El café es la bebida más consumida en el mundo después del agua, lo cual no es de extrañar si pensamos que es un clásico indispensable en la mayoría de los desayunos para comenzar cada día con energías. En Europa, donde el café llegó en el siglo XVII, la población adulta consume actualmente un promedio de 200 miligramos diarios, llegando a alcanzar los 400 miligramos en los países nórdicos como Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia.[{adj:16760 alignright}]
La cafeína, que fue descubierta en 1819 por el químico alemán Friedrich Ferdinand Runge, está presente en el café, en el té, en el chocolate, en las bebidas de cola y en las energéticas. La cafeína es el principal alcaloide del grupo de las metilxantinas y su nombre sistemático es 1,3,7-trimetilxantina. En los alcaloides se incluyen también la teína, la morfina, la nicotina, la cocaína, la quinina y la codeína, y todos ellos son compuestos nitrogenados que se encuentran sobre todo en las hojas, las semillas, las raíces o los frutos de ciertas especies vegetales con una función defensiva.
La cafeína actúa fundamentalmente como un estimulante del sistema nervioso central, ya que tiene una estructura similar a la adenosina y puede actuar como un inhibidor competitivo de la misma, adheriéndose a sus receptores e impidiendo que esta se una a ellos. Así, al bloquear los receptores A1 y A2A de la adenosina, la cafeína se comporta como un antagonista de los efectos sedantes e inhibitorios que tiene este nucleósido sobre las neuronas, manteniéndonos despiertos y potenciando nuestro rendimiento físico y mental.
Una vez ingerida, la cafeína pasa al torrente sanguíneo y se une a algunas proteínas del plasma, alcanza su máxima concentración a los 30 minutos o una hora después y cruza la barrera hematoencefálica para llegar al cerebro, donde se une a los receptores de la adenosina y desempeña su función más conocida, siendo su semivida plasmática de unas tres horas. Después, una vez que la cafeína ha sido distribuida por todo el cuerpo, esta es metabolizada parcialmente en el hígado mediante reacciones de desmetilación en las que interviene la enzima citocromo P450 oxidasa, de modo que la ruptura de la molécula va a dar lugar a tres metabolitos llamados paraxantina, teobromina y teofilina, que serán finalmente excretados a través de la orina.
En realidad, los efectos de la cafeína son múltiples, aunque estos pueden variar de un individuo a otro según la genética, la edad y el peso:
1- Como estimulante del sistema nervioso central, mantiene el estado de alerta y mejora la concentración, el tiempo de respuesta, la memoria a corto plazo, la asociación de ideas y la percepción de los sentidos.
2- Disminuye el sueño y la fatiga.
3- A nivel cardiovascular, aumenta la tensión arterial y la frecuencia cardíaca de manera transitoria. Además, es un vasodilatador a nivel periférico y un vasoconstrictor a nivel de las arterias cerebrales, por lo que alivia las migrañas y las cefaleas.
4- Actúa como broncodilatador débil, por lo que puede reducir los síntomas del asma.
5- Tiene efecto diurético, incrementando el deseo de orinar al aumentar el flujo sanguíneo a los riñones y disminuyendo la reabsorción de agua y sodio especialmente a nivel del túbulo proximal, lo cual también puede contribuir, en cambio, a la deshidratación y el estreñimiento.
6- Facilita una buena digestión, ya que la cafeína se une a los receptores nicotínicos o muscarínicos de la mucosa del estómago e incrementa la secreción de jugos gástricos como el ácido clorhídrico y la pepsina y también de enzimas en el páncreas como la lipasa y la proteasa pancreática, ayudando a que los alimentos se digieran más rápido.
7- Es beneficioso para la piel, ya que el café es una fuente de antioxidantes que absorben los radicales libres, protegiendo frente a los daños que estos pueden causar y frenando el envejecimiento de la piel.
8- Aumenta los niveles de adrenalina en el plasma sanguíneo, como consecuencia del efecto vasoconstrictor a nivel cerebral.
9- Además, la cafeína va a incrementar los niveles de noradrenalina mediante la inhibición de las fosfodiesterasas que conlleva un aumento de AMPc y GMPc intracelular y este, consecuentemente, la síntesis de noradrenalina.
Sin embargo, a pesar de sus beneficios y aunque la cafeína figure en la listas Gras (sustancias generalmente consideradas como carentes de riesgo), el abuso del café puede producir excitación, ansiedad, insomnio, irritabilidad, temblor fisiológico e hiperactividad refleja, además de desarrollar una dependencia física de algunos de los efectos de la cafeína debido a una neuroadaptación en el cerebro. Conforme incrementamos el consumo de cafeína, el cerebro produce menos adenosina y se generan más receptores para hacer frente a la mayor demanda. Por esta razón, cada vez necesitamos más cafeína para obtener el mismo efecto, hasta llegar a un punto en el que parezca que el café ya no nos afecta, aunque esto en verdad no es así, ya que la tolerancia se desarrolla de distinta manera en sus variados efectos.
Por el contrario y de la misma manera, si reducimos nuestro consumo de cafeína, muchos de los receptores que se habían creado para suplir esa mayor demanda ahora se quedan libres y para cubrirlos se incrementa la producción de adenosina. Por este motivo, al disminuir la dosis diaria de café, vamos a experimentar ahora una sensación de somnolencia mucho mayor que anteriormente.
En definitiva, es cierto que el café tiene una serie de beneficios, pero debemos tomarlo con moderación, en su justa medida. En realidad, sus efectos serán positivos o negativos dependiendo de la cantidad en la que se consuma.
Fuente: Herencias de la ciencia
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