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Salud y Bienestar
Salud y Bienestar

Los buenos hábitos como principal preventorio de la salud  

El creciente campo de la epigenética sostiene que la persona es el resultado de las situaciones que le suceden en la vida y la forma de reaccionar a ellas, y que estas experiencias cambian la forma en la que sus genes actúan. Los genes se activan o no dependiendo de las experiencias y, a la vez, ambos, -experiencia y genética-, se retroalimentan. Siguiendo esta teoría, la enfermedad es la expresión externa, corpórea, de un desbalance. Es el cuerpo alertando que algo no está bien. Por las Lic. en Psicología Mailén Barreto, Mariela Garabello y Melody Varisco.

Muchas enfermedades, en especial las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT) son la resultante del estilo de vida que se lleva, incluyendo el modo particular de pensar y percibir la realidad que se sostenga, condicionado por creencias que determinan emociones y reacciones.

Es de gran importancia, en el desarrollo de las ECNT, el modo en como la persona procesa lo que le sucede, cómo afronta cada situación, si de manera asertiva o disfuncional, tapando y terminando en canalizaciones nocivas que muchas veces se convierten en hábitos (vicios).

Actualmente las ECNT se han convertido en el primer causante de muerte a nivel mundial. Entre los principales hábitos nocivos o factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desencadenarlas e incrementarlas se encuentran: el tabaquismo, el alcoholismo, el sedentarismo, la obesidad y el hiperestrés.

El tabaquismo afecta principalmente a los pulmones, que metafóricamente según la Gestalt es el símbolo de vida, porque sin aire y sin respirar, nadie lo haría. Respirar es un proceso automático, al cual generalmente no suele prestársele demasiada atención e importancia. Lo mismo sucede con la autonomía y la comunicación. El cigarrillo viene a tapar lo que se quiere decir, la decisión que se quiere tomar, pero no se hace por distintos motivos (miedo, inseguridad, comodidad, sensación de falta de contención, etc.), todo lo que lleva a que la persona se sienta ansiosa, con nerviosismo y busque en este adictivo una cierta sensación de paz.

Ante un impulso imperioso de fumar, lo que realmente la persona necesita hacer es conectar con sus emociones, aceptarlas y reconocerlas, es conectar con el aquí y ahora para poder contemplar lo que sucede y apaciguar mente y cuerpo; en vez de pasar al acto de fumar cada vez más en modo automático o por impulsividad. Vivir pensando en el pasado es muy angustiante, y vivir pensando en el futuro es muy ansiógeno. De allí la importancia de realizar ejercicios de respiración, meditación, yoga, para volver al presente y ocuparse de lo que realmente puede resolverse, de contemplar aceptando y reconociendo las propias emociones, y preguntarse: ¿qué se necesita comunicar respecto a la emoción sentida?, ¿qué realmente se quiere hacer, pero no se está pudiendo tomar la decisión de actuarlo?

El consumo de alcohol ha sido identificado de modo consistente como un factor de riesgo de muchas enfermedades, dentro de ellas se encuentra el accidente cerebrovascular de tipo hemorrágico, el cual es causado por la ruptura de un vaso sanguíneo. De todos modos, es cierto que no todas las personas que usan el alcohol lo hacen de modo excesivo, desarrollando el trastorno por consumo de alcohol, el cual consiste en tener problemas para controlar lo que se bebe, estar preocupado por el alcohol o continuar consumiendo aun cuando te cause problemas.

No obstante, tampoco se puede, por el hecho de no desarrollar dicho trastorno minimizar los riesgos y lo nocivo que es para la salud el consumo de alcohol, incluso ocasional. El consumo de alcohol puede resultar contraproducente cuando se está en un plan saludable, no solamente por la cantidad de calorías extras que se estará añadiendo a la alimentación, sino que esta acción te hará más vulnerable a la hora de tomar decisiones, haciendo que el comportamiento sea más relajado y en consecuencia te permitas perder el control sobre algunas situaciones, como por ejemplo “picotear”. En general, será más complicado evitar conductas que en un estado de sobriedad te resultarían más fáciles de controlar.

De este modo, resulta fundamental tomar conciencia que el consumo de alcohol afecta de modo inmediato el razonamiento y la capacidad de controlar la conducta, lo cual iría en un camino completamente opuesto a la construcción de un estilo de vida saludable.

Así las cosas, el consumo de alcohol trae impactos negativos en la salud mental, como provocar problemas en la memoria, depresión o ansiedad. Muchas veces el consumo de alcohol se realiza para intentar recuperar los sentimientos positivos o para evitar o disminuir los negativos, lo cual sería una manera errónea de canalizar emociones.

Por eso la importancia de trabajar en la construcción de herramientas que permitan reconocer y aceptar las emociones como tales, y no evadirlas con el consumo de alcohol, de tabaco o alimentos, que, si bien lo logran, es solo momentáneo ya que a la larga esa emoción sigue existiendo, solamente que con el consumo se la tapa. Al poder reconocerla y aceptarla como tal te encontrarás mejor preparado para canalizarla de manera saludable.

Por otro lado, el sedentarismo es la falta de actividad, el exceso de pasividad, más allá de los trabajos que cada persona realiza en algún momento del día. Se trata de un modo de vida en el cual apenas se realiza alguna actividad física, pasando la mayor parte del tiempo en actitud pasiva, sentados o reclinados, gastando un mínimo de energía. Además de los problemas clínicos que el sedentarismo genera, este tipo de comportamiento pasivo, de esfuerzo mínimo, transmite al cerebro un mensaje inconsciente desolador, de falta de estímulos gratificantes, que termina generando un sentimiento de falta de sentido en la vida. La comodidad que tras un merecido descanso puede sentirse al recuperar energías tras cierta actividad, pasa a ser pereza cuando supera lo que corresponde recuperar, cuando postrarse pasa a ser una “actividad” en sí misma.

