Cada decisión que se toma cotidianamente tiene que ver con las finanzas y debe ser tomada de manera inteligente, llegando a considerar el nivel de inteligencia emocional como un factor clave para la buena gestión. Por la Lic. en Psicología Noelia Taborda.
Las finanzas son el conjunto de actividades que a través de la toma de decisiones mueven, controlan, utilizan y administran recursos como el dinero. Hace referencia a la manera en que las personas se relacionan con el entorno mediante el uso del mismo.
La inteligencia emocional es la habilidad de las personas para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, consiste en la capacidad de asimilar y comprender de manera adecuada los sentimientos para regular el estado de ánimo personal y de los demás.
Las emociones pueden ser la mejor fortaleza o la mayor debilidad en el manejo del dinero, por ello, se aprecia a la inteligencia emocional como una buena herramienta para crear hábitos de ahorro, así como buenos hábitos de consumo, llevando una buena planeación financiera, estableciendo un presupuesto personal, que ayude a tener finanzas personales sanas, ya que al tomar decisiones es de suma importancia que las emociones se encuentren controladas y no dejarse llevar por impulsos.
¿Qué genera ese malestar emocional?
La incertidumbre, la falta de información, la sobreinformación o los comportamientos sociales irracionales pueden favorecer el malestar emocional. Estos pueden llevar a la inseguridad o falta de control ante la situación que se viven.
Afrontar refiere a la serie de pensamientos y acciones que capacitan a las personas para manejar situaciones difíciles; consiste, por lo tanto, en un proceso de esfuerzos dirigidos a manejar del mejor modo posible (reduciendo, minimizando, tolerando o controlando) las demandas internas y ambientales. En resumen, podría decirse que afrontar constituye aquellos procesos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/ o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo.
Según los especialistas Lazarus y Folkman, normalmente se distinguen dos tipos generales de estrategias:
1. Estrategias de resolución de problemas: son aquellas directamente dirigidas a manejar o alterar el problema que está causando el malestar.
2. Estrategias de regulación emocional: son los métodos dirigidos a regular la respuesta emocional ante el problema.
De todos modos, existen en realidad muchas estrategias posibles de afrontamiento que puede manejar un individuo (confrontación, distanciamiento, autocontrol, aceptación de responsabilidad, escape-evitación, reevaluación positiva). El uso de unas u otras en buena medida suele estar determinado por la naturaleza del estresor y las circunstancias en las que se produce. En este caso, se vive en sociedad atravesados transversalmente por circunstancias externas como lo es la inflación y cuánto de esto impacta en nuestros hogares.
Ante esta incertidumbre existe un tipo de estrategia que se puede aplicar para apaliar los agravantes ante la salud mental y que suele ser muy efectiva y es la planificación, es decir, pensar y desarrollar estrategias para solucionar el problema. Corresponde con fijar un plan de acción y seguirlo.
Si bien no se solucionará el problema de un país, al desarrollar estrategias de planificación para el hogar impacta directamente en la salud mental, porque al tomar decisiones financieras acertadas esto influirá considerablemente en el estado de ánimo que se tenga en ese momento.
Para sostener cualquier tipo de planificación se necesita, en primer lugar, lo que se llama autoeficacia la cual se ocupa de las creencias acerca de las capacidades para producir ciertos comportamientos.
Y por otro lado mantenimiento y persistencia, ya que son dos pilares que ayudan a mantener la planificación. Así, se podría afirmar que, sin acción, no hay progreso.
Articulo publicado en el Material Educativo de Icarus Centro de Salud & Longevidad
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