Erwin Schrödinger fue un genial físico teórico vienés de la estatura de Einstein, muerto en 1961, creador de la mecánica ondulatoria, una variante de la física cuántica Cierta vez lo contrataron en Viena para dar unas conferencias, reunidas luego en un librito extraordinario, "¿Qué es la vida?".
Después de hablar sobre meiosis, mitosis, cromosomas, la ley de los grandes números, terminó tirando a las damas ricas que lo escuchaban una patada voladora. Para las que habían pagado por un científico ilustrado eran de mal gusto los karatekas, pero Schrödinger era un transgresor. Por ejemplo: se exilió en Inglaterra al comienzo de la persecución nazi contra los judíos, aunque él no era perseguido, porque quiso seguir cerca de la mujer de uno de los físicos que debieron exiliarse, que era su amante.
Después de explicar largo cómo es que somos máquinas asimilables a relojes, pero cuánticos y no meramente mecánicos, para terminar abrió de golpe la puerta, sacó la vida del rincón, dejó entrar el aire y la luz del campo y terminó con estas palabras:
"Para la ideología occidental la noción oriental de que el Ser es uno y la pluralidad en que se funda la idea de personalidad, de "yo" individual, es ilusoria ha seguido siendo extraña. Pero los verdaderos amantes, por ejemplo, al contemplarse a los ojos se dan cuenta de que su pensamiento y su alegría son numéricamente uno, no meramente similares o idénticos".
Es lo que los guaraníes obtenían en las ruedas de mate, no mera camaradería sino aquella comunión que Schrödinger no necesitaba adivinar en los amantes, porque tenía conocimiento directo. Sabemos que llegados a cierto punto no es necesario hablar para entenderse, sospechamos qué hay más allá de los intereses comerciales que levantan barreras y tienden puentes desechables entre intereses ilusorios.
Schrödinger advierte que todos los credos occidentales hablan de pluralidad de almas, inmortales o no, destructibles o no, consecuencia de la pluralidad de cuerpos, de la unión de las almas a porciones limitadas de materia. "La única alternativa es atenerse a la experiencia inmediata de que la conciencia es un singular que desconoce el plural, que existe una sola cosa y la pluralidad no es más que una serie de aspectos diferentes de esa misma cosa". Alude así a la ilusión que los orientales llaman "maya" y que tiene nombre en todas las variantes del saber tradicional
Lo que llamamos el "yo" es una suma de recuerdos y experiencias flojamente enlazados, que está siempre en riesgo de desperdigarse y del que vamos dejando retazos por el camino sin darnos cuenta.
Se puede llegar de lejos, perder de vista todos los amigos, olvidarlos casi del todo, ganar nuevos, y compartir la vida con ellos con más intensidad que con los anteriores. "El joven que yo fui" se puede decir tercera persona. Sin embargo no se ha producido muerte alguna. Si un hipnotizador lograra borrar todas sus reminiscencias nadie pensaría que lo han matado. "Nunca habría que deplorar la pérdida de una existencia personal ni jamás habría que deplorarla", dice el físico vienés en "Qué es la vida".
Schrödinger no pretende, a diferencia de cuando habla de física, estar exponiendo descubrimientos personales. Al contrario: hace notar que se trata de ideas universales, estrictamente sin historia, que si se le busca un origen por lo menos remontan a 2500 años antes del presente, cuando los sabios vedantistas escribieron las Upanishads, sin duda después de un periodo larguísimo de tradición oral. Aquellos sabios establecieron la idea de que Atman, el ser universal que hay en cada uno es igual a Brahman, el Ser que es la única realidad, el Uno sin segundo.
Schrödinger les pedía a individuos que habían dedicado su vida a enriquecerse y sacar brillo a sus reputaciones que no deploraran la pérdida de una existencia personal porque tal existencia es una ilusión.
Volviendo a una costumbre nuestra de tomar mate, heredada de los indígenas, da un indicio de la búsqueda: si hacemos la introspección necesaria veremos caer una a una todas las capas de ilusiones que solemos tomar como "realidad" y aparecer una dimensión olvidada, la que experimentaba el guaraní cuando recuperaba el océano de Ser en que se han transformado los antepasados, que están en la tierra como las raíces del árbol de la yerba mate, o en el aire y la luz, como sus hojas.
Los políticos, los especialistas, los poderosos, prefieren ver la realidad por un rendija estrecha y mostrarla así a sus clientes porque toleran mal el aire libre; pero frente a ellos siempre es posible dar un testimonio de libertad.
De la Redacción de AIM.
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