El nombre galés de familia "Morgan" ha identificado en la historia a personajes de muy diferentes cualidades, desde Henry, el célebre filibustero aconsejado en el gobierno de Jamaica por el filósofo John Locke, hasta John Pierpont, fundador de la principal banca mundial de estos tiempos.
Pero también, por ejemplo, a un antropólogo del siglo XIX, Lewin Henry, y a un historiador británico actual que, a diferencia del pirata-gobernante en nombre del rey que regía olas y pueblos, narró en "Cuatro siglos de esclavitud transatlántica" la historia del tráfico de esclavos entre África y América.
"Los sacaron como perros de su África natal. Encadenados. Amordazados. Desnutridos. Torturados sin piedad. Golpeados hasta la muerte. Lanzados como basura al mar. Enterrados sin más lujo que el de conservar íntegros sus propios huesos", comienza su libro.
Según Kenneth Morgan, entre 1501 y 1867 más de 10 millones de esclavos fueron enviados a las Américas desde las costas del África Occidental.
Entre 1660 a 1807 los barcos que zarpaban desde los puertos ingleses hacia Norteamérica o el Caribe embarcaron a más de tres millones de esclavos en Londres, Bristol y posteriormente Liverpool.
Negocios son negocios
El Congo está entre las regiones del África preferidas por los esclavistas junto con Senegal, Sierra Leona, la Costa de los Esclavos, la Costa del Oro, el golfo de Benín, el golfo de Biafra y Luanda y Cabinda.
Morgan marca que los propios gobernantes negros del África participaron gustosos del negocio "aunque ciertos sectores de la comunidad histórica profesional prefieran no enfatizar en este hecho".
El comercio de esclavos permitió aumentar la productividad de la industria norteamericana desde la independencia. Uno de los padres de la patria, el tercer presidente, Tomás Jefferson, se refirió en sus escritos a la esclavitud como "crimen abominable"; pero mantenía la propiedad personal de 600 esclavos.
En la cuna de la democracia moderna, que en estos momentos atraviesa por otra crisis con componentes raciales, entre 1790 y 1860 más de un millón de esclavos fueron transportados del alto al bajo sur para consolidar un mercado financiero estable.
Cuando como consecuencia de la revolución industrial el capitalismo necesitó ampliar los mercados -una de sus necesidades más apremiantes- apareció el colonialismo como doctrina de desarrollo, y las potencias europeas miraron a Africa como fuente de materias primas y mano de obra esclava.
Los imperios modernos anteriores al capitalismo explotaban el territorio entonces como ahora; pero los propiamente capitalistas no necesitan anexar territorios sino solo explotarlos sin miramientos para la población local.
África repartida
La Conferencia de Berlín fue convocada en 1884 para evitar que los países colonialistas se agredieran entre sí en el reparto del Africa. Por el Congo disputaron Bélgica y Francia. Portugal se sostuvo en Angola, España en decadencia intentó penetrar en Guinea y Alemania se aseguró el occidente africano. El Congo fue un caso especial, porque no estaba anexado a Bélgica sino era propiedad privada del rey Leopoldo II, que disponía para uso y abuso personal de 2.600.000 kilómetros cuadrados en el centro de Africa.
Las patitas del loro
Los colonialistas eran muy celosos de su dinero, y dieron de su celo un ejemplo clarísimo, que provocó quejas en Europa cuando se divulgó: exigían rendimiento puntual del gasto por cada bala empleada en negros. Pagaban el precio de la bala contra la presentación de las manos cortadas de la víctima. El régimen colonial permitía también asesinar a los trabajadores que se negaran a recolectar caucho natural para exportar, y arrasar las aldeas a que pertenecían.
Un escarmiento ejemplar
Patricio Emery Lumumba nació en 1925 y murió a los 35 años, salvajemente torturado, derrocado en enero de 1961 de su cargo de primer presidente del Congo tras siete meses de ejercerlo.
Convencido de que la enorme riqueza natural del Congo podía volcarse a su población si se quitaban las expresas extranjeras que la explotaban, fue elegido presidente por el Movimiento Nacional Congoleño.
Los intereses afectados, que entendían que explotar el Congo era su derecho natural, iniciaron de inmediato las hostilidades y militaron contra él los gobiernos africanos ejercidos por blancos, el estado belga, las empresas extractivistas y finalmente se sumaron las Naciones Unidas.
Lumumba fue secuestrado, torturado y ejecutado en un golpe de Estado apoyado por las autoridades belgas, EE UU y las Naciones Unidas. Terminó una posibilidad de autogobierno africano y se abrió una etapa de siniestra dictadura con Mobutu Sese Seko, respaldado por EE UU.
Las guerras locales que se iniciaron entonces terminaron en 2003 con cerca de seis millones de muertos. Lumumba sigue siendo una luz para el pueblo de su país. Georges Nzongola-Ntalaja, su biógrafo, sostuvo que los cómplices del asesinato deben reconocer el crimen "cometido contra él, su familia, Congo y África; pedir perdón por los daños causados y honrar al primer dirigente elegido democráticamente de Congo promoviendo su legado a las escuelas, la educación pública y los actos culturales de todos los países cuyos líderes participaron en su desaparición, empezando por el propio Congo".
El despertar de los vencidos
Nzongola-Ntalaja recuerda una carta escrita por Lumumba en 1960 a su mujer desde la cárcel: “Llegará el día en que hablará la historia. Pero no será la historia que se enseñará en Bruselas, París, Washington o las Naciones Unidas. Será la historia que se enseñará en los países que se han liberado del colonialismo y de sus títeres. África escribirá su propia historia y tanto en el norte como en el sur será una historia de gloria y dignidad”.
De la Redacción de AIM.