En 2022 apareció en castellano "La Segunda Venida", obra del filósofo italiano Franco Bifo Berardi, nacido hace 74 años en Bolonia, que constata que lo que se servía en occidente como política está en trance de muerte junto con la democracia.
El subtítulo: "neorreaccionarios, guerra civil global y el día después del Apocalipsis" resume el contenido del libro y expresa la posición del autor, que comprueba una declinación difícil de analizar y más difícil de detener.
Berardi advierte en el movimiento de la sociedad moderna, que califica de acelerado y descerebrado, un retorno en otras condiciones del fascismo. No el "macrofascismo" de Mussolini, ni un "minifascismo" a nivel individual, sino un "nanofascismo" inoculado en cada uno en dosis mínimas pero muy eficaces, como pretenden ser las homeopáticas.
Einstein dijo una vez que la estupidez humana es invencible, pero que la dictadura inevitable de los estúpidos es soportable porque ellos no tienen, justamente porque son estúpidos, la firmeza de objetivos que los haría insoportables.
Por otra parte, también hizo alusión, como Berardi, al día después del Apocalipsis: "No sé con qué armas se luchará en la tercera guerra mundial, pero la cuarta se luchará con palos y piedras".
Berardi analiza el poema "El Segundo Advenimiento" del irlandés William Butler Yeats, un poeta genial con incursiones por el ocultismo. Yeats auguró que el desastre europeo de 1914 preanunciaba la segunda venida de Cristo, pero se equivocó: lo que vino fue otra guerra, peor que la anterior.
"Dando vueltas y vueltas en la espiral creciente
no puede ya el halcón oír al halconero;
todo se desmorona; el centro cede;
la anarquía se abate sobre el mundo,
se suelta la marea de la sangre, y por doquier
se anega el ritual de la inocencia;
los mejores no tienen convicción, y los peores
rebosan de febril intensidad".
Maquiavelo intuyó que el príncipe, el político de su tiempo, para gobernar debía ser un criminal, siempre con dinero para comprar mercenarios y ser maestro de la intriga, el veneno y el puñal. Pero un contemporáneo suyo, Etienne de la Boetie, contestó en "La Servidumbre Voluntaria" que si hay Estado, si hay política que lo gobierna y es criminal, es porque los gobernados lo permiten.
Berardi recuerda una consigna de la década de los 60 del siglo pasado: "socialismo o barbarie"; y trata de indagar por qué prevaleció la barbarie.
La Ilustración creyó posible reducir el caos a un orden racional, hacerlo comparecer ante el tribunal de la razón; pero fracasó.
Mucha información, poco conocimiento
Berardi llama "proceso infonervioso" a la sobrecarga informativa a que el mundo moderno somete a los individuos. La consciencia está sobresaturada de información; no la puede procesar. En sus términos la "infoesfera" supera a la "psicoesfera" con el resultado de un ser abúlico, confundido, indiferente.
La dictadura financiera que terminó imponiéndose desactivó las democracias occidentales y redujo a la indigencia a buena parte de la población, mientras las finanzas siguen su trabajo de barbarie, racismo y guerra.
En estas condiciones tanto la sensibilidad como la razón se han apagado. Hoy la idiotez -la estupidez según Einstein- se ha rebelado contra la racionalidad.
Balance de medio siglo
Medio siglo después de la explosión estudiantil de 1968, los nuevos estudiantes caminan solitarios mirando la pantalla de su celular, melancólicos, depresivos y agresivos.
La consciencia tuvo un punto máximo alrededor de 1970; pero no pudo dominar a la tecnología, que crece mientras la consciencia social decrece.
La excesiva estimulación que produce la infoesfera impide el funcionamiento del pensamiento crítico. Con el advenimiento de la inteligencia artificial la humanidad entró en la era de la demencia de un cuerpo social sin cerebro, de un autómata.
El recurso a mano es hacerse amigo de los autómatas, pero éstos están programados con la lógica de acumulación del capital y lo que correspondería sería sabotear esa programación.
Sin la referencia del fracasado modelo soviético, que siguió tendencias autoritarias ancestrales en la sociedad rusa, los trabajadores de los países más poderosos siguen contra la dinámica global modelos nacionalistas o racistas.
De las luchas, ni el recuerdo
Esos trabajadores no tienen experiencia de las luchas anarquistas y socialistas anteriores a la derrota de la década de los 80 del siglo XX, deberían partir de cero. Más todavía ignoran las experiencias comunitarias de la Edad Media europea; la rapiña que sufrió el comunal -la organización asamblearia sin Estado desde España a Rusia- con el triunfo liberal; y en el caso de América, todo lo que se refiere a modos de organización y producción de los pueblos originarios, coherente con su cosmovisión.
Berardi sostiene que el colapso de la democracia fue preparado por cuatro décadas de competencia neoliberal, que dio el fruto agrio del hipercapitalismo.
La "alternative right" o "alt right", la derecha alternativa en Estados Unidos, es el culto "libertario" de la disolución del Estado salvo la policía, a diferencia de la doctrina de Alexander Dugin en Rusia, que con intenciones similares recomienda fortalecer el Estado.
El fascismo posmoderno no tiene los ímpetus juveniles ni heroicos que reclamaba Mussolini, sino deseos de venganza y síntomas depresivos.
Tiempo de ganar, tiempo de perder
Los que recientemente en nuestro país de identificaron con las promesas vociferadas del egoísmo neoliberal, supusieron estar entre los ganadores; pero no tardarán en reconocer que su destino, como siempre, está entre los perdedores.
Una pequeña anécdota ilustra sobre esta parábola: "Yo lo voté para que le quitara los subsidios a los negros", lamentaba una mujer. La respuesta socarrona: "Y te quitaron los subsidios a vos". Ella votó impulsada por racismo y clasismo sin consciencia de dónde la ubicaba a ella el racismo y el clasismo del poder. Se creyó vencedora, pero recibió el trato de los vencidos.
El Estado, contra las promesas del libertarismo capitalista, no desapareció: solo se puso al servicio de la gobernanza financiera mundial para asegurar la transferencia de riqueza a los bancos.
La derrota del socialismo "real" abrió el camino del nuevo fascismo. La democracia no pudo frenar la depredación financiera. La verdad, que antes fue faro de la voluntad y guía de la acción, quedó confinada a una cuestión subjetiva, del mismo tenor que la opinión. Ahora, para la multitud de desencantados o desesperados, se trata de vengar la suma de humillaciones.
El pensamiento crítico no puede resistir la sobreestimulación nerviosa a que está sometido, además de que es una flor rara que el poder no cultiva ni recomienda. Los votantes no pueden discernir críticamente y eligen a manipuladores que explotan su credibilidad.
Hay una luz
Sin embargo, Berardi reconoce que a pesar de todo, la gente conserva un resto de buen sentido que le permite distinguir entre lo verdadero y lo falso, mantiene consciencia de la verdad.
Cada cual sabe que el capitalismo explota y el sistema financiero empobrece. Lo que cada uno necesita es saber cómo librarse de la explotación, no de alguien que la denuncie.
Para Berardi, la locura que se disemina por todas partes, la ola reaccionaria, no es un hecho político sino una mutación antropológica, que no puede superarse políticamente.
Tarde, ha vuelto a la escena una observación de Sismondi hace más de dos siglos: el capitalismo y la democracia son incompatibles. Sismondi leyó a Adam Smith y quedó cautivado con su pensamiento económico; pero cuando visitó Inglaterra quedó decepcionado con sus resultados y concluyó que aquella economía era sólo crematística.
El capitalismo actual está entregado al automatismo financiero, desentendido de la democracia que solía llevar como lema o como una de sus características intrínsecas.
Berardi ve cerca el apocalipsis, pero no en el sentido teológico, y trata de encontrar un camino de ruptura de la impotencia y la desesperanza, de reinventar un futuro.
La Segunda Venida no sería entonces la de Cristo, que contra lo que previó Yeats no se se produjo; tampoco la de un neofascismo que está al llegar. Es la supresión de la acumulación y del trabajo asalariado.
Considera una superstición la convicción de que el trabajo se debe cambiar por dinero, es decir, tratar el trabajo asalariado como la ley natural que no es.
La Segunda Venida será entonces la era postapocalíptica, si es posible encontrar la salida de un laberinto que requiere la astucia de cien Teseos para vencer a un minotauro elusivo, invisible e inasible pero omnipresente.
Como dijo Keynes, un economista muy denostado por los neoliberales, al final del día lo inevitable no sucede porque prevalece lo impredecible
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