Un acto reflejo de los economistas cuando ocurre un paro general de actividades, o la posibilidad de que “paremos la Argentina por 10 días y quedémonos en nuestras casas”, como planteó ayer el presidente Alberto Fernández en declaraciones radiales previa a la conferencia de prensa, es tratar de estimar qué impacto sobre la actividad económica agregada puede provocar un “parate de 10 días” (hábiles, prácticamente dos semanas).
No se trata sólo de un ejercicio en una planilla Excel por pedido de empresas o clientes de consultoras o por la curiosidad periodística, sino por sus efectos sobre las finanzas públicas, el empleo, la inflación, la pobreza, entre muchas otras consecuencias.
El ejercicio es singularmente complejo y excede la simplificación de partir del valor actual del PBI, unos 440.000 millones de dólares a ritmo anual, equivalente a más de 900.000 millones de dólares en términos del valor de las transacciones, compras y ventas entre todas las personas y empresas (lo que técnicamente se denomina “Valor Bruto de Producción”), porque si fuera así el primer resultado, asumiendo que se “paraliza 10 días todo el país”, dos semanas, con sábado y domingo, arrojaría una pérdida de más de 36.000 millones de dólares.
Una medida extrema de esa naturaleza no implicará que las empresas y gobierno, en todos sus ámbitos: nación, provincias y municipios dejen de pagar los salarios; ni suspendan los pagos a proveedores comprometidos; o la población deje de consumir servicios básicos, y muevan sus dineros en los bancos por esas operaciones
Sin embargo, la cifra real sería sustancialmente menor, porque una medida extrema de esa naturaleza no implicará que las empresas y el gobierno en todos sus niveles –Nación, provincias, municipios– dejen de pagar los salarios; ni suspendan los pagos a proveedores comprometidos; o la población deje de consumir servicios básicos de luz, gas, agua, comunicaciones.
Tampoco sucede que los cultivos dejen de madurar y el ganado y las aves de alimentarse; o se paralicen los movimientos de pesos entre bancos por los canales electrónicos; o se suspendan los servicios de compras de alimentos puerta a puerta, o que los hospitales y sanatorios dejen de atender a la población; por dar una idea de las múltiples actividades que no paran habitualmente los fines de semana y feriados.
Irina Moroni, economista de la Fundación Capital dijo que “el país paralizado podría implicar una pérdida de mil millones de dólares diarios, pero dependerá del alcance de estas posibles medidas y la duración, donde específicamente algunos sectores relacionados con el entretenimiento o productores de bienes no esenciales sentirán más fuerte el cimbronazo, mientras otras actividades como la producción de alimentos o bienes de primera necesidad pueden tener un impulso”.
En vena parecida, otro economista hizo el cálculo que cada día de trabajo normal implica una creación de riqueza de aproximadamente 1.400 millones de dólares, que se reduce a la mitad, unos 700 millones de dólares, los días feriados, en términos de valor agregado, que es muy inferior al equivalente en términos de transacciones corrientes. Por lo que un eventual parate de diez días que comprenda sólo dos días de fin de semana implicaría una pérdida de 12.600 millones. Sin embargo, señaló, gran parte de esas pérdidas son en realidad recuperables una vez que se retoma la actividad normal.
De hecho, el Gobierno proyecta impulsar la obra pública en las provincias y fomentar la creación de empleos, los cuales generarían efectos multiplicadores y compesadores de la recesión adicional a la previa a la aparición de la pandemia.
En el caso de los cultivos y de la producción primaria, en particular la agrícolo-ganadera, el parate de los negocios no afecta su producción, la cual depende principalmente de decisiones previas a la pandemia, de las tareas “culturales”, que en el campo son mucho más factibles de mantener que en un ámbito urbano, y del clima. Pero claramente, los productores sufrirán el impacto económico de la pérdida o atraso del comercio exterior o interior, y principalmente el perjuicio de la severa caída de los precios internacionales sobre el mayor sector generador de divisas de la Argentina.
Recuperable e irrecuperable
En algunos casos, la parálisis de la actividad podrá tener un efecto irrecuperable en el tiempo, como es el del consumo de determinados alimentos y bebidas, o de productos de cuidado personal prescindible que por posibles dificultades transitorias de abastecimiento, no se puedan adquirir al ritmo habitual, porque no se demandará más cuando comience a normalizarse el cuadro.
En esa categoría podría incluirse algunas actividades de esparcimiento y turismo semanal, porque el partido que no se vio ayer en la cancha, o el viaje que se debió suspender o reprogramar, no se compensará al día siguiente de la parálisis, ni en lo inmediato.
Pero en muchas otras, como la producción de bienes semidurables, como la ropa, calzado, o durables, auto, moto, artefactos para el hogar, e incluso el comercio exterior, a la salida de la crisis podría recobrar un impulso mayor a la baja inicial, dependiendo de las medidas de incentivo crediticia y de ingreso que se tomen, y que no lleven a presiones inflacionarias.
“Si alguien necesitaba comprar un pantalón o una camisa y no puede hacerlo un determinado día, lo hará dos o tres semanas después”, ejemplificó otro economista consultado.
En esa categoría también se incluyen congresos de profesionales de las diversas disciplinas, y también recitales y espectáculos públicos, como el de Lollapalooza Argentina que se llevaría a cabo a fin de año, tras la reprogramación por el coronavirus.
Una ventaja relativa que ofrece la Argentina de hoy es el elevadísimo grado de capacidad ociosa que registra la economía, no sólo en la industria, el mayor grado de subutilización de las plantas de manufacturas desde la crisis de 2002, sino también en el comercio, el empleo, el sistema bancario con índices que se ubican entre la tercera y quinta parte de los que se registran el los países vecinos; y mucho más en el comercio exterior, con sus consecuentes efectos depresivos sobre la potencialidad del uso del transporte de carga y de las comunicaciones.
De ahí que para determinar el posible costo de una eventual parálisis de la actividad general será necesario esperar primero que el Gabinete Económico Social anuncie hoy las medidas inmediatas para enfrentar esta coyuntura inédita, y luego esperar hasta que finalice la situación de emergencia, y conocer las medidas que adopte el Gobierno a partir del día después. Eso explica que las principales consultoras económicas si bien ya comenzaron a ajustar a la baja sus estimaciones de caída del PBI de 1,3 a 1,5 por ciento respecto del año anterior, a una baja en torno a dos por ciento o más, podrían acentuarse o recortarse en los próximos meses.
El presidente se propuso que la economía no se contraiga más de lo que está, y para eso adelantó que tomarán medidas compensatorias para los sectores de menores ingresos, como “posibles aumentos para la Asignación Universal por Hijo y los recursos destinados a los que más los necesitan, para palear los efectos de esta pandemia”, en línea con las recomendaciones que hicieron en la semana economistas del Fondo Monetario Internacional en el blog del organismo: “queremos asegurar que ho haya fallecimientos debido a la falta de dinero”.
Como ejercicio de referencia se sabe que hoy, al tipo de cambio actual, cada punto de PBI representa unos 4.400 millones al año, y casi 10.000 millones en términos de transacciones comerciales a precios corrientes.