En la Argentina, seis de cada 10 adultos tienen exceso de peso y más del 40 por ciento de los menores de 18 están en esa situación. Hay nutricionistas que destacan la importancia de no centrarse en el índice de masa corporal a la hora de ponderar el proyecto al que le falta media sanción de la Cámara Baja.
El dato es bien fresco: en la Argentina, uno de cada dos chicos y chicas asegura haber comprado un alimento poco saludable por haberlo visto en una publicidad durante los últimos tres meses. Es información que Unicef dio a conocer este martes, tras investigar la exposición de niños, niñas y adolescentes al marketing digital de alimentos y bebidas en el país, que ocupa el primer puesto de Latinoamérica en cuanto a población menor a los cinco años que presenta sobrepeso.
Se trata de la última novedad de una problemática que crece en la región y en la Argentina y llega en medio del debate legislativo de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, que tiene media sanción en el Senado y que fue tratada en comisión por la Cámara de Diputados, aunque no se sabe cuándo llegará al recinto.
El proyecto propone, entre otras cosas, que los envases de comidas y bebidas adviertan, a través de un etiquetado frontal con octógonos negros, sobre el exceso de azúcares, sodio, grasas saturadas y totales, y calorías que puedan contener. Esa iniciativa prevé también que los alimentos que, de acuerdo al perfil de nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud, deban tener alguno de esos octógonos negros, no puedan ser vendidos en entornos escolares. Según el informe de Unicef, en Argentina el 13,6 por ciento de los niños y niñas menores de cinco años tiene exceso de peso, y esa prevalencia crece hasta el 41,1 por ciento entre quienes tienen de cinco a 17 años.
Por el crecimiento de la obesidad en los últimos años en Latinoamérica, se la considera una epidemia a nivel regional. En Argentina ese incremento lo mide la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, que empezó a hacerse en 2005 y que en 2018 tuvo su cuarta y hasta ahora última edición: entre esas dos instancias, la obesidad creció 74 por ciento en el país. En concreto, seis de cada 10 personas de más de 18 años tienen exceso de peso y el 25 por ciento de la población presenta obesidad, según los indicadores establecidos por el índice de masa corporal. En 2005, el exceso de peso se registraba en cinco de cada 10 personas.
En el tiempo que pasó entre la primera y la última encuesta creció también el sedentarismo: en 2018 el 65 por ciento de los mayores de 18 reportó un nivel bajo de actividad física, menor a los 30 minutos diarios, mientras que en las ediciones anteriores de la encuesta que evalúa los factores de riesgo había sido el 55 por ciento de la población el que registraba ese nivel de actividad.
“La ley de etiquetado pone el foco en el peso de las personas, y poner el foco de la ley en el sobrepeso y la obesidad me parece un error porque no llega a dar el mensaje de que todas las personas estamos siendo afectadas por la malnutrición. Por falta de acceso a la buena alimentación que puede originarse en la falta de recursos económicos, de acceso a la información, o por la exposición a productos ultraprocesados. La importancia de esta ley es independiente al peso de una persona”, explica Jésica Lavia, nutricionista, co-autora del libro Pese lo que pese, y creadora de una línea de galletitas -se llaman Alunt- que ya se comercializa con los octógonos negros que la ley en tratamiento impulsa. En este caso, los sellos están tachados: las galletitas no tienen exceso de grasas, ni de azúcares, ni de sodio. “Es una forma de visibilizar lo importante que es tener esa información a mano al momento de decidir qué vas a comprar”, describe Lavia.
Mónica Katz es médica nutricionista y ex presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), que todavía integra. “Tenemos un tsunami, que es la obesidad. Hay que adoptar una manera de clasificar los alimentos que sirva para todo: para etiquetar, para dar exenciones impositivas, para cobrar impuestos extra. Es imprescindible que donde esté la persona tomando la decisión sobre qué comprar, la información sea clara, sencilla y visible. Sólo Latinoamérica está adoptando el etiquetado con octógonos negros -en rigor, ya hay información con estos sellos en países como Uruguay, Chile, Ecuador, Perú y México. La clasificación es de origen brasilero, pero allí no se adoptó”, explica Katz.
Según su visión, “hay sistemas que tienen mucha evidencia de éxito, como el que se usa en Francia o España, que es un semáforo mejorado, con cinco colores; lo negro se comprende bien en términos de que se asocia a prohibición y hasta muerte, pero un semáforo da matices para que no caiga todo en una misma bolsa”. Para Katz, esos matices evitan “nivelar para abajo”: “Con los sellos negros tendría el mismo rotulado una lata de tomates que una gaseosa, mientras que el semáforo permite una graduación. De cualquier manera, no hay un modelo perfecto”.
“Los pediatras esperamos esta ley porque creemos en su impacto positivo”, dice Norma Piazza, médica especializada en nutrición infantil e integrante de la Sociedad Argentina de Pediatría. “Según estudios hechos en la Argentina en 2018, sólo el 27 por ciento de la población lee la información de los envases de alimentos y sólo el 13 por ciento los entiende con claridad. Esto ocurre en un país en el que, sólo por el consumo de bebidas azucaradas, 774.000 niños, niñas y adolescentes registraron exceso de peso el año pasado”, destaca.
Y en un país en el que el impacto físico y emocional de la pandemia de Covid-19 repercutió en la alimentación. Según una encuesta que la consultora Ipsos llevó a cabo en 30 países entre octubre y noviembre del año pasado, Argentina ocupó el 5° lugar de esos treinta en términos de cantidad de personas que aumentaron de peso desde la llegada del virus, y el tercero en cuanto al promedio de kilos aumentados. En el país, ese promedio fue de 7,9, por encima de una media global de 6,1. Cuatro de cada diez personas encuestadas en la Argentina aseguraron que habían aumentado de peso durante el confinamiento, y ese dato fue actualizado por la SAN a seis de cada 10 algunos meses después. Según esa sociedad científica, el 69,2 por ciento de los encuestados contó que recurría a la comida como respuesta a la ansiedad o el aburrimiento.
“En Chile el etiquetado se instaló en 2016 y en 2020 se hizo una encuesta en la que el 86 por ciento demostró saber que un alimento con sellos no es saludable y el 91 por ciento disminuyó la cantidad de alimentos con sellos”, describe Piazza. Y agrega: “Está demostrado que la obesidad está asociada no sólo al alto consumo de alimentos, sino a la pobreza. Sería importante que una ley como esta se asociara a programas, por ejemplo, la Tarjeta Alimentar, para que se use lo menos posible, o nada, en productos con sellos. El acceso al alimento es un derecho humano dentro de nuestra Constitución, y si no tenés la posibilidad de una alimentación adecuada, ese derecho está vulnerado”.
“No soy una nutricionista pesocéntrica ni gordofóbica. Hay una idea errónea de que un niño delgado puede comerse un alfajor y un juguito de caja y eso es saludable cuando no lo es. Sería bueno tener una mirada menos pesocentrista, que ponga el foco en que todos estamos siendo vulnerados por el consumo de ultraprocesados y por la industria alimentaria”, destaca Lavia. “¿Por qué sí defiendo la ley de etiquetado frontal a pesar de que se la promueva desde un lugar centralizado en el peso? Porque la información siempre es poder, y en este caso nos daría otro margen para elegir lo que consumimos. Hay que trabajar en la educación nutricional integral para que nadie quede afuera respecto de cómo interpretar los sellos, que de todas formas son un alerta respecto de que algo sucede con ese producto que veo en la góndola”, describe.
“Se asume que una persona flaca tiene buena alimentación y que una persona gorda come de determinada manera. A partir de eso, discriminamos a muchas personas porque no encajan en un número normativo: el índice de masa corporal. Lo importante es que se entienda que hay riesgo si la grasa corporal es elevada, que es algo que le puede pasar a una persona flaca sedentaria, con muy poca masa muscular. Todos y todas necesitamos esta ley, así como no medirnos sólo a través del peso. Ese dato no puede definir todo”, reflexiona Lavia.
Por Julieta Roffo para elDiarioAR.-
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