Sin equilibrio entre las personas, no habrá equilibrio entre el hombre y la naturaleza. El desequilibrio entre el hombre y la naturaleza es resultado del sistema occidental que expolia a América desde hace 526 años y está expoliando al mundo entero. Desde hace 532 años América tiene paciencia. La paciencia es una virtud esencial y mal comprendida de los pueblos originarios de América. Es la virtud que permite no acrecentar la desarmonía.
Por eso la alternativa entre las concepciones europeas y la madre tierra no es antojadiza. Tiene raíces en la cultura andina y universal y en la práctica implica defender la tierra de la contaminación, el agua de las empresas multinacionales, el aire del humo venenoso y toda la vida del desequilibrio mortal.
Un expositor de las doctrinas tradicionales andinas recuerda que los rayos del Sol son para todos, lo mismo que el oxígeno del aire, las moléculas de agua y la tierra. Porque no hay fronteras reales en la tierra ni nadie es propietario absoluto de nada. Somos aves de paso, tan parte de la tierra como los microbios o los animales grandes y no más que ellos.
Para los andinos, y en realidad para todos los pueblos, incluso los occidentales antes del derrame imperial sobre el resto del mundo iniciado con el “descubrimiento” de América, hay una realidad superesencial que según la expresión del Tao Te King “con nombre es la madre de todas las cosas” que ellos denominan Pachakamaq. Sólo para nosotros y como ser manifestado es Inti, y se figura por el sol astronómico, que es el objeto físico más idóneo para representar lo que está más allá de él. Pachakamaq es una potencia esencial no manifestada ni manifestable.
Así como la sabiduría oriental dice que ni un grano de arena existe sin conciencia porque la naturaleza más profunda de todos los seres es la Conciencia, los indígenas andinos expresan lo mismo con la idea de que la misma esencia está en todo lo manifestado, de modo que no hay diferencias sino ilusorias.
Inti y Pacha, la Tierra, que no son ellos mismos cosas, dan lugar a todas las cosas, incluidos nosotros, que no tenemos más prerrogativas que cualquier otro ser.
De aquello de que Inti es figuración sensible nada se puede decir; pero del mundo de los fenómenos se debe afirmar que, como reflejo que es de otro orden de realidad, no puede estar sino en armonía, a la que los fenómenos no afectan de ninguna manera.
Las desarmonías son sólo para nosotros, transitorias y localizadas y no pueden sino resolverse en armonía.
Entre todos los órdenes de realidad hay relaciones de analogía, que los andinos expresan a nivel cósmico por la Cruz del Sur, a nivel terrestre por los cuatro puntos cardinales o los cuatro elementos, a nivel humano por las cuatro extremidades.
Se trata de un símbolo que permite entrever las vinculaciones del mundo más pequeño con el más grande, tal como nosotros conocemos las relaciones entre la estructura helicoidal de las moléculas de ADN y las galaxias, el caparazón de un caracol, un átomo y el sistema solar.
Justamente de la relación armónica de los cuatro elementos, aire, agua, tierra y fuego, que no son elementos químicos sino cualidades generales de todas las cosas, surgen también los alimentos. Si no hay armonía entre los elementos que los constituyen no habrá armonía en nuestro cuerpo ni en nuestra mente, que se forman y mantienen a partir de los alimentos. Y la desarmonía en este terreno se llama enfermedad.
A nivel social debe existir entre los hombres para que pueda existir con la naturaleza. Todo se corresponde y Evo no hizo sino expresarlo. A los que intentaron ridiculizarlo justamente en lo que menos de ridículo tiene, hay que perdonarles por no saber de qué hablan.
La naturaleza, por ejemplo con el cambio climático que es resultado de un desequilibrio provocado por los hombres, puede sin esfuerzo ubicarse en un nuevo punto de equilibrio que no implique la existencia de los hombres.
La civilización occidental ha llevado muy lejos la desarmonía en este terreno, tanto que enfrenta graves problemas por la comida chatarra y por los contaminantes de todo tipo que produce su hiperactividad desordenada. En la leche industrial que debemos consumir junto con sus derivados, hay desde estrógenos hasta pesticidas y raticidas, antibióticos y muchas otras cosas que la propaganda comercial pasa por alto. Cantidades no desdeñables de sustancias similares a los estrógenos se liberan al calentar las mamaderas de plástico y pasan al cuerpo de los bebés.
