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Caleidoscopio
Caleidoscopio

La muerte maquinal

El proverbio chino que pide precaución ante nuestros deseos, porque podríamos verlos cumplidos, hace juego con las dos primeras nobles verdades budistas: todo es dolor y el dolor se debe al deseo.

El deseo particular a que se apunta acá es el de construir otros hombres, no mediante el método natural sino por procedimientos mecánicos o artificiales.

La filosofía moderna, según los manuales, parte de Descartes y de su idea de que el hombre es una máquina de relojería, pero dotada de alma: sustancia extensa y sustancia pensante. La idea no era de Descartes sino mucho más antigua y ni siquiera era europea de origen, aunque la Ilíada recoge el gusto de Hefesto, el Vulcano romano, por los autómatas.

La fascinación por las máquinas, relacionadas con el progreso y la liberación del trabajo agobiante, se ve por ejemplo en el interés por las artes mecánicas del polémico político y filósofo renacentista inglés Francis Bacon.

La imitación por autómatas de algunas acciones humanas es muy anterior. Hace 3500 años, el faraón Amenofis III hizo construir una estatua que emitía sonidos cuando al amanecer la iluminaban los rayos del sol.

Hace 2500 años, en tiempos del emperador King-su Tse, voló en la China una urraca de madera y bambú y hubo un caballo de madera que saltaba. Y 200 años antes de nuestra era apareció, en la edad dorada de la historia china, el tesoro del "primer emperador" Chin Shih Hueng Ti: una orquesta mecánica de muñecos.

En el museo de Alejandría, el inventor Herón describió aves mecánicas que volaban, gorjeaban y bebían, que eran más bien juguetes; pero también un molino de viento y un precursor de la turbina de vapor.

Mucho más cerca de nosotros, un relojero suizo construyó en el siglo 18 muñecos capaces de escribir, dibujar y tocar el órgano.

Las intenciones utilitarias se acentuaron durante la revolución industrial. Se incorporaron automatismos en las industrias mineras y metalúrgicas. El primer automatismo que afectó el trabajo humano, posiblemente el puntapié inicial del camino a la "singularidad" que estaría por llegar, fue la automatización de una máquina de vapor en Inglaterra.

El perfeccionamiento de las máquinas en la época de la automatización ha acercado a la realidad los entusiasmos, los pronósticos, la fantasía y las expectativas, pero los que fueron sueños amenazan tomar cuerpo como pesadillas.

El trabajador será cosa del pasado
En su libro "Homo Deus" el filósofo israelí Yuval Harari, preferido del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y de Barack Obama, dice brevemente: a pesar de los grandes avances que prometen prosperidad, en el siglo XXI la tecnología y la ciencia convertirán en desechables a la mayoría de las personas.

Es muy arriesgado y presuntuoso predecir el futuro, que depende de demasiadas causas desconocidas, pero una perspectiva que parece afirmarse mientras otras retroceden es que las máquinas que debían aliviarnos el trabajo y ganar tiempo de ocio, nos relegarán a la condición de sobrantes, inútiles, y servirán al poder que las controle.

Según Harari a medida que los algoritmos expulsan a las personas del mercado laboral la riqueza se concentra en manos de la élite dueña de los algoritmos y crea una desigualdad social y política peor que las peores de la antigüedad.

En la Grecia antigua, Solón convenció a los plebeyos de que los nobles no eran de otra especie, sino humanos como ellos. La "sangre azul", que se inventó un milenio después en España, tenía la misma intención de crear en la fantasía una especie humana "noble" diferente de la plebeya. De no encontrar freno ni desvío la tendencia tecnológica moderna, la división de la humanidad en especies diferentes ya no será una fantasía, sino uno de los "logros" de la ciencia aplicada.

La tendencia que crece rápidamente de mano de la tecnología es monopolizar el poder en unos pocos multimillonarios que harán funcionar todas las máquinas automáticamente. "Esto no es ciencia ficción, es una posibilidad muy real", tan real que ya está en marcha sobre todo en los países más desarrollados.

En la línea de Gilles Deleuze, el filósofo italiano postmarxista Antonio Negri, al que debemos en parte la reactualización de las ideas de Benito Spinoza, se sumó al "aceleracionismo" para tratar de ver alguna luz. Dice que ni los algoritmos ni la matemática son propiedades del capitalismo, y entiende que el "cognitariado", neologismo construido con "conocimiento" y "proletariado", los pondrá al servicio de la transición al "postcapitalismo".

Los algoritmos (del nombre del algebrista persa del siglo VIII Al Juarizmi) son reglas lógicas finitas que permiten solucionar un problema reiterando un procedimiento que va ajustando el resultado. Su empleo en matemática es antiquísimo, pero la computación ha permitido en casos inaplicables, porque hubieran llevado una vida calculando, alcanzar un resultado en segundos y usarlos en la automatización.

Sin embargo, se ha hecho notar que el hombre actual se ha hibridado con la máquina digital, con la tarjeta o el celular que generan adicción al punto que ya está siendo ganado por la robótica sin necesidad de ningún artilugio informático bajo la piel. Además, el capitalismo en su capacidad proteica para rehacerse tras cada crisis "final", ha subsumido a las matemáticas y a los algoritmos y los ha puesto a su servicio, como en general a todas las ciencias que hace tiempo han renegado de la verdad para aplicarse a la utilidad y a la rentabilidad. Y resultan perfectamente útiles al capitalismo en su cara actual y al parecer, más todavía a la futura.

