Hay quien, ante la adversidad, se siente devastado y mortificado. Mientras, para otros, esta supone un proceso de transformación personal inigualable. Pero ¿qué marca uno u otro sentido?
Nadie desearía tener que enfrentar situaciones adversas en su vida. Sin embargo, muchos de nosotros, tarde o temprano, nos vemos obligados a hacer frente a vivencias dolorosas. Algunos personas se sienten devastados por la experiencia, llegando incluso a generar problemas de salud. Pero, para otras, este suceso conlleva un crecimiento postraumático que cambia positivamente el rumbo de sus vidas.
Resulta difícil imaginar cómo un trauma emocional puede aportarnos algo positivo. No obstante, son muchas las personas que han logrado trascender la adversidad, experimentando con ello una auténtica transformación personal. Pero ¿en qué consiste exactamente el crecimiento postraumático? ¿A qué factores está sujeta su aparición?
El crecimiento postraumático
El crecimiento postraumático puede definirse como el cambio positivo que experimenta una persona como resultado de un proceso de lucha emprendido a partir de un suceso traumático.
No se refiere únicamente a que el individuo pueda superar la vivencia adversa sin desarrollar patología, recuperando su estado inicial. El crecimiento postraumático implica que se produzca una verdadera transformación de la forma en que se percibe a sí mismo, al mundo y al rumbo de su vida.
Así, tras la vivencia negativa se perciben claros cambios en la perspectiva de la persona:
La vida de alguna manera se revaloriza, lo que produce también un cambio en la escala de prioridades
Sus relaciones sociales se vuelven más íntimas y cálidas. Los vínculos interpersonales se fortalecen al hacer frente a la adversidad; además, el sufrimiento ayuda a desarrollar la empatía y la compasión. Esto sucede, por ejemplo, en el caso de padres cuyo hijo experimenta problemas médicos. Muchos de ellos reportan sentirse más unidos y cercanos tras compartir esta vivencia.
Experimenta un mayor sentido de fuerza personal. A raíz del suceso traumática aumenta significativamente la confianza de la persona en sí misma y en sus capacidades para afrontar adversidades venideras.
Descubre y reconoce nuevas posibilidades y caminos en su vida. Suele suceder en individuos que han vivido roles muy estrictos y opresivos y, tras la vivencia negativa encuentran las oportunidades para redireccionar su vida.
Ocurre un desarrollo espiritual. La moralidad y espiritualidad se transforma. Tiene lugar una reconsideración de la escala de valores propia y se desarrolla una visión más trascendente de la vida.
Un proceso de transformación
Todo esto no sucede de un momento a otro, por azar o la buena fortuna de esa persona en concreto. El crecimiento postraumático es el resultado de una profunda reestructuración individual. A la luz de la experiencia traumática, los paradigmas y esquemas cognitivos más arraigados se desestabilizan. Su forma de entender el mundo se tambalea, su conjunto de significados es desafiado.
Así, al enfrentar la nueva y dolorosa realidad, se pone en marcha un proceso de deconstrucción y reconstrucción de las perspectivas y supuestos de la persona. Dando lugar a unos más positivos y funcionales. Nadie experimenta el crecimiento postraumático siendo la misma persona, pues es un viaje de profunda transformación.
Sin embargo, no es un camino exento de dolor. El estrés y las emociones negativas aparecen y están presentes durante el proceso. Es más, se trata de un elemento indispensable para que el crecimiento se produzca. Entonces, ¿qué hace que unas personas salgan fortalecidas y transformadas de la adversidad, mientras otras caen en un oscuro pozo que acarrea secuelas?
Un estilo de afrontamiento adecuado
Gran parte de la diferencia viene marcada por la personalidad y el temperamento de cada uno. No todos contamos con el mismo grado de optimismo, positividad y resiliencia. Nuestra genética y el ambiente que nos ha acompañado desde el nacimiento han ido moldeando nuestros rasgos y habilidades. Así, algunas personas son más proclives que otras a utilizar estilos de afrontamiento más útiles y funcionales. Se ha demostrado que quienes recurren a estilos reflexivos y de expresión emocional experimentan en mayor grado el crecimiento postraumático.
Por ello, si actualmente nuestras estrategias de afrontamiento nos llevan a vivenciar un gran sufrimiento ante la adversidad, si nos sentimos indefensos y vapuleados, planteémonos modificar nuestro estilo. Todos podemos desarrollar habilidades de afrontamiento que nos conduzcan a aumentar nuestra confianza y optimismo. No podemos evitar que nos sucedan eventos negativos o dolorosos, pero sí podemos crecer y aprender de cada uno de ellos.
Pr la Psicóloga Elena Sanz para La Mente es Maravillosa. -
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