Los transgénicos y los pollos “engordados a fomento” como se suele escuchar en el campo, provocan un desequilibrio muy serio que no se limita a los pollos sino que se extiende a toda la alimentación.
La ciencia moderna, que se limita a recomendar soluciones o paliativos dentro de su estrecho punto de vista, advierte sobre la necesidad de reducir paulatinamente la extracción de petróleo y evitar el uso de sus derivados, sobre todo los plásticos.
Comunicarnos con lo que no vemos
En 2017, representantes de pueblos originarios de Argentina: guaraníes, diaguitas, kollas, tonokotes y mapuches se reunieron en Buenos Aires para discutir la comunicación y los medios de prensa propios.
Recordaron que ellos desde siempre se han comunicado. "Desde nuestra cosmovisión (en singular) la comunicación no es solo entre personas, sino que la comunicación es entre y con todas las vidas representadas en la naturaleza. La herramienta central para esa comunicación es nuestro idioma, o habla de la tierra. La comunicación se establece con lo que vemos y lo que no vemos. Lo que tocamos y lo que no".
Esta declaración es muy rica, y posiblemente escape a un análisis rápido. La doctrina es una, como señalan los sufíes del Islam y reconocen los indígenas. Y es así porque no depende de la creatividad ni de la perspicacia de ningún individuo que ponga en juego su imaginación, su poder combinatorio, los conocimientos que pudo acumular ni sus prejuicios para crear un "sistema explicativo" cualquiera, que solo da cuenta de las cualidades de su autor y nada más. La comunicación no es solo entre personas.
La persona humana, el individuo, está lejos de ser lo que entienden los europeos y por herencia o reflejo, también nosotros. No tiene sobre cualquier otra modalidad del ser ninguna prerrogativa, nada que lo haga mejor ni en consecuencia le dé ningún derecho sobre los otros seres. El mundo que vemos toma su existencia del mundo que no vemos. Por eso todo lo que existe es en alguna medida "vivo", o no es nada en absoluto (carece de ser). Por eso es posible establecer comunicación con todo, lo que es humano y lo que no lo es, lo que se ve y lo que no se ve. Las perspectivas de la comunicación se amplían enormemente.
El idioma mismo no es habla humana sino primero "habla de la tierra". Es una jerarquía inamovible que Europa ignora desde hace algunos siglos pero que los indígenas no olvidan.
Es notable cómo los europeizantes, por mucha buena voluntad y conocimientos que tengan, atienden ante todo al cambio e instan a mantenerse "actualizados". Por el contrario, los indígenas saben que todo cambio es enteramente inesencial y no apartan la vista de lo permanente, de lo que "no se ve ni se toca" pero de lo que depende lo que se ve, se toca y cambia.
Los indígenas relatan luego una tragedia: "Desde la llegada del invasor y la constitución del Estado en nuestros territorios, esa comunicación armónica se quebró. No solo se quebró la comunicación al interior de nuestra pueblos al quedar nuestra unidad territorial diseminada en cientos de porciones de este ancestral territorio, sino que nuestra herramienta e instrumento de comunicación quedó excluido y obligada a ser una comunicación clandestina, limitada al ámbito familiar y prohibida en las escuelas y más aún, en los Medios de Comunicación.
Desde entonces, se han utilizado todos los medios para mostrarnos al mundo desde los ojos de un tercero, o peor aún, pretendiendo ocultar nuestra existencia para hacernos invisibles.
Desde las crónicas escritas por los mismos militares que encabezaron grandes masacres indígenas, hasta un titular de la prensa escrita cuando, en una recuperación de nuestro histórico territorio, encabeza: “Indígenas usurpan tierras de empresario”.
La larga espera
Para los indígenas, habrá interculturalidad y democracia real "cuando los idiomas originarios sean reconocidos, junto al castellano, como idiomas oficiales y no como lenguas o dialectos. El cambio debe ser intrínseco, medular. No podemos ser los pueblos originarios quienes solo ejerzamos la interculturalidad; y la sociedad argentina tiene que exigir lo que es un derecho de todas y todos".
"De esta manera, el Estado nacional no puede negar ni desconocer su obligación ante el derecho de los pueblos originarios a la administración de nuestros medios de comunicación. Este derecho indígena es de carácter público no estatal, porque la gestión debe ser autónoma, pero es el Estado quien debe garantizar la sustentabilidad de los medios de comunicación indígena, y a la vez promover nuestras culturas originarias en todos los aspectos, no solo como atracción turística o nostalgia folclórica".
De la Redacción de AIM.
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