Un artículo recién publicado en Nature Reviews Cardiology demuestra que el ejercicio físico regular y, concretamente, el que se realiza para optimizar la fuerza muscular, mejora la salud cardiovascular. Esto lo consigue a través de mecanismos no tradicionales, como la liberación, por los músculos esqueléticos, de sustancias saludables para el corazón (denominadas mioquinas) o la mejoría de la microbiota intestinal (los microorganismos de los intestinos).
Por ello, comprender las vías a través de las cuales la actividad física influye en los diferentes sistemas y órganos del cuerpo humano “podría dar lugar a nuevas estrategias terapéuticas para atacar los mecanismos de las enfermedades cardiovasculares”.
A diferencia de la mayoría de los fármacos, el ejercicio está en gran parte libre de efectos adversos, y sus beneficios son, en un cierto grado, dosis-dependientes
En este trabajo ha participado Mikel Izquierdo Redín, catedrático del departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (Upna) (España) e investigador de Navarrabiomed (centro mixto de investigación biomédica de esta institución y el Gobierno de Navarra).
“La pérdida de fuerza y masa muscular es uno de los factores de riesgo ‘olvidados’ de la enfermedad cardiovascular —señala Izquierdo, miembro del Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA)—. Sin embargo, puede ser corregido con un programa de entrenamiento de fuerza, incluso en personas mayores”.
La pérdida de fuerza y masa muscular es uno de los factores de riesgo ‘olvidados’ de la enfermedad cardiovascular. (Foto: Pixabay)
Los autores del artículo, adscritos a instituciones de cuatro países (Estados Unidos, España, Portugal y Suecia), subrayan que ya es hora de considerar el ejercicio físico como “una medicina para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares”.
Los investigadores ponen el acento también en que, “a diferencia de la mayoría de los fármacos, el ejercicio está en gran parte libre de efectos adversos, y sus beneficios son, en un cierto grado, dosis-dependientes”. Es decir, una vez lograda de forma gradual una habituación a él, se pueden aumentar las dosis de actividad.
Sin embargo, los científicos lamentan que “el tremendo potencial del ejercicio de resistencia y del entrenamiento de fuerza para revertir tanto la enfermedad como los efectos del envejecimiento sobre la masa muscular y, por lo tanto, mejorar la salud cardiovascular es poco reconocido en la mayoría de los tratamientos clínicos”.
De ahí que plantean “una visión integradora de las enfermedades cardiovasculares en el contexto de todo el cuerpo humano”.
El sistema cardiovascular (corazón, vasos sanguíneos —arterias, venas y capilares— y sangre) “no debería ser separado de otros órganos, como los ya citados músculos esqueléticos o la microbiota intestinal cuando se abordan las enfermedades cardiovasculares”, defienden.
Esta visión integradora se traduce en incluir no solo el sistema cardiovascular, sino también “la interacción entre el corazón y los vasos sanguíneos con otros tejidos —incluido el músculo esquelético, el tejido adiposo e, incluso, el intestino—, y empleando, además, diversos enfoques: epidemiológicos, fisiológico y molecular”.
A su juicio esta perspectiva integradora “podría ser de gran ayuda para los profesionales sanitarios que no prescriben ejercicio físico a sus pacientes”.
Fuente: Upna
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