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Una inédita invasión de ratones aterra zonas rurales en Australia

En Australia, en Nueva Gales del Sur y Queensland viven una película de terror diaria no apta para aprensivos. Desde hace meses, estos territorios ­padecen el azote de una plaga de ratones “sin precedentes”, en ­palabras de sus autoridades. Su indeseada presencia ha provocado pérdidas millonarias en cosechas y maquinaria y un estado de estrés permanente entre la población. Fatigados, la mayoría ponen sus esperanzas en la pronta llegada del invierno y el uso de un potente veneno, aunque está por ver si consiguen finiquitar su peluda pesadilla.

Durante el día, la crisis pasa más desapercibida, aunque el olor acre de sus excrementos o las montañas de ratoncillos muertos por las trampas son un recorda­torio de su presencia. Pero como en el cine, lo peor llega con la ­noche, cuando millones de roedores que han pasado el día escondidos se activan y abandonan sus escondrijos.

Las decenas de vídeos publicados por su invasión pueden provocar sudores fríos. Se ven suelos de cobertizos y graneros difuminados por el corretear