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Caleidoscopio
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Delmira y las mujeres en rebelión

Delmira Agustini, poeta y niña prodigio, nacida en un hogar acomodado de Montevideo, fue asesinada por su ex marido, que no entendía su genio literario y quería reducirla a la que él consideraba la medida común de todas las mujeres.

“Yo me encargaré de romper los devaneos y alejarla de toda preocupación intelectual. Es una mujer como otras. La poesía y el piano son entretenimientos de soltera”, dijo antes de casarse con ella.

Pero Delmira estaba muy por encima del nivel de su marido, tenía otra sensibilidad y otra percepción de la realidad, totalmente incompatible con la de él. Poco antes de casarse, ella le confesó al gran poeta Rubén Darío, un espíritu afín: “He resuelto arrojarme al abismo medroso del casamiento. “No sé: tal vez en el fondo me espera la felicidad. ¡La vida es tan rara!”.

Duró casada 45 días, y pidió el divorcio según una ley uruguaya aprobada poco antes, en 1914. El marido, Enrique Job Reyes, no se resignó a perderla, aunque mientras estuvo casado intentó destruir lo mejor que ella tenía. Al final, terminó matando todo: la atrajo con engaños a un hotel céntrico de Montevideo, en la calle Andes 1206, le disparó dos balazos y se suicidó.

Mientras los medios de prensa intentaban disimular el femicidio por una parte y por la otra abundaban en detalles macabros y sensacionalistas del crimen, hubo un periódico que tomó otro camino: “Protestamos contra los hombres autoritarios que se erigen en amos de la mujer y quieren hacerse amar a tiros de revólver. ¡No, la mujer no es la esclava del hombre, ni en el amor, ni en nada!”

La rebelión de las mujeres
Fue un femicidio más, pero sobre el fondo de una rebelión femenina que ya apuntaba y que tiene sus manifestaciones en todos los órdenes de la vida social.

El teólogo español Juan José Tamayo ve la cuestión desde el punto de vista religioso, ajeno a Delmira y posiblemente también a su celoso marido, pero considera que por fin las mujeres se han rebelado tras ser menospreciadas durante milenios.

"En las últimas décadas asistimos a una auténtica rebelión de las mujeres, tanto a nivel personal como colectivo, tanto en el interior de las religiones como en la sociedad".

Para Tamayo, la rebelión implica la transgresión consciente de las normas en materia de sexualidad, relaciones de pareja, planificación familiar y opciones políticas.

Por otra parte, en el interior de las religiones, las mujeres se han organizado creando movimientos y asociaciones que ejercen su libertad de organización y funcionan autónomamente al margen de los varones.

En la sociedad participan en los movimientos feministas y en las organizaciones sociales como expresión de la convergencia en las luchas por la emancipación de las mujeres y como forma de comprometerse con los sectores más vulnerables.

Según Tamayo, la rebelión de las mujeres constituye uno de los hechos mayores y de más profunda significación, que tiene importantes repercusiones políticas y sociales. Supone un avance en la lucha por la emancipación y por la liberación de los marginados y excluidos.

"La indignación de las mujeres creyentes constituye la respuesta a la situación de indignidad en que son situadas en el seno de la mayoría de los sistemas de creencias, de las religiones y de los movimientos espirituales".

Delmira no pudo participar de ningún movimiento colectivo de mujeres por sus derechos, porque no existían o no tenían relevancia por entonces y porque su visión era la individualista que correspondía a su clase social. En una carta a otro de sus corresponsales literarios, el escritor socialista argentino Manuel Ugarte, que fue padrino de casamiento, le contó: “Usted hizo el tormento de mi noche de bodas y de mi absurda luna de miel… mientras me vestían pregunté no sé cuántas veces si había llegado. Entré a la sala como a un sepulcro, sin más consuelo que el pensar que lo vería. La única mirada consciente que tuve, el único saludo inoportuno que inicié fueron para usted. Tuve un relámpago de felicidad. Me pareció por un momento que usted me miraba y me comprendía…” La carta de Delmira a Ugarte evoca el día de su casamiento. “Lo que pudo ser a la larga una novela humorística, se convirtió en tragedia. Lo que yo sufrí aquella noche no podré decírselo nunca”.

Con el talento literario de siempre, narra su vicisitud personal sin vincularla con las de otras mujeres. Pero los tiempos han cambiado.
De la Redacción de AIM.

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