Los medios de comunicación han sido uno de los agentes de socialización que más han contribuido al sostenimiento del racismo. Construyeron, reprodujeron, difundieron y masificaron durante décadas prejuicios y estereotipos sobre la población racializada, principalmente indígena y afrodescendiente a través de sus distintos contenidos, como lo son aquellos dirigidos al entretenimiento, a la publicidad, pero también a la información.
Pese a ello, en el ámbito periodístico existe un gran desconocimiento y desinterés en lo que refiere a la población racializada y el fenómeno del racismo. Además, son muy pocos los profesionales con formación en el área; esto en oportunidades contribuye a que los prejuicios personales y estereotipos construidos sobre estos grupos poblacionales sean trasladados a la narrativa periodística e investigativa, al mismo tiempo que existe una resistencia para convocar a los especialistas racializados, así como una notoria incapacidad para distinguir entre voces racializadas expertas y testimoniales lo cual incide en los contenidos sobre la temática que pocas veces son producidos.
En este contexto la población racializada sigue siendo la menos profesionalizada y cuando logran profesionalizarse -producto del racismo- se enfrentan a limitaciones para su inserción en los medios de comunicación, así como, a la desestimación de las notas, reportajes e investigaciones que abordan la situación y experiencias de la población indígena y afrodescendiente, las cuales son consideradas como subjetivas, emocionales y politizadas. Por su parte, cuando la población racializada intenta desarrollar experiencias comunicacionales desde sus comunidades o experiencias específicas, su alcance e impacto en el público se encuentra condicionado por la falta de recursos, patrocinantes y acceso a tecnología.
Es por esta razón que avanzar en el proceso de deconstrucción del racismo implica necesariamente reconocer la diversidad étnico-racial de nuestras sociedades, garantizar la representación y visibilidad de la población indígena y afrodescendiente, y por supuesto, erradicar los prejuicios y estereotipos racistas en la narrativa mediática. También es fundamental que desde el ámbito periodístico se profundice en el abordaje de estas problemáticas, que no se convoquen a otros para enunciar las experiencias de la población racializada; pero, sobre todo, es imperativo trascender la victimización y criminalización de la población indígena y afrodescendiente en los medios de comunicación.
El racismo es un fenómeno de gran complejidad y gravedad, pero también multifactorial, por lo cual el periodismo puede contribuir a su erradicación. No obstante, para ello es necesario que sea abordado de forma permanente y no solo coyuntural, pero principalmente que se tome posición contra el racismo y deje de ser considerado –como es frecuente- un debate o simple libertad de expresión.
También es importante que el abordaje de la problemática sea riguroso y que este no se limite a contar muertes de indígenas o afrodescendientes, como tampoco a narrar exclusivamente hechos en los que las personas racializadas son humilladas, violentadas y avergonzadas. El periodismo también puede contribuir a la erradicación del racismo proporcionando en noticias y reportajes que aborden la temática elementos para comprender el origen del fenómeno e información sobre como denunciar hechos de discriminación racial. Y finalmente, erradicar el racismo también implica deconstruir los prejuicios y estereotipos que persisten sobre las personas racializadas. Por eso, es necesario construir referentes positivos, visibilizar sus aportes y contribuciones a la sociedad, así como sus historias de éxito individual y colectivo.
Por Ester Pineda para editorialsudestada.com
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