En este sentido, el hiperestrés juega una mala pasada, ya que agota, sintiéndose muchas veces como si se hubiera corrido una maratón, cuando sin embargo quizás se estuvo la mayor parte del día en actitud pasiva, rumiando problemas, etc. El cuerpo siente que debe “descansar”, pero en realidad lo que debe “parar” allí es la mente, y la mejor forma de despejarla es -contrariamente a postrarse, sentarse, encerrarse a mirar tv etc.- realizando alguna actividad física, cualquiera sea; de lo contrario el resultado al que paradójicamente se llega no es el apaciguamiento deseado, sino una intensificación de síntomas de estrés y a una especie de adicción a la pasividad, a la falta de estímulos.

La vida es movimiento, el movimiento contribuye al despeje mental y la conexión con el afuera, lo que favorece a la creatividad y la percepción desde distintas perspectivas; procesos que encerrados tienden más fácilmente a bloquearse. El movimiento además está íntimamente ligado a la liberación de las hormonas del bienestar y al descanso mental, que no se resuelve durmiendo o postrado.

Cualquier actividad es bienvenida. Es responsabilidad de cada uno probar hasta encontrar la más adecuada, la que sea más afín a los gustos, horarios, accesibilidad y posibilidades de queda quién, y de sostenerla regularmente en el tiempo hasta formar un hábito, un hábito saludable que no sea un esfuerzo sostener, sino más bien algo motivador y gratificante.

La obesidad es producto no sólo de una inadecuada alimentación y del sedentarismo, sino también, y en su mayor medida, de la forma que se tiene de afrontar el estrés -y por extensión la ansiedad y angustia-, ya que la mente, como se mencionó al inicio, lleva a fijar determinados patrones cognitivos y conductuales de acuerdo con el sistema de creencias de cada uno, a cómo se interprete cada situación.

En gran medida, la obesidad es resultante de un modo inconsciente de la persona de protegerse, de la necesidad de poner límites. Aquellos que sufren obesidad suelen tener dificultad para priorizarse (autoestimarse) y poner límites a la demanda del otro, tendiendo a reflejar en su cuerpo físico esa carga y sobreexigencia. De allí la importancia de conectar nuevamente con el sí mismo para contemplar, reconocer y aceptar lo que realmente se quiere, y desde allí practicar la puesta de límites, el poder decir no, ahora no, hoy no puedo; poder expresar lo que realmente se siente, para darse, en equilibrio, el tiempo necesario para el propio autocuidado y estima.

En tanto, el hiperestrés ocurre cuando la persona ya pasó el umbral normal de estrés que se necesita para, de algún modo, sobrevivir. Resulta de una sobrecarga o exceso de estrés. Este se va generando por acumulación de situaciones ante las cuales la persona va sintiendo gran malestar, hasta llegar al desborde emocional, pero quedándose en la pasividad, la queja o la descarga y canalización disfuncional.

Ante el hiperestrés es necesario plantarse con una actitud proactiva, que implica identificar y aceptar el problema para luego evaluar estrategias funcionales de afrontamiento, así como la activación del cerebro derecho, el creativo, implicado en resolver, en las soluciones; a diferencia del izquierdo que es el que se encuentra activo la mayor parte del tiempo, inclinado al automatismo cognitivo y conductual; a realizar, por ejemplo, una y otra vez los mismos intentos de solución, que no solo perpetúan un problema sino que además lo intensifican, debilitando gradualmente sentimientos de autoeficacia y seguridad personal.

Para evitar caer en el hiperestrés, es de gran ayuda mantener un orden y organización diaria, en el cual se disponga de un tiempo para la recreación, la actividad física y la sociabilidad con personas positivas. Saber cultivar amistades inteligentemente es clave. Construir relaciones fuertes y positivas otorga el apoyo, la orientación y la aceptación necesaria tanto en momentos alegres como tormentosos. De esta forma, se logra crear una sólida red de apoyo capaz sostener a cualquier persona en los momentos más difíciles.

También es de gran importancia tener siempre presente lo que se puede controlar y lo que escapa al control propio. Cuando la realidad no puede modificarse, la clave está en trabajar en lo que sí puede controlarse y cambiar, que son las propias emociones y la forma de reaccionar ante una dificultad.

La misma postura debe asumirse frente al pasado y al futuro: poder generar el hábito de estar plenamente presentes teniendo una gran capacidad de aceptación es fundamental, de modo tal que los hechos pasados pasen a formar parte del ayer, dejando de ser parte de un presente angustiante, fuente de culpabilidad, de excusa o zozobra. Los hechos transcurridos no pueden modificarse, sí la forma de reaccionar ante estos, por lo que la capacidad de resignificar el pasado por más duro que sea y sacar provecho de esa vivencia es fundamental. Lo mismo con relación al futuro: que su cuota de incertidumbre inunde la mente y el cuerpo de preocupaciones depende solo de cada uno. Lo que se puede hacer en estos casos es ocuparse y organizarse de modo tal que lo que devenga nos encuentre mejor preparados para abordar lo que depare.
Nota de la Redacción: Artículo publicado en el Material Educativo de Icarus Centro de Salud & Longevidad, para pacientes del Pios-Pec y Pios-Pec PER, correspondiente a octubre de 2022, cedido para la publicación en AIM.

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