El efecto de la sequía en la campaña agrícola 2022/23 será uno de los mayores desafíos que tendrá que sortear la economía argentina durante este año.
Las últimas proyecciones de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires adelantan que las exportaciones de los principales complejos de granarios caerían entre un mínimo de u$s9.200 millones hasta un máximo de u$s14.100 millones. Esto representa nada menos que un descenso del PBI de entre el uno y el 1,8 por ciento y en términos de recaudación fiscal el Estado dejaría de percibir entre u$s3.100 y u$s4.700 millones.
La sequía devastadora que actualmente afecta a la soja y el maíz ya redujo a la mitad la cosecha de trigo que concluyó en poco más de 12 millones de toneladas y por el momento no se esperan precipitaciones de consideración que mitiguen el escenario. Es por eso que de mínima el escenario moderado plantea que el ingreso por exportaciones caería unos u$s9.200 millones y de máxima unos u$s14.100 millones. Este último valor podría considerarse bastante factible ya teniendo en cuenta que los pronósticos climáticos por el momento no son muy alentadores.
La entidad realiza un análisis de dos escenarios posibles tomando como base las cifras presentadas en el lanzamiento de campaña gruesa 2022/23. El primero definido como moderado, donde se presentan proyecciones estimadas de producción para soja, maíz y girasol de 41, 44,5 y 3,7 millones de toneladas, respectivamente; el segundo, un escenario pesimista (sequía más pronunciada), de 35,5, 37,8 y 3,5 millones de toneladas.
En tanto, de cumplirse las estimaciones iniciales de producción presentadas en septiembre del año pasado habrían implicado una caída del Producto Bruto Agroindustrial (PBA) respecto a 21/22 de u$s4.067 millones. Sin embargo, el empeoramiento de la situación climática resulta en caídas superiores, del orden de los u$s11.025 millones bajo el primer escenario, y de u$s15.743 millones, en el segundo (mayor caída en producción). Por lo tanto, el impacto negativo de la sequía con relación a las proyecciones de septiembre es equivalente al 1,1 por ciento o 1,8 por ciento del PBI, según el escenario. El dato clave es que estas cifras no miden las interacciones con otros sectores, como por ejemplo a través de efectos multiplicadores, ni otras variables macroeconómicas, las cuales profundizarían estos resultados.
“La cadena de valor de la soja tendría la mayor caída en su contribución a la economía. Respecto al escenario base, sus aportes descenderían entre u$s3.320 y u$s6.308 millones dependiendo el escenario final. Mientras que, en una misma sintonía, los aportes del maíz caerían entre u$s1.479 y u$s3.111 millones”, remarcan desde la entidad porteña.
Por su parte, dado el desfavorable contexto climático que atraviesa la campaña 22/23, se espera una significativa afectación en la producción, lo que decantaría en menores envíos al exterior. Es por ello que, según las proyecciones, las ventas al exterior de trigo y cebada rondarían los 5,8 millones de toneladas y 2,19m millones, disminuyendo un 47 y 35 por ciento, respectivamente, en relación al escenario planteado al inicio de la campaña; para el maíz, de cumplirse el escenario más benevolente o el más grave, las exportaciones podrían rondar los 28 millones de toneladas o 21 millones de toneladas, lo que implica una disminución de un 16 y 36 por ciento.
Por último, para el caso del complejo soja, la suma del volumen exportado con relación con la proyección se estima en una reducción de entre el 16 y el 28%, lo que se traduce en 6,4 y 11,4 millones de toneladas menos.
En este contexto desde la Bolsa de Cereales de Buenos Aires remarcan: “De cumplirse la disminución en los niveles de producción y encontrarse una tendencia bajista de los precios internacionales, las consecuencias a nivel microeconómico y macroeconómico se agravarán, dada la participación que tiene el sector agroindustrial en el agregado de la economía argentina. Es importante señalar que, según los últimos datos del balance cambiario publicado por el Bcra, hubo un ingreso de u$s53.092 millones en el mercado único libre de cambio durante los últimos 12 meses donde el sector agroindustrial aportó el 77 por ciento sobre el total. De tal manera, ante un panorama complejo que registra una caída de la producción y exportación agrícola, significaría una menor oferta de divisas”.
A modo de cierre la entidad detalla: “En resumen, una menor producción, en un marco donde los precios se mantienen constantes, terminará desencadenando en una menor actividad que impactará no solo en los diferentes eslabones de las cadenas, sino que se transferirá sobre el resto de las actividades de la economía. Asimismo, las pérdidas de producción pueden dejar secuelas en las próximas campañas asociadas con una situación de debilidad financiera por parte de los productores, lo cual puede traer aparejado menores niveles de inversión y, por lo tanto, productividad en campañas posteriores”.