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Reconstruir la relación con un hijo "malcriado"

Ningún padre quiere tener un hijo “malcriado”, eso es seguro. Sin embargo, no siempre las cosas salen bien. Dicen que de buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno y esto bien puede aplicarse muchas veces al tema de la crianza. La madre o el padre siempre hacen lo que creen mejor. Sin embargo, que lo crean, no significa que lo sea.

No es fácil educar a un chico en medio de una sociedad con un gran poder de influencia y tentaciones perversas. Hay toneladas de información al respecto, pero muchas veces te encuentras con mensajes contradictorios o elaborados para familias que solo existen en la imaginación de quienes la recrean. Los padres reales, de carne y hueso, cometen errores , se cansan, se exaltan y contradicen los manuales.

“Los padres son los huesos con los que los hijos afilan sus dientes”. Peter Ustinov.

El punto es que en algún momento los chicos crecen y mientras lo hacen no puedes evitar tener la sensación de que hay muchos puntos que fallan. A veces muy agresivos, otras veces excesivamente impetuosos. No obedecen y tú tampoco cuentas con herramientas para conseguir que lo hagan. En definitiva, te das cuenta de que, a pesar de que has hecho lo que has podido, está completamente “malcriado”.

Sin embargo, no todo está perdido. Siempre se puede recuperar el rumbo, aunque a ciertas edades esta misión sea más complicada que a otras. Estos son algunos consejos para reparar esos errores que se pueden haber producido en la crianza.

Las señales de que tu hijo es un “malcriado”

Siempre es mejor que te asegures primero de que realmente hay un problema de crianza. No todos los chicos tienen el mismo temperamento. Algunos lo tienen muy fuerte y no se debe a la educación que han recibido, sino a una inclinación natural hacia las actitudes fuertes. Lo que distingue a un chico “malcriado” es un conjunto de rasgos:

Utiliza el berrinche o las pataletas, igual que un niño pequeño, pero con mucha más fuerza, como arma para lograr lo que quiere. Una alternativa al berrinche, más “sofisticada”, es el chantaje.

Tiene explosiones de carácter frecuentes y de una intensidad muy alta en las que pierde por completo el control.

Emplea palabras fuertes para expresarse.

Frecuentemente daña los objetos propios o de otros, accidental o deliberadamente.

Dice mentiras de manera consciente y de las que pretende sacar partido.

Le cuesta mucho cumplir con sus deberes y no coopera si tratas de ayudarle a que lo haga.

Delega sus responsabilidades o le cuesta mucho esfuerzo asumirlas.

A veces roba.

Cuantas más características de las descritas reúna un niño mayor es la probabilidad de que estemos ante un niño “malcriado”. Sin duda, los padres intentaron educarlo para que fuera responsable y contara con más estrategias de auto-control, pero algo falló y ahora el niño puede darnos la sensación de ser “ingobernable”.

El mal comportamiento: causas y soluciones

Los niños no se portan mal porque sí y en la mayoría, o prácticamente la totalidad de los casos, los padres tienen mucho que ver en la forma en la que actúa. Como es obvio, la mala crianza es la que da como resultado un hijo malcriado. Así, lo primero es detectar por qué el chico se porta mal. Lo usual es que se deba a alguna de estas causas:

Nadie le ha enseñado a gestionar la energía que emana de sus emociones y tampoco lo ha aprendido por él mismo. En la mayoría de los casos es esta falta de gestión la que le da paso a la expresión impulsiva y descontrolada de esta energía.

Los padres tampoco saben gestionar sus emociones, de manera que el ejemplo que le han dado a sus hijos dista de ser el adecuado.

Siente que de alguna forma se le ha maltratado, bien sea por unos padres indiferentes o ausentes o por agresividad verbal o física. Se resistirá o mostrará el resentimiento que le produce ese maltrato portándose mal.

Se siente demasiado presionado. Algunos padres creen equivocadamente que su hijo es un adulto en miniatura y lo sobrecargan de exigencias y/o responsabilidades. Después de cierto límite, el chico se rebelará y será un majadero

Los padres no saben imponer su autoridad. A veces implementan normas ambivalentes, irracionales o incoherentes. A veces, ellos mismos no cumplen las normas que les imponen a sus hijos. En otras ocasiones, temen hacerles daño, o se sienten culpable por algún motivo e intentan compensarlo siendo demasiado permisivos.

Lo primero, entonces, es tratar de identificar dónde está la fuente del problema. En otras palabras, precisar el aspecto/s de la crianza en el que se ha fallado. Además, hacer acopio de amor y paciencia porque van a ser necesarios en la misión de revertir la situación.

También va a ser necesario un profundo ejercicio de honestidad. Los padres deberían estar en disposición y tener la capacidad para admitir sus errores, a lo que hay que sumar la voluntad de corregirlos. No se le puede delegar esa tarea en los hijos: se llega a esto por errores de ambas partes.

Hay tres claves que nunca fallan en ese proceso de revertir una mala crianza. Lo primero es imponer unas normas no negociables comenzando por aspectos prácticos como los horarios. Lo segundo, encontrar momentos relajados en los que la comunicación sea fluida. Piensa que, por ejemplo, el juego facilita la comunicación y contribuye a entender el sentido de las reglas. Finalmente, la escucha es infalible: escucharlo con atención y tratar de entender su mundo afianzará y enriquecerá la relación.

Fuente: La Mente es Maravillosa.-

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