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Día Mundial de los Océanos

Se recuerda hoy, 8 de junio, el Día mundial de los océanos, a partir de una iniciativa canadiense que puso en vigencia en 1994 la “Convención de las Naciones Unidas sobre la ley para los océanos”. Cinco octavas partes de la superficie de la Tierra está cubiertas por océanos, que constituyen una fuente de innumerables recursos: alimentos, energía, agua, hidrocarburos y recursos minerales.

El mar, en interacción con la atmósfera, la litosfera y la biosfera, favorece unas condiciones que posibilitan las distintas formas de vida en el planeta.

De los océanos se obtienen toneladas de pescado cada año, sal y agua dulce. Además, el desarrollo de reservas petroleras y de gas natural en ellos abastece gran parte de la demanda mundial de hidrocarburos combustibles.

Hace sólo 50 años el Océano era todavía en gran parte un espacio natural virgen. Hoy día, sin embargo, la sobrepesca y la contaminación son una amenaza para su salud, en particular las zonas costeras, que son las más productivas del medio marino.

Diez años después de entrar en vigor la ley para los océanos en 1994 se hace evidente y notoria la ruptura del dialogo del hombre con los océanos.

La brecha cada vez mayor e insostenible entre riqueza y la pobreza amenaza la estabilidad de la sociedad en su conjunto y en consecuencia el ecosistema de los océanos, el estado de los océanos continua empeorando en proporciones alarmantes. Los compromisos nacionales e internacionales se quedan en declaraciones de intenciones y buena voluntad.

La convención es uno de los instrumentos jurídicos más importantes del siglo XX. Concebida como un todo, reconociendo que todos los problemas del espacio océano están estrechamente relacionados entre sí y deben ser considerados conjuntamente, establece que los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo más allá de los límites de la jurisdicción nacional son patrimonio común de la humanidad que todos tienen derecho a utilizarlos y obligación de protegerlos.

Prevé la solución obligatoria de controversias, establece el marco jurídico global para todas las actividades que se llevan a cabo en los océanos y los mares y contiene normas detalladas que regulan todos los usos de los océanos y definen los derechos y responsabilidades de los Estados.

Los océanos que cubren cinco octavos de la superficie de la tierra, contienen las nueve décimas partes de los recursos de agua y el 90 por ciento de la biomasa viviente del mundo y son fuente primaria de alimento para mas de tres mil millones y medio de personas. Además son un recurso económico vital que proporciona sus medios de vida a millones de personas en todo el mundo.

Aproximadamente el 90 por ciento del comercio internacional se transporta por mar. Más del 29 por ciento de la producción mundial del petróleo viene de los océanos. El turismo de playa y los cruceros son una importante fuente de ingresos para muchos países, especialmente los pequeños Estados insulares en desarrollo. Cada año se capturan en todo el mundo casi 130 millones de toneladas de pescado, con un valor aproximado de 60 mil millones de dólares, y el sector pesquero y la acuicultura por si solos dan trabajo a 150 millones de personas.

Además los océanos a través de sus interacciones con la atmósfera, litósfera y la biósfera, juegan un papel relevante en la conformación de las condiciones que hacen posible las distintas formas de vida del planeta. De hecho, sin los océanos la vida no existiría en nuestro planeta.

Los océanos actualmente, comienzo del siglo XXI, sufren una grave degradación debido a la contaminación, la pesca excesiva y el desmesurado crecimiento urbano costero. Lo que sabemos de ellos es inquietante, se están mostrando muestras del derrumbamiento.

Casi el 75 por ciento de las reservas pesqueras de los océanos experimentan sobrepesca o están siendo extraídas hasta su limite biológico. Las técnicas de arrastre son dañinas y destruyen los habitas para la reproducción (FAO, 2003).

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) los subsidios a la pesca, son entre 14 y 20.000 millones de dólares por año. La Unión Europea y Japón son los países que más subsidios asignan.

Las flotas pesqueras son 40 por ciento más grande de lo que los océanos pueden sostener. Los pescados representan por lo menos un quinto de la proteína animal total consumida en la tierra.

Cerca del 95 por ciento de la cosecha de peces marinos del mundo viven en las aguas costeras.

La pesca proporciona en los países en vías de desarrollo entre 40 y 100 por ciento de la proteína animal total que necesita la población.

La explotación pesquera es de dos a tres veces superior de lo que admite el ritmo de reproducción de los peces.

La pesca comercial redujo más de 90 por ciento la población mundial de peces grandes, lo que pone en peligro una fuente vital de proteínas.

La pesca de especies de poco valor ha aumentado a medida que la extracción de especies de alto valor se ha estabilizado o ha disminuido, ocultando así algunos de los efectos de la sobrepesca.

Mil millones de personas dependen del pescado como fuente de proteína animal, y 150 millones de empleos se originan en la pesca.

Cerca de 150 ballenas, delfines y marsopas mueren diariamente en todo el mundo a causa de los enredos con los aparejos de pesca, un promedio anual de 54.759 animales.

Los océanos Atlántico, Pacífico y Indico se están calentando lentamente con un promedio de 0,06 grados centígrado desde 1955 debido al efecto de invernadero. Este cambio climático podría dar lugar a un elevamiento de los niveles del mar, los cuales podrían llegar a fines de siglo entre 9 y 95 centímetros.

Aproximadamente la mitad de los ecosistemas costeros del mundo (por ej.; arrecifes coralinos incluyendo, los manglares, y los pastizales, etc.) se encuentran actualmente en riesgo de ser totalmente degradados.

Se estima que más de 70 mil productos químicos sintéticos han sido descargados en los océanos del mundo. Solo un pequeño porcentaje de ellos ha sido monitoreado, y este corresponde a aquellos relacionados con la salud humana y no con el impacto ecológico.

El explosivo aumento de algas dañinas por ejemplo en las costas de USA ha implicado, desde 1991 costos cerca de 300 millones de dólares en perdidas debido a la muerte masiva de peces, problemas de salud pública y disminución del turismo.

Actualmente hay más de 150 zonas muertas (extensión inferior a 1 kilómetro cuadrado y otras alcanzan 70.000 kilómetros cuadrados) en el mundo por el aumento de la contaminación proveniente de tierra adentro y la pérdida de hábitats capaces de filtrar la polución lo que a provocado la expansión de zonas hipóxicas.

El aumento de especies foráneas en las zonas costeras, produce la interrupción de la cadena alimenticia al eliminar a las especies nativas.

Los océanos del mundo albergan más de 210 mil formas conocidas de vida. Alrededor del 60 por ciento de las especies viven en la franja de 60 km. más próxima a la costa.
Cada año se hallan casi 160 nuevas especies de peces en los océanos y se catalogan 1.700 animales y plantas.

La mitad de los 6,3 mil millones de habitantes del planeta viven en zonas costeras, las grandes profundidades de los mares que cubren el 70 por ciento del globo- siguen siendo desconocidas.

Desde 1980, el tamaño de la economía global se ha triplicado, al tiempo que la población ha aumentado en un 30 por ciento hasta alcanzar 6.000 millones de personas. El aumento de la población y la conversión para los fines de la urbanización, agricultura y acuicultura están conduciendo a la reducción de manglares, humedales costeros, áreas de praderas marinas y arrecifes de coral a una tasa alarmante.

El accionar del hombre fue siempre insignificante, comparado con la magnitud del ecosistema marino, todo era compensado por la naturaleza. El mar y la atmósfera se comportan como infinitos, deglutiendo los subproductos indeseables de la actividad humana. Pero nos volvimos demasiados poderosos. Somos muchos y manejamos energías capaces de alterar equilibrios naturales. EL uso nacional y el manejo de ecosistemas esta en primera línea desde hace años. Actualmente estamos experimentando la fragilidad de los equilibrios marinos, la respuesta nos las dan los Mares Indico y Báltico, casi muertos, el Mar del Norte, cuyos recursos piscícolas declinan trágicamente, el Mediterráneo gravemente afectado y los arrecifes agonizantes del mundo entero.

Uno de los problemas más graves que se presenta en la actualidad es el hambre, que no es sólo la necesidad de comer sino que, como lo definen los técnicos en alimentación y salud, es la "privación continua de alimento suficiente que impide llevar una vida sana". Según los datos del Consejo Mundial de la Alimentación, de los 6000 millones de habitantes que tiene el planeta; cada año mueren, por causas relacionadas con el hambre, entre 40 y 70 millones; de éstos 15 millones son niños; lo que significa que cada día mueren por hambre 40 mil niños.

En el esfuerzo que la humanidad tiene que desarrollar para producir alimento, el océano, que ocupa cerca del 75 por ciento de la superficie de la tierra, ofrece grandes posibilidades, ya que en él se desarrolla un gran número de seres vivos.

Los avances tecnológicos rápidos y los aumentos significativos en la población humana durante el último siglo han dado lugar a un aumento extensivo de la explotación global de las industrias pesqueras marinas, es decir ha aumentado la capacidad de pesca de las embarcaciones individuales. Los radares permiten a los barcos pescar en la niebla y en la oscuridad; los sonares ubican a los peces con precisión, y los satélites de posicionamiento geográfico localizan sitios productivos de modo que los buques pueden volver a ellos. Actualmente los buques pueden arrastrar por el agua redes de nylon de varios kilómetros de largo y realizar capturas de hasta 400 toneladas de peces. El 40 por ciento de lo que pescan es "desecho" y se devuelve al océano. Solo en el noreste del Atlántico, la pesca colateral asciende a 3,7 millones de toneladas por año.

Los grandes mares y océanos son perecederos. Aparte del hecho de que todos los recursos están en la actualidad completamente explotados, el acceso a esos recursos permanece abierto a demasiadas pesquerias en todo el mundo.

Según la FAO, en 2003 alrededor del 50 por ciento de los recursos de la pesca marítima de todo el mundo están completamente explotados, el 25 por ciento está sometido a explotación excesiva y alrededor del restante 25 por ciento podría resistir porcentajes de explotación más elevados. A pesar de la alerta, la tendencia hacia el aumento de la pesca excesiva, observada a principio de 1970, todavía no se ha invertido.

A comienzo de los años 90, se sabía que 13 de los 17 mayores bancos de pesca del mundo estaban agotados o en franca disminución.

La producción mundial de pescado ha pasado de los 19 millones de toneladas en 1950 a casi 130 millones de toneladas en el 2000, de las que forman parte 36 millones de toneladas procedentes de la acuicultura. La mayor parte de la pesca de captura (calculada en unos 85 millones de toneladas) procede de los océanos. Las capturas incidentes y los desperdicios se calculan aproximadamente en 20 millones de toneladas cada año (FAO, 2001). Como se puede observar, la situación ha cambiado significativamente con respecto a lo que se observaba hace unos 20 o 30 años, cuando todavía se daba cuenta de una cierta cantidad de recursos vírgenes o virtualmente inexplotados. Esta situación indica que las posibilidades de aumentar efectivamente la producción pesquera mundial son limitadas.

El "colapso generalizado" de los ecosistemas marinos comenzó a funcionar. En el mar del Norte por ejemplo, la población de bacalao a disminuido a tal extremo que la industria se concentra actualmente en el abadejo, una especie de segundo nivel en la pirámide ecológica que el bacalao suele comer. El abadejo consume pequeños organismos como copepodos y krill. El krill también come copépodos. A medida que disminuye la cantidad de abadejo, la población de krill se expande y la de copépodos se reduce drásticamente. Los copépodos son la principal alimentación de los bacalaos juveniles, esto impide la recuperación del bacalao.

El Norte industrial financió la consolidación de las flotas de pesca industrial del Sur en desarrollo, en los años 1960 y 1970, este proceso aceleró la reducción de los cardúmetes y llevó a que la mitad de la captura mundial se lleve acabo en esos países pobres. La mayoría de la producción pesquera en esos países es exportada, está es la razón del porque el pescado no se ha convertido en un alimento básico en el hemisferio sur.

Las "zonas muertas" que son áreas donde escasea gravemente el oxígeno esta alcanzando proporciones alarmantes y se extienden por los mares del mundo y pueden llegar a convertirse en un peligro aún mayor que la sobrepesca. Este fenómeno se produce, entre otras cosas, debido al creciente empleo de fertilizantes en regiones cercanas a las costas que ponen en peligro el ecosistema de esas áreas.

Al comienzo la degradación de las aguas en los océanos fue lenta y silenciosa. Pero actualmente la magnitud alcanzada resulta alarmante.

Los océanos son grandes basureros de vertidos urbanos, industriales, mareas negras (derrame de petróleo), fertilizantes, insecticidas o productos químicos (más de medio millón de sustancias diferentes), radioactividad, metales pesados etc.

Según el informe de la organización Worl Dwatch Institute; "La Situación del Mundo en el 2003", se calcula que acaban en el mar entre seis y diez millones de toneladas de hidrocarburos al año, y el 10 por ciento de ellos proviene de los petroleros accidentados. En el mundo a diario se vierten dos millones de toneladas de desechos en ríos, lagos, arroyos y costa. Un litro de agua residual contamina unos ocho litros de agua dulce.

Es probable que los contaminantes tóxicos, como los pesticidas, sean una de las amenazas más serias para la Diversidad Biológica Marina y el bienestar humano en el siglo XXI. Pero la contaminación de las aguas no se relaciona únicamente con productos químicos. Altas concentraciones de sedimentos derivados frecuentemente de la remoción de la cobertura vegetal en las áreas de captación son igualmente perjudiciales para las especies marinas.

A pesar de su importancia crítica, suele considerarse que los ecosistemas oceánicos carecen de utilidad en el Mundo. La ignorancia generalizada sobre su importancia ha contribuido a este concepto y ha promovido la destrucción y degradación de los ecosistemas.

En el mundo se ha descuidado gravemente la conservación de la diversidad biólogica de los océanos y hay ecosistemas enteros amenazados de extinción (Mar del Norte, Mar Báltico).

Dos tercios de la acuicultura depende del ecosistema costero (manglares, pastizales, arrecifes coralinos etc). A medida que disminuye la extensión de los manglares, humedales costeros y praderas marinas, los hábitats costeros pierden su capacidad de actuar como filtros de organismos y sustancias contaminantes.

Los indicadores de perdida de hábitat, enfermedad, especies invasoras y blanqueamiento de corales (efecto invernadero) muestran todos que la biodiversidad está disminuyendo.

La sedimentación y la contaminación provenientes de la tierra están asfixiando algunos ecosistemas costeros, mientras que en ciertas áreas la pesca de arrastre esta reduciendo la diversidad. Algunas especies comerciales como el bacalao del Atlántico, cinco clases de atún y abadejo se hallan amenazados en todo el mundo, junto con varias especies de ballenas, focas, tiburones y tortugas marinas. Más de la mitad de los arrecifes de coral del mundo están potencialmente amenazados por las actividades humanas, y en las zonas más pobladas, esa proporción asciende al 80 por ciento, al mismo, cerca de 27 por ciento se perdieron.

Ente los grandes desafíos del siglo XXI la sociedad tiene que aprender que los Océanos son fuente de vida como también puede serlo de la muerte. Los océanos deben, por tanto, ser apreciado y protegidos; y si se relegan al olvido las necesidades ecólogicas de los ecosistemas oceánicos; el estado del medio marino se convertirá en impedimento del desarrollo sostenible en lugar de un recurso para el mismo.

El mundo debería replantearse la manera en que se está midiendo el crecimiento económico. Durante mucho tiempo las prioridades de desarrollo se han centrado en lo que la humanidad puede extraer de los ecosistemas, sin pensar demasiado sobre como afecta esto la base biológica de nuestras vidas. Se puede decir que ha habido un progreso muy limitado en la reducción de la pobreza en los países en desarrollo, y la Globalización, por si misma, no ha beneficiado a la mayoría de la población mundial. En general, los intentos por impulsar el desarrollo humano y para detener la degradación del medio oceánico, no han sido eficaces durante la pasada década. Los escasos recursos, la falta de voluntad política, un acercamiento no coordinado, y los continuos modelos derrochadores de producción y de consumo han frustrado los esfuerzos de poner en ejecución el desarrollo oceánico sostenible, o el desarrollo equilibrado entre las necesidades económicas y sociales de la población, y la capacidad de los recursos oceánicos y de los ecosistemas para resolver necesidades presentes y futuras.

La responsabilidad de proteger los océanos recae no sólo sobre los políticos quienes definen las condiciones nacionales e internacionales de protección de los ecosistemas, sino también es tarea de cada individuo. La exigencia a los políticos para que tomen medidas más efectivas frente a esta problemática debe de estar acompañada del compromiso de cada uno de nosotros por actuar en una forma más responsable en la promoción de la defensa de las metas por la protección de los océanos.

Lo que ahora queda, comparado con lo que existió entonces, es como el esqueleto de un hombre enfermo. De todos los océanos ricos, tras ser devastados queda solo el desnudo esqueleto. Hay algunos océanos que ahora no tienen mas que comida para copépodos; pero no hace mucho tiempo estuvieron llenos de cardúmenes de peces.
Por Markus Sommer, especialista de Kiel, Alemania

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