Apenas tienen un año y ya les damos una pantalla a los bebés para entretenerlos. Es común ver cómo llegan a la adolescencia más hiperactivos de lo normal y con un estado de ánimo irritable y apático. El uso intensivo de las nuevas tecnologías tiene un coste.
Malhumorados, insomnes, nerviosos e incluso contestones. Es posible que quien más y quien menos intuya que las pantallas aceleran a los niños. Sin embargo, lo que en ocasiones podemos pasar por alto es cómo el uso intenso de estas tecnologías está volviendo a nuestros pequeños más apáticos. El estado de ánimo de las generaciones más jóvenes está cambiando y no siempre somos conscientes de ello.
Lo notamos en las aulas de primaria y, en especial, en las de secundaria. La irritabilidad está casi a la orden del día en una parte de esos niños y niñas que tienen problemas para relacionarse. Lo apreciamos también en la capacidad para llevar a cabo las tareas académicas, en sus limitaciones para retener información, razonar de manera creativa o resolver problemas simples.
Hay quien dice que estamos criando a la generación más cansada y apática de la historia. Como siempre sucede en estos temas, no es bueno generalizar, es cierto. Siempre hay grandes excepciones, también hay adolescentes que nos aventajan en mucho y que abanderan a ese núcleo poblacional más preocupado por nuestro planeta y por las causas sociales.
No obstante, y desde un plano psicológico y clínico, estamos siendo testigos de cómo niños de entre nueve y 15 años evidencian ya trastornos de ansiedad, alteraciones del sueño, trastornos depresivos o bipolares. Hay quien señala que detrás de estas condiciones estaría, en realidad, el efecto de un uso intensivo y poco adecuado de las nuevas tecnologías.
Lo analizamos.
Las pantallas aceleran a los niños y los vuelven malhumorados: ¿por qué razón?
El dato, cuanto menos, es llamativo. Según Common Sense Media, casi la mitad de los niños menores de 8 años tienen su propia tableta y pasan de media 2,5 horas en ella. Sin embargo, la Sociedad Americana de Pediatría recomienda que los niños de entre 2 y 8 años no deben pasar más de una hora al día; siempre con un adulto delante y nunca mientras comen.
Sin embargo, la realidad cotidiana es otra. Sabemos que los menores de 3 años usan a diario estos dispositivos como forma de juego y entretenimiento. Es una edad en que es clave la interacción manual y la interacción social, dejamos que nuestros pequeños se conviertan en solitarios nativos digitales a una edad en la que el cerebro necesita otro tipo de estímulos.
Cabe señalar, obviamente, que las nuevas tecnologías no son por sí mismas un problema. Siempre que se haga un buen uso de ellas constituyen unas poderosas aliadas para el conocimiento. Ahora bien, el problema está en la cantidad de hora que los niños pasan utilizándolas.
La investigadora Domingues-Montanari nos explica en un trabajo que nuestros menores pasan más de tres horas al día con el móvil o las tablets.
¿Qué consecuencias tiene todo esto para nuestros hijos? En realidad, múltiples. Porque las pantallas aceleran a los niños y además, se vuelven más irritables.
La desregulación del estado de ánimo y el uso intenso de las pantallas
Estamos viendo cómo en los últimos años aparecen más diagnósticos de trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad, trastornos de ansiedad, depresión mayor o incluso bipolaridad infantil. Ahora bien, parece que buena parte de estas condiciones desaparecen cuando a los niños se le aplica un “ayuno tecnológico”.
Es decir, la desregulación del estado de ánimo desaparece cuando se reduce o elimina el uso de pantallas electrónicas. Esa hiperactividad cerebral asociada al uso intenso de las pantallas tiene, por tanto, serios efectos en el comportamiento y el estado de ánimo. Así, trabajos de investigación como los realizados en la Universidad de Pensilvania avalan esta misma relación.
Se ha podido ver que cuando un niño pasa más de 1 hora al día desde edades tempranas hasta la adolescencia tiene un gran impacto en el bienestar psicológico. Manifiestan menos curiosidad, autocontrol, tienen problemas para regular las emociones y limitaciones para socializar.
Algo tan simple como disminuir el tiempo de exposición a las nuevas tecnologías mejoraría de manera directa la sensación de bienestar de los más pequeños.
Las pantallas aceleran a los niños porque duermen cada vez peor
Los niños deben dormir más horas que los adultos y sin embargo sus horas de descanso son, en muchos casos, como las de un insomne. Les cuesta conciliar el sueño y no alcanzan un descanso profundo, reparador y sostenido durante toda la noche.
¿A qué se debe este problema? El desencadenante está en la luz de las pantallas electrónicas. Actúan hiperactivando el cerebro, reduciendo la liberación de melatonina y produciendo además serios desequilibrios hormonales.
Las pantallas aceleran a los niños y los vuelven más irritables, apáticos, lentos a la hora de reaccionar y desmotivados.
Los móviles y las tablets agotan la energía cerebral
Nuestros niños y en especial, los adolescentes, viven inmersos en un universo digital que secuestra toda su atención. Y no solo eso. Todo su enfoque cognitivo y visual trabaja al 100 por ciento de sus recursos cuando están expuestos a las pantallas. De este modo, cuando vuelven al mundo real todos sus niveles mentales están bajo mínimos.
El uso intenso de los móviles y las tablets devora toda la atención y la energía de nuestros jóvenes. Así, cuando salen del umbral de lo tecnológico y apagan sus dispositivos, no les queda motivación ni ánimos para realizar sus deberes o salir a jugar a la calle.
Adictos infantiles a los refuerzos de las pantallas
Las pantallas aceleran a los niños y los convierten además en adictos a la dopamina. ¿Qué significa esto? ¿Implica, por ejemplo, que un niño de seis, siete o 12 años puede ser realmente un “adicto”?
Para entender esta relación debemos comprender algo muy básico. Buena parte de los juegos en línea, así como plataformas como Tik Tok, genera liberación de dopamina en el cerebro juvenil.
Esa sensación de bienestar y entretenimiento se vuelve adictiva. Cada vez necesitan más horas de exposición para que el mismo estímulo les produzca el mismo nivel de placer. Así, al no obtener siempre esa sensación o ese “chute” de dopaminas, entran en un estado de abstinencia, irritabilidad constante, frustración y enfado.
Lo más problemático es que estamos criando niños que ya no entienden el ocio sin lo digital. Son personas que filtran su realidad a través de lo tecnológico, dejando a un lado la socialización directa, el mundo real e inmediato.
Para concluir, solo podemos incidir en un hecho evidente. Las nuevas tecnologías son nuestra mejor herramienta para el progreso, es evidente. Pero solo actuará a nuestro favor si hacemos un buen uso de ellas.
Valeria Sabater para La Mente es Maravillosa
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