El carnaval de Victoria, que este año se denomina "Sol Rourich", se adueñó desde el 3 de febrero de la Ciudad de las Siete Colinas e invita a todos, locales y visitantes, a contagiarse de su alegría, supo AIM. Con hábito pueblerino, a pesar del crecimiento que tuvo la ciudad desde la apertura del enlace vial que la une con Rosario, los vecinos salen de sus casas, mate en mano, a mirar como si nunca hubieran visto esta expresión popular.
En la convocatoria está en el origen de la fiesta. Esta festividad anual, cuya misión esencial es permitir durante algunos días que se disipe la presión a que la mayor parte de la sociedad está sometida durante todo el año y se expresen relaciones sociales inversas de las habituales, se remonta a tiempos lejanos. Con los años, esa manifestación se ordenó en un desfile e hizo que la ciudad ganara el título de Capital provincial del carnaval.
Algo de historia
En occidente, las fiestas carnavalescas se celebran en los tres días que preceden al miércoles de ceniza. El origen del carnaval en Europa son sin duda las saturnales romanas. Hay similitud en la época del año en que se festeja y también en su carácter de desenfreno y alborozo popular, que va de acuerdo con su propósito de aliviar tensiones.
En una charla con AIM, antes de su partida, en septiembre de 2019, quien entonces era director del museo Carlos Anadón de Victoria, Oscar Lami, recordó que en 1848, el general Justo José de Urquiza decidió suspender en Entre Ríos “para siempre”, según disponía el decreto, los festejos de carnaval. La medida no era distinta a la que adoptó Juan Manuel de Rosas en esa misma década para Buenos Aires, quien eliminó la fiesta carnestolenda “por los excesos que se registraban”.
Lami indicó que después de la batalla de Caseros se produjeron importantes cambios sociales, con la llegada de los primeros inmigrantes. “Una de las corrientes más importantes fue la italiana, que ejerció una suerte de presión psicológica para que retornaran los festejos del carnaval, en particular en nuestra ciudad”.
Carnavales en Victoria
Los carnavales en Entre Ríos y en particular en Victoria, se asocian con la creación de sociedades musicales. Prueba de ello son los estandartes de la primera época que se guardan en el museo Carlos Anadón de la ciudad de las siete colinas.
Sobre el tema, Lami explicó a esta Agencia que “en 1868 se creó en Victoria una Sociedad carnavalesca y de filantropía, de la que quedó el reglamento”, y señaló que en la localidad hubo varias sociedades filantrópicas: dos dieron origen al Club social y otras dos al Jockey club. “En 1868, la que pesaba mucho era la denominada ‘Los pobres iniciadores’. Estas sociedades funcionaban durante todo el año, no solo para la fecha del carnaval, sino que amenizaban además las fiestas familiares”.
Otras como “La unión”, “La berenjena” y “Los náufragos del amor”, fueron protagonistas hasta que en 1901 apareció “Los marinos del Plata”, que desfilaba alrededor de la plaza principal con sus instrumentos típicos y el coro, que entonaba canciones populares. “Los integrantes ejecutaban mandolinas, violines, guitarras, flautas, clarinetes, acordeones y bandoneones. Con un vistoso uniforme giraban alrededor de la plaza los lunes y martes, días en que se celebraba el carnaval”.
“Al principio, estas sociedades estaban integradas por vecinos ‘del centro’, pero más tarde se incorporaron otros de los barrios. Al principio parecía que predominaba el elemento itálico, pero por ejemplo, el poema que cantaban ‘Los pobres iniciadores’ había sido escrito por un español de apellido Aguirre”, comentó entonces el historiador.
Con el correr del tiempo fueron cambiando los formatos. En 1930 ya casi no se hablaba de “sociedades” sino que aparecieron las “comparsas”, que se formaban para el carnaval. Fue entonces que surgieron Unión y alegría, La berenjena, Los comprimidos, Iris del plata, Los entrerrianos, Los pelotaris, Los pierrots de la noche y Los príncipes del arte, y en 1940, los populares “Gauchos”. Si bien existieron de estos últimos varias versiones, como Los de Güemes o Los entrerrianos, todos interpretaban la música con los instrumentos descritos anteriormente, pero vestidos a la usanza tradicional argentina.
Más adelante, la vestimenta se hizo más llamativa, y en 1948 ya se veían algunas comparsas con coros femeninos, como por ejemplo, Los hijos de Victoria y Las estrellas del oeste. La influencia brasilera no estuvo ausente en el carnaval y a fines de 1960 apareció en la ciudad la primera scola do samba, que se llamó Movimiento juvenil Victoria. “Ese movimiento estaba ligado al cristianismo, pero además tenía otras actividades. No obstante, dieron el puntapié inicial para que se sumaran otras comparsas imitando ese formato, aunque con un origen distinto”.
La historia reciente recuerda a O´capitanísima (1978), Guanabara y Chaná sambá, con reminiscencia de nombres aborígenes, que todavía desfila.
Terror do Corso, magnífica imprevisión
Párrafo aparte mereció Terror do Corso, figura que, de alguna manera, identificaba el carnaval en Victoria. Era un hecho espontáneo, popular y participativo, “casi una cuestión inorgánica, muy lejos de las ordenadas comparsas”, advirtió Lami. Aunque sin fecha cierta de surgimiento, hizo su entrada alrededor de 1970. “En Terror do corso todo es imprevisión”, aclaró el entonces director del museo y destacó que “nada tiene que ver con las comparsas tradicionales. Terror do corso no tiene límites, es decir, no hay escuadras bailando, ni uniformes. Lo que sí, mucha gente con ganas de participar, de desfilar, de ser protagonista en esta fiesta”.
Otro elemento importante en el carnaval de la localidad son las mascaritas sueltas. “En los grandes carnavales como el Río de Janeiro, e incluso en Gualeguaychú y Hasenkamp en Entre Ríos, o el de Corrientes, no hay mascaritas sueltas, que son personas que se disfrazan de la cosa más insólita. Un ejemplo es la mujer que se disfrazó de maceta, varios hombres convertidos en indios o gente joven disfrazada de enfermeros o de otras cosas; en Victoria se permiten estas mascaritas sueltas, así que esta es otra característica. La imaginación no tiene límites…”.
Esa creatividad también tuvo detractores, en particular de las comparsas que invertían en vestimentas y trabajaban para armar coreografías durante muchos meses. “Después vino la onda de imitar los carnavales de Gualeguaychú o Hasenkamp, pero acá se permite desde hace algunos años, otra vez el ingreso de las mascaras sueltas, aunque todo con control. En definitiva, lo que caracteriza a los carnavales en nuestra ciudad es la participación popular y esa faceta los hace diferentes”.
El pasado ya no existe
Aunque ya no se celebre como antes, el espíritu popular continúa movilizándose para sacar la alegría a la calle. Los pomos con agua, el contoneo de los cuerpos bajo el tun-tun de los tambores, o la espuma blanca en aerosol, permiten protagonizar el carnaval de la localidad con rituales generosos en danzas y cantos populares. La alegría fugaz -apenas unos pocos días al año- sigue siendo una herencia de las festividades saturninas de la vieja Roma, celebradas para honrar la fertilidad generosa de la tierra que beneficiaba a todos sus hijos por igual.
Los denominadores comunes de los carnavales del mundo -el disfraz y la máscara- ayudan a olvidar la vergüenza y disfrutar de la fiesta en cada rincón de Victoria. Participar es una oportunidad.
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