Los problemas infantiles pueden ser conceptualizados desde muchas ópticas: el propio menor, sus padres, y sus profesores. ¿Cómo son las características de la evaluación infantil? En este artículo identificaremos y describiremos las más importantes.
En los últimos años, se ha registrado una demanda creciente de atención especializada en población infantojuvenil. Para atenderla, el Ministerio de Sanidad español ha creado la figura del médico especialista en Psiquiatría Infantil y del Adolescente; de manera paralela, se bajará la posibilidad de crear una nueva especialidad para la psicología clínica: la especialidad en Psicología Infantojuvenil.
Las características que presentan los niños y los adolescentes son diferentes a las de los adultos. Variables, como la edad, el contexto, el nivel de desarrollo o el grado de autonomía, son tenidas en cuenta tanto a la hora de hacer el diagnóstico como de poner en marcha la intervención. El rol que juega la familia es clave, porque en su seno es donde el infante se relaciona consigo mismo y con el mundo.
Cómo es la evaluación psicológica en la infancia
¿De dónde obtenemos la información? Esta es una de las preguntas que más curiosidad pueden suscitar, pues el conocimiento que los niños tienen sobre sí mismos y sobre el mundo puede ser muy limitado. Además, pueden carecer del nivel lingüístico del que disponen los adultos para comunicarse.
Evaluación multifuente
En la evaluación psicológica infantil se tienen en cuenta muchas fuentes de información. Así, tanto los padres como los maestros, los médicos e incluso sus compañeros pueden aportar unos datos valiosos de cara a entender qué es lo que está ocurriendo.
La información aportada por los padres es de gran utilidad. Los padres tienen mucha información sobre las conductas de sus hijos, ya que al pasar tanto tiempo con ellos conocen de primera mano qué es lo que ocurre y cuál es la intensidad con que se da.
Los profesores son más hábiles informando sobre las conductas objetivas (los comportamientos en el aula) que sobre las subjetivas. Son muy buenos aportando descripciones sobre qué hacen sus alumnos en clase, pero tienen mayor dificultad a la hora de conceptuar problemas interiorizados (como el retraimiento, los síntomas somáticos, la ansiedad o la depresión).
Es muy importante tener en cuenta lo que el propio niño diga. Con independencia de su nivel de desarrollo, su información puede ser valiosa. De hecho, la Ley del menor obliga a tener en cuenta su voz a partir de los 12 años, siempre de acuerdo a su nivel madurativo. En este sentido, si consideramos al menor como fuente de información, es la mejor vía para acceder a los problemas interiorizados
Los amigos en clase son muy certeros a la hora de informar sobre la socialización del niño. Además, también pueden intuir si existe algún problema, aunque puedan no tener la capacidad para conceptualizarlo.
Es decir, en las conductas interiorizadas que hemos descrito previamente se tiene muy en cuenta lo que el menor dice. Por otro lado, a la hora de recabar información sobre qué conductas presenta el niño: cómo son, cuándo ocurren y con qué intensidad, se recurre al entorno (fundamentalmente a los padres).
El papel de la edad
Los años que tenga el niño influyen en buena medida en cómo va a ser el proceso de evaluación. Hasta tal punto de que, para cada tramo del desarrollo, existe un foco sobre el que posar la mirada a la hora de evaluar:
Desde que nacen hasta que alcanzan la adolescencia es importante explorar las habilidades básicas, como el nivel de desarrollo del lenguaje.
Desde los primeros cinco años hasta que son adolescentes también es útil evaluar las destrezas de segundo orden. Estas destrezas aluden a la capacidad que tenemos de conocer el mundo que nos rodea y pueden ser tan elementales como la capacidad de percepción hasta muchísimo más complejas como el desarrollo de la cognición social. En esta última, el desarrollo de la teoría de mente (ToM) ocupa un lugar relevante.
Desde la adolescencia es cuando se puede evaluar con mayor precisión los problemas relacionados con el currículo. En especial, aquellos que tienen que ver con la lógica o con las matemáticas.
Las dianas de intervención son muchas y diferentes de las de los adultos. Cabe mencionar que en población infantojuvenil, la evaluación está más encaminada a determinar aspectos como el grado de desarrollo motor, el nivel de inteligencia, el propio contexto (familiar, escolar y social).
Algunas recomendaciones a la hora de evaluar niños en terapia
Para Carmen Moreno Rosset (2022), es importante que la interferencia sea mínima. Con esto queremos hacer alusión a que como adultos podemos considerar como problemáticas algunas conductas que son normales a su edad. Así, es recomendable evaluar a los niños si presentan problemas a la hora de entender, manejar y utilizar los símbolos; de respetar las normas o de saber convivir con sus compañeros.
«No es conveniente psicopatologizar un problema que no tiene una entidad clínica. Por tanto, es necesario que los profesionales tengan criterios de decisión acerca de ello». Carmen Moreno Rosset-
Los niños tienen una gran capacidad de adaptación. Su plasticidad es tal que el hecho de asignar una etiqueta diagnóstica (por ejemplo, «se revuelve en clase porque tiene Tdah») puede generar un conjunto de expectativas que redunden en lo contrario a lo que deseamos conseguir.
Para Moreno-Rosset, las etiquetas en la infancia pueden tener un efecto pernicioso, pues el niño puede entender que su conducta es inmodificable. En este sentido, si se establece un diagnóstico, es interesante trabajar con el niño que sí es capaz de introducir cambios en sus conductas.
«La sustantivación o cosificación del problema puede ser interpretada por el niño, sus familiares o el entorno como un factor de la imposibilidad de superación del problema, lo que es muy negativo para el éxito de la operación». Carmen Moreno Rosset-
La Mente es Maravillosa.-
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