo para poder sanar la herida y seguir avanzando incluso aprendiendo de ella.
En el proceso de duelo se atraviesan distintas etapas: el shock inicial y la consecuente negación, luego rabia, ira, enfado; más tarde tristeza, también culpa, y conexión con un dolor profundo e inexplicable, que nos lleva o al enojo nuevamente o, mejor aún, a la reconexión con uno mismo gracias al poder resiliente que existe en cada uno de nosotros. Por último y al fin, deviene la aceptación y el perdón que nos libera de rencores y ataduras para abrirnos a nuevas oportunidades y relaciones más sanas.
Pero sí o sí hay que atravesar el duelo si se quiere superar una situación de engaño, de deslealtad o cualquier pérdida que fuera. Permitirse sentir culpa, tristeza, e incluso tener episodios de ira. Una vez asumida la situación, se emplea toda esa energía en recuperarte, rearmarte y quererte más.
Traiciones. No las ves venir, claro. Confías en que esa persona va a respetarte, va a cumplir su palabra y estar a tu lado tanto para lo bueno como para lo malo, para las duras y las maduras, en la salud y en la enfermedad. Cualquiera de estas palabras define tu compromiso con esa persona especial a la que con orgullo llamas compañero, pareja, hermano, amigo, socio, colaborador. El pacto de lealtad, que nace en la fragua de los valores compartidos, nos hace afirmar sin reparos el cumplir con los pactos acordados como muestra de respeto y cuidado por el otro que tanto nos importa.
Cuando se falta a la confianza, el compromiso y la lealtad lo llamamos traición. A partir de ese momento comienza un viaje en busca de respuestas que nunca se encuentran. Un viaje hacia tu interior que calme la necesidad asfixiante de explicaciones que nadie tiene, salvo que te digas que has tenido algo que ver en el asunto. La culpa es la última lógica que nos queda cuando no hay otra justificación posible. Si somos responsables podemos hacer algo, nos decimos, porque la impotencia de una deslealtad resulta insoportable.
Muchas veces, del otro lado no siempre reina la maldad en la acción del engaño, sino que sólo se produce un conflicto entre sus nuevos intereses personales y aquellos valores que la lealtad a la relación le pide, que, producto de la inmadurez inherente a esa persona, se resuelve de la forma cómoda, cobarde y desleal posible, intentando mantener ambos “beneficios” cuanto más se pueda. Estas fuerzas psicológicas en tensión se resuelven abruptamente cuando quien traiciona la confianza elige que es mejor arañarte el alma al otro que renunciar a su propio hedonismo.
El camino de la recuperación
La traición causa un dolor profundo e indescriptible precisamente porque nace de aquellos en quienes confiamos. La herida es tan grande que a veces tarda muchísimo tiempo en cicatrizar, lo que emocionalmente significa comenzar un verdadero proceso de duelo que sane el alma de la herida provocada la pérdida de confianza. Primero aparece la negación, la incredulidad ante lo sucedido, un estado de conmoción tan agudo que todo parece mentira, si no fuera por los dolores en el cuerpo y las noches de insomnio. Un buen amigo que nos escuche es la mejor medicina.
Después, se activa el enojo y la ira, y con ella el deseo de tomar medidas por el agravio sufrido; el "¿cómo pudo hacerlo?" nos pone en acción, nos hace sentir más fuertes, sin embargo, es el momento de centrarnos y poner la cabeza en frío, pues hay que seguir adelante y tomar decisiones que nos van a condicionar toda la vida. En esta etapa es aconsejable liberar la tensión, hacer ejercicio, deporte, yoga, meditación.
En la siguiente fase surge la tristeza, una profunda amargura que angustia, dejando a la persona sin respiración y sin fuerzas. Los recuerdos positivos vividos se abren camino, la herida provocada por el engaño y la falta a la confianza se aviva, y el mundo se llena de melancolía. Es mejor darse permiso para sentir y conectar con esta emoción. Algunas sugerencias para realizar en esta etapa es escribir lo que se siente, en detalle, porque las lágrimas pasan y despejan el camino para nuevas oportunidades, nuevas relaciones, nuevas alegrías.
A este periodo le sigue el regateo y la culpa, una especie de negociación con uno mismo: "¿Y si hubiera obrado de otra manera?". Sugerencia: Tomalo con humor, nada hubiera cambiado, ya que no eres quien faltó a la confianza del otro. Ten la tranquilidad que actuaste correctamente y de buena fe.
Finalmente llega la aceptación de la situación y con ella la posibilidad de utilizar la energía puesta en el dolor de la traición, en uno mismo para cuidarse y ocuparse de uno más que nunca. Las personas de bien tienen muchos recursos para la recuperación. Desarrollar la capacidad para la resiliencia es fundamental. La vida se abre paso después de una traición…siempre para nuevos y mejores horizontes.
Los principios se aprenden en familia
La lealtad la aprendemos desde la cuna. En casa nos enseñan que pertenecemos a ese grupo familiar que unifica las necesidades de cada miembro. La cohesión se consigue a través de las reglas que se han de respetar y las expectativas familiares de mutuo apoyo que se espera que todos cumplan (que suponen el rechazo familiar si esto no sucede) y que se convierten en tradiciones familiares.
Cuando formamos una nueva familia hemos de alcanzar el equilibrio entre nuestros valores familiares y los de la pareja. El sentimiento de pertenencia se consigue a través de los ideales compartidos, donde los pactos se respetan, el dialogo se mantiene con transparencia y la confianza no se traiciona. Por lo menos es lo ideal que enseñamos a nuestros hijos en familia.También, a través del afecto y de los muchos rituales que recorren la vida en familia: los cumpleaños, las bodas, los funerales. Se espera que cuando un miembro de la familia sufra un percance todos se vuelquen al unísono. Cuando la traición nace dentro del seno familiar el dolor es el doble y afecta a todos.
Justamente, en modo de prevención, ocuparse en desarrollar la capacidad para la resiliencia es fundamental para todos los miembros de la familia, desde temprana edad, de forma tal que una deslealtad, un engaño, infidelidad o perjurio no socave la autoestima y alegría de quienes la sufren. La vida se abre paso después de una traición… más cuando se actuó transparente y correctamente, de buena fe… Después del dolor, la vida se abre siempre hacia nuevos horizontes, con nuevas oportunidades.
Fuentes consultadas: La Mente es Maravillosa, Psicoactiva, Psicología y Mente, Psiquion, y El Mundo.es
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