El aceleracionismo quisiera ver a los "cognitarios" separándose del capitalismo, apoderándose de los algoritmos y creando una sociedad nueva. Quiere presentarse como una alternativa a la izquierda tradicional, que parece detenida en un momento de la historia anterior a la mutación antropológica producida por la tecnología.

Felicidad y consumo
El gran teórico de la revolución francesa, el abate Manuel Sieyés, que teorizaba al calor de la lucha, elogió el gobierno representativo y abandonó el mandato imperativo, de modo que los legisladores quedaron libres de hacer su voluntad y no la de los representados.

Sieyes vio que Europa se había hecho excepcional porque "el deseo de riquezas parece haber convertido a todos sus pueblos en vastos talleres: se piensa mucho más en el consumo y en la producción que en la felicidad". Luego vendría la "corrección" de que la felicidad se obtiene gracias al consumo.

Rousseau anticipó para todos lo que vio en Inglaterra: "el pueblo inglés cree ser libre, pero está completamente equivocado; solo lo es durante la elección de los miembros del Parlamento; tras la elección el pueblo es un esclavo, no es nada".

Los políticos actuales zarandean y vitorean mucho el momento electoral, en que se concretaría la voluntad soberana, pero a condición de que en todo el resto del tiempo no se haga otra voluntad que la de los políticos, que para eso abusan del mandato representativo y han prohibido el imperativo. El mandato imperativo obligaba al mandatario a cumplir estrictamente el mandato y nada más que el mandato. En la Edad Media hubo "representantes" ejecutados de vuelta a su aldea por haberse "equivocado" al votar.

Como decía Aldous Huxley, miles de millones rezan diariamente la oración que dice "hágase tu voluntad" pero no piensan ni por un instante en hacer otra voluntad que la propia.

En el tobogán
Todo el aparato político, dirigido más a explotar a la gente que a representarla, se sostiene junto con el valor económico de los explotados.

Pero hay una novedad considerable, que Harari resalta: las personas han perdido buena parte de su valor político, monopolizado por una casta nominalmente representativa, y ahora están perdiendo también su valor económico.

Mientras la gente tenga valor económico explotable, los gobiernos la cuidarán -como el ganadero a sus vacas- y tratarán en alguna medida de sacar adelante sus intereses con muchas mentiras mezcladas con alguna verdad para hacer verosímil el conjunto.

Se educaba a los niños para que fueran fieles servidores del Estado, buenos trabajadores y buenos soldados que no plantearan reclamos, como recomendó el filósofo Johann Gottlieb Fichte después de las derrotas ante Napoleón y llevó a la práctica la educación de Prusia, luego copiada en todo occidente.

Se construyen hospitales con gran bambolla publicitaria - a veces pura bambolla sin ladrillos- con la intención de mantener la salud de la población de modo de asegurar el rendimiento en la industria, la agricultura y la guerra.

Pero la perspectiva de que la gente pierda su significado económico puede hacer que los gobiernos la abandonen a su suerte, que dejen de invertir en salud y educación.

El científico e inventor estadounidense Raymundo Kurzweil, que ve color de rosa el futuro, dice que a fines de esta década las computadoras tendrán además de inteligencia, consciencia de sí mismas y riqueza emocional, serán en este sentido indistinguibles del ser humano, pero mucho más potentes en varias capacidades

La singularidad tecnológica
Ese sería el momento ya inminente de la "singularidad tecnológica" en que se producirá el gran cambio. El término está tomado de la astronomía, que postula en el interior de los agujeros negros la "singularidad", un punto pequeñísimo de densidad infinita y enorme fuerza gravitatoria donde no se cumplen las leyes de la física o por lo menos no se puede averiguar si se cumplen. La singularidad tecnológica inaugurará una época en que no existirá la sociedad humana actual o no será reconocible.

Kurzweil prevé para 2045 la extinción del cuerpo; la mente perdurará en un más allá tecnológico que recuerda la vieja idea religiosa de la inmortalidad. “Si fuera posible una consciencia humana completamente desligada del cuerpo, estoy seguro de que eso ya no sería humano", reconoce.

El tiro del final
El homo sapiens es el único miembro subsistente del género homo. Se extinguieron el hombre de Neardentahl, hace unos 30.000 años, y el homo floresiensis, hace quizá 10.000. Otros homínidos se extinguieron mucho antes.

El sapiens-sapiens podría estar en los últimos momentos de su existencia justo cuando su numerario es mayor que nunca; podría ser reemplazado por entes de su invención y terminar víctima de su propia creatividad fáustica. Los investigadores no tienen obstáculos a la vista para crear cerebros y mentes, que serían los generadores de valor económico.

Si una elite, como la que ya existe, se apropia del control de los datos que permiten crear cuerpos y mentes y explotarlos, el homo sapiens se dividiría en especies diferentes, de base tecnológica.

Los organismos humanos y animales ya son descifrables mediante algoritmos y pueden ser hackeados. Por fin, la humanidad alcanzará el horizonte que siempre pareció huir de ella a medida que avanzaba. Podría acontecer que alcancemos "el horizonte luminoso" en el momento de hundirnos definitivamente.
De la Redacción de AIM.

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