Cuando en sus conferencias los estudiantes le preguntaban a Albert Einstein si creía en dios, el científico decía que creía en el dios de Spinoza. Era un modo de expresar su curiosidad, su asombro, su admiración por el orden racional del universo. Admitía que el aspecto exterior del mundo es caótico, pero su deseo era desentrañar su orden interno y necesario, el cosmos.
El dios de Spinoza, rigurosamente definido en la primera parte de la "Etica", es la única sustancia existente, que constituye toda la realidad, inmanente, causa de sí misma, eterna e infinita, que se identifica con la naturaleza.
Pero la vida de Einstein, a diferencia de Spinoza, coherente con su doctrina, no se avenía con su deseo de descubrir el cosmos: estuvo signada casi siempre por el caos familiar.
Mileva, el matrimonio
Einstein se casó a los 24 años, en 1903, contra la voluntad de sus padres con una compañera de colegio, la matemática y física serbia Mileva Maric, la única mujer que por entonces tomaba clases en la escuela politécnica de Zürich.
Liesert, la hija de ambos concebida antes del casamiento, tuvo un destino incierto: posiblemente murió a los pocos años o quizá fue dada en adopción. Lo cierto es que no hay más datos de ella.
Nacieron luego otros dos hijos: Hans Albert y Eduard, un niño enfermizo que de joven quiso ser psiquiatra, fue diagnosticado de esquizofrenia y posiblemente motivó el enfriamiento y la ruptura del matrimonio.
Divorcio y otro matrimonio
Cuando Einstein ya mantenía un romance oculto con su prima Else Löwentahl, impuso a Mileva duras normas con la finalidad de mantener las apariencias, que rápidamente llevaron al divorcio porque Mileva no las aceptó. Quizá no eran más que el diseño de los abogados para forzar la ruptura en el juicio.
Las normas, por escrito y firmadas por Einstein, son prolijas y están organizadas como en un libro de texto :
A. Tendrás que encargarte de que:
1. Mi ropa esté siempre en orden 2. Se me sirvan tres comidas diarias en mi cuarto. 3. Mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y de que nadie toque mi escritorio
B. Debes renunciar a todo tipo de relaciones personales conmigo, con excepción de aquellas requeridas para el mantenimiento de las apariencias sociales. No debes pedir que: 1. Me siente contigo en casa 2. Salga contigo o te lleve de viaje.
C. Debes comprometerte explícitamente a observar los siguientes puntos: 1. No debes esperar afecto de mi parte y no me reprocharás por ello. 2. Debes responder inmediatamente cuando te dirija la palabra. 3. Debes abandonar mi dormitorio y mi estudio en el acto. 4. Prometerás no denigrarme cuando así te lo demande yo ante mis hijos, ya sea de palabra o de obra.
Un error explosivo
En agosto de 1939 cuando Hitler invadió Polonia, Einstein dirigió una carta el presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt, en que sugiere, quizá siguiendo ideas de la comunidad científica más próxima, la fabricación de una bomba atómica, a pesar de que nada permitía pensar que Alemania podría construirla, porque los nazis se habían jugado al éxito de la "Blitzkrieg". Antes de morir, Einstein dijo que aquella carta y sus consecuencias fueron "el gran error de mi vida".
El artefacto se construyó pero no se empleó contra Alemania, que ya había capitulado para entonces, sino contra el Japón.
La finalidad de Einstein era detener a Hitler, pero la matanza fue sufrida por el Japón cuando estaba prácticamente derrotado, con el propósito de intimidar a la Unión Soviética, que se perfilaba como el enemigo que tomó cuerpo en la "guerra fría" que siguió.
El divino Wolfgang para los recreos
Einstein era religioso no confesional, decía que no podía creer en los dioses de las religiones positivas, pero sí en una "Razón" que gobernaba al mundo y a la que respondía la estructura de éste, que él intentó dilucidar.
Era amante de la música de Mozart gracias a la temprana influencia de su madre. Interpretaba al gran Wolfgang al violín. Era enemigo de la guerra y de los militares.
Decía que quien sentía placer marchando codo con codo al compás de marchas militares, por ejemplo en los desfiles, no merecía haber recibido un cerebro, porque para eso le bastaba con la médula espinal.
El profesor Palle Yourgrau, su último discípulo, escribió: "Einstein tocaba el violín, era enormemente aficionado a la música de Mozart. Yo le acompañaba al violoncelo. El sentía la música y la comprendía mejor de lo que la interpretaba. Conocía muy a fondo a Mozart. Era muy sensible, le gustaba muchísimo la música".
Enfriamiento religioso
Einstein de niño tuvo una educación religiosa judía, pero, de joven, dejó el judaísmo por su propia decisión, en tanto Spinoza fue expulsado de la comunidad judía de Amsterdam mediante el "herem", una especie de excomunión especialmente violenta.
Einstein se mantuvo sin pertenecer a confesión religiosa alguna. En la época inmediatamente anterior a la Segunda Guerra le pidieron en Estados Unidos que colaborase a favor de la causa judía y colaboró, aunque rechazó ser presidente del Estado de Israel cuando se lo ofrecieron.
Yourgrau recuerda que Einstein había leído a Unamuno, era un admirador de su posición vital y de su obra. Le gustaba muchísimo su novela La tía Tula y La vida de Don Quijote y Sancho.
En algunos de sus trabajos habla del límite de la inteligencia, de la imposibilidad de establecer una relación total con la realidad por una vía exclusivamente intelectual. Para él la inteligencia sólo es una función válida para ligar cierto tipo de fines con cierto tipo de medios, pero no es la «solución de la vida».
Sin embargo, el racionalismo que en Spinoza no tenía fisuras, en Einstein volaba a veces a regiones más emotivas. Es seguro que leía con frecuencia trozos de "Isis sin velo" y de "La doctrina secreta", obras monumentales de la creadora de la teosofía, la desconcertante rusa Elena Petrovna Blavatsky, que hizo una adaptación de algunas doctrinas orientales.
Leonardo, la ciencia y más
En una ocasión explicó qué significaba la ciencia para él: "es algo muy importante en que basar la vida que me ayuda a comprenderla y a ser más feliz... Me gustan tantos campos... Mi sueño sería ser Leonardo de Vinci. Pero la vida es mucho más que la ciencia... Ahí está la amistad, el amor...»
En sus cartas a Mileva, primero de física, luego de amor, Einstein expone por primera vez sus ideas sobre la relatividad, ya que Milena era también estudiante de física. Actualmente se discute si Milena, que era un talento matemático de primer orden, tuvo más participación de la que se le reconoce en la creación de la teoría de la relatividad, sobre la que el matrimonio discutía sin duda.
Einstein se divorció de Milena en el 14 de febrero de 1919. Ella se dedicó al cuidado de su hijo Eduard hasta que murió internado en un hospital psiquiátrico. Mileva sufrió un accidente cerebro vascular que la dejó paralizada y murió y el 4 de agosto de 1948 en un hospital, siete años antes que Einstein, del que era cuatro años mayor.
Einstein se casó con Elsa, que procuró crearle un entorno favorable para el trabajo de un científico; pero el científico tenía debilidad por las mujeres, que a veces se le acercaban movidas por su fama. Elsa murió en 1936 de insuficiencia renal.
Penas y alegrías del amor
Era fiel al racionalismo spinoziano, confiando en el orden esencial de la realidad, en la razón que gobierna todas las cosas y se expresa en las leyes físicas, pero también seguía sus instintos y a menudo sucumbía a ellos con alegría.
Ilse era hija de Else antes del matrimonio y Einstein se sintió atraída por ella cuando era una belleza de 22 años. “Ayer se planteó de pronto la pregunta sobre con quién debería casarse Albert, si conmigo o con mamá”, escribió Ilse a un amigo.
Posiblemente el primer amor conocido de Einstein fue María Winteler, hija de una familia que lo alojó en Suiza.
Para Rubén Darío, después de aquella Margarita con la que cenó "una noche alegre que nunca volverá", las otras fueron apenas pretextos de las rimas.
Para Einstein, después de Mileva y antes por qué no, los amores se sucedieron. "Yo sé que ahora vendrán caras extrañas" dice la trágica letra de Lepera en "Sus ojos se cerraron". Y Einstein se arrimaba una y otra vez a caras extrañas y también a mujeres había conocido en Europa y reaparecían emigradas como él a los Estados Unidos.
Una de ellos fue su bibliotecaria, Johanna Fantova, que llegó a Princeton, donde era profesor, en 1944. Einstein le pidió que le ordenara la biblioteca, una excusa para tenerla cerca.
Parece que el físico tuvo muchos flirteos que fueron tapados con relativa eficacia por su secretaria, Helen Dukas. Uno de ellos fue con una espía soviética, Margarita Konenkova, a la que no conocía en esa condición. A Margarita le envió varias cartas de amor en 1946.
Gretel Lebach era una joven austríaca que también suscitó en Einstein un interés ardiente, tan luminoso que Else lo vio y estuvo a punto de arruinar su matrimonio con ella.
Cuando fue víctima de un aneurisma de la aorta abdominal de que no quiso operarse "para morir con elegancia", Einstein procuró en sus últimos días en el hospital resolver algunas cuestiones físicas empleando las matemáticas. Al final perdió la consciencia. Sus últimas palabras, pronunciadas en alemán, su idioma materno, no fueron comprendidas por la enfermera que estaba cerca, la última persona que lo vio vivo, una mujer.
De la Redacción de AIM
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