Una crisis silenciosa y que hasta cierto punto ha pasado desapercibida, pero el alarmante declive en las poblaciones y biodiversidad de insectos está poniendo en peligro a algunos ecosistemas.
La preocupación es global y las pruebas concluyentes. En todo el mundo estamos presenciando no solo una disminución en el número de insectos individuales, sino también un colapso de su diversidad.
Al menos estas son las principales conclusiones a las que ha llegado el equipo de científicos liderado por el profesor del Instituto de Evolución Molecular y Organísmica de la Universidad Johannes Gutenberg, Florian Menzel. "Estamos presenciando en directo un colapso global en las poblaciones de insectos, por lo que decidimos que era conveniente editar y publicar un número especial con el objetivo no solo de documentar este declive, sino también de comprender mejor sus causas y consecuencias.
El editorial al que hace referencia Menzel, publicado por la Royal Society en la revista especializada Biology Letters, incluye dos artículos de opinión, 10 análisis temporales que abarcan series de 10 a 120 años y dos estudios centrados en la presencia de los insectos en sus ecosistemas.
Entre las principales causas de esta preocupante tendencia se encuentran la intensificación del uso de la tierra, el cambio climático y la propagación de especies animales invasoras como resultado del comercio humano. "Sin embargo, pese a que estos factores están en la raíz del problema, en vista a nuestros resultados hemos podido comprobar cómo estos se retroalimentan entre sí", añade el investigador.
Por ejemplo, los ecosistemas deteriorados por el hombre son más susceptibles al cambio climático y también lo son sus comunidades de insectos. Sumado a esto, las especies invasoras pueden establecerse más fácilmente en hábitats dañados por el uso humano de la tierra y desplazar a las especies nativas. Por lo tanto, mientras que muchas especies de insectos disminuyen o se extinguen, otras, las que menos, entre las que se incluyen las especies invasoras, prosperan y medran, lo que conduce a una creciente homogeneización de las comunidades de insectos en todos los hábitats.
Insectos, el eslabón más débil de la cadena
Según los autores, las especies de insectos más especializadas son las que más sufren, mientras que las especies más generalistas son las que tienden a sobrevivir. "Es por eso que ahora estamos encontrando más insectos capaces de vivir en casi cualquier lugar, mientras que las especies que necesitan hábitats específicos están en declive", señala Menzel.
Las consecuencias de este patrón son numerosas y generalmente perjudiciales para los ecosistemas. Un ejemplo de ello se aprecia en cómo una pérdida en la diversidad de abejorros ha resultado en una disminución de las plantas que dependen de estas especies para su polinización, algo que resulta muy preocupante ya que, en términos generales, una disminución en la biodiversidad de insectos amenaza la estabilidad general de los ecosistemas.
"Esta disminución de especies se traduce en que hay menos insectos capaces de polinizar las plantas y controlar las plagas", explica el investigador. "Y, por supuesto, también menos disponibilidad de alimentos para los organismos que se alimentan de estos insectos y plantas, ya se trate de otros insectos, aves, reptiles e incluso grandes mamíferos", añade.
Pero pese a la situación, en su editorial, realizado con la colaboración de la bióloga Nadja Simons????? y el profesor de entomología forestal Martin Gossner, Menzel sugiere algunas formas en que podemos responder a las amenazas que enfrentan hoy las comunidades de insectos.
Así, para futuras investigaciones sobre la disminución de insectos, los investigadores abogan por un enfoque particular en el que se empleen técnicas estandarizadas para monitorear la diversidad de insectos en varios hábitats y países, y que haga especial hincapié en aquellas regiones del mundo en las que todavía se desconoce el estado y composición de sus poblaciones.
También proponen la creación de una red de reservas naturales interconectadas para que las especies puedan moverse de un hábitat a otro. De este modo, por ejemplo, los insectos menos tolerantes al calor podrían migrar desde áreas afectadas por las temperaturas extremas debidas al calentamiento global hacia otras regiones más frías o elevaciones en las que poder subsistir.
"Además, necesitamos medidas para reducir la propagación de especies animales y vegetales invasoras a través de nuestro comercio y turismo globalizados", continúa Menzel. "Un problema que se ha vuelto extremadamente serio en las últimas décadas”, concluye.
Fuente: National Geographic