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Caleidoscopio
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Tradición y alteración

En la visión tradicional andina, el sumak kawsay, el buen vivir, expresa la unidad de las partes en el ayllu, el grupo familiar y productivo y la reciprocidad entre ellas en el ayni, principio de justicia e igualdad. El economista ecuatoriano Pablo Dávalos, que tuvo un paso efímero y quizá desafortunado por la política de su país, admite que restablecer los modos tradicionales andinos en las mentes modernas implica desalojar de ellas estructuras tenacísimas.

Los que han sufrido el injerto de la modernidad en sus mentes no reconocen más que la ciencia ilustrada, europea, y la tecnología que se sirve de ella, no como la más prestigiosa sino como la única.

Los economistas en particular tienen dos conceptos históricamente recientes, que ellos tratan como eternos: uno, el desarrollo como la finalidad natural de la historia y el otro, el crecimiento que pone a la economía sobre las demás actividades humanas.

A partir de la idea occidental y moderna de desarrollo, los mismos economistas propusieron dividir los pueblos en desarrollados y subdesarrollados, lo que implicaba una clara valoración, adjunta a la recomendación a los "subdesarrollados", no plenamente alcanzados por la ilustración y sus beneficios, de una serie de medidas para copiar a los desarrollados y ponerse a su nivel.

El progreso, el gran invento liberal, equivalía a la libertad porque prometía dejar atrás para siempre a la escasez y entrar por fin en el mundo de la abundancia. El viejo sueño del país de Jauja reaparece indiscutible como el rey, aunque esté desnudo.

Según Dávalos, el neoliberalismo, más reciente, tomó algunas medidas de perfeccionamiento en las palabras, para evitar entre otras cosas mencionar a los "Tigres" asiáticos, que rugían por entonces, debido que olían al odiado Estado. Pero estableció para los "subdesarrollados" mirar solo a la libertad de los mercados y dejar librados a su acción bienhechora todos los problemas, que ante el poder del bien irían cayendo de a uno como los diablos ante la espada de San Miguel Arcángel. En los hechos, era necesario solo mirar al crecimiento del PBI y dejarlo librado a la acción de los mercados.

Algunos errores, como el del alemán de André Gunder Frank en los años 60, cuando notó que en Nuestra América lo único que se desarrolla es el subdesarrollo, fueron rápidamente corregidos como desviaciones de la ortodoxia.

El sistema capitalista, llamado "sistema mundo" por el estadounidense Manuel Wallerstein, implica poner en la base un sujeto individualista y egoísta que vive en un tiempo homogéneo. Ninguna de estos presupuestos es compatible con la visión tradicional andina de la vida, que antepone la comunidad al individuo y el tiempo cíclico al lineal.
Los límites de la discusión en el seno del "desarrollo" son reveladores. La ortodoxia triunfante fue capaz de discutir con el keysenianismo para luego borrarlo de los manuales. Fue capaz de discutir con el marxismo para ridiculizarlo tanto como fue posible y declararlo vencido y muerto.

Tanto Marx como Keynes respiraban el mismo aire que los liberales, vivían en su misma civilización, no eran ajenos a ella por mucho que la cuestionaran. Pero lo que no se tolera es abandonar los marcos de referencia que permiten dar un lugar central al desarrollo.

A diferencia de la física, que admitió a inicios del siglo XX los puntos de vistas paradójicos de la mecánica cuántica y por esa vía la introducción de ideas orientales, budistas o taoístas, la economía liberal no admite nada que provenga de otra fuente que no sea su propia civilización, su lógica, su ambiente, y por ese camino se ha quedado relegada en el mismo desarrollo que le sirve de estandarte.

Quizá sea cierta incómoda consciencia de este subdesarrollo lo que llevó a los neoliberales a extremar los puntos de vista y centrarse solo en los mercados como mecanismos de asignación de recursos y de regulación social. Por lo menos al momento del repatto del prestigio académico, cualquier otro punto de vista ya no es tenido en cuenta.

Se ve confusos entonces a los que quieren seguir explicando la política con los conceptos originados en la revolución francesa. No pueden decidir si un partido es de izquierda o de derecha, hablan de fascismo izquierdista y de fasciofeminismo.

Favorecen un revoltijo ideológico que no se ordenará mientras los neoliberales sigan en la cima y no reconozcan sus fines primero y renuncien a ellos como consecuencia después.

Finalmente, en los medios de prensa, en los comunicados de las Naciones Unidas, en las ONG, en las proclamas de los partidos con posibilidades electorales, no hay alternativas al neoliberalismo.

La demostración de Ludwig von Mises de que a través de los precios los mercados son los mejores asignadores de recursos es al mismo tiempo la refutación de las herejías, que han desaparecido del escenario económico.

Hemos alcanzado el punto, según Dávalos, en que la idea de los mercados como únicos reguladores sociales ha convertido al discurso de la economía en un dispositivo teórico que da legitimidad a las corporaciones.

Como resultado, el mercado es teología y los saberes alternativos herejía, y los economistas liberales son el clero que tiene autoridad para separar probos de réprobos.
Ecuador y Bolivia intentaron recuperar la sabiduría ancestral de los pueblos de nuestra América Abya yala, justo cuando una nueva inquisición, un clero con deidades justicieras e inmanentes, condena y ejecuta. Pero la exacerbación del punto de vista único, sin alternativa, y el malestar que provocan sus abusos e insuficiencias, no puede ocultar los malos resultados y anticipa un agotamiento que ya se ve.

Dentro de la ideología neoliberal no hay solución para los problemas ambientales que el mismo sistema crea. La humanidad buscará otras posibilidades teóricas y epistemológicas por fuera de la teoría económica dominante, por fuera de la razón liberal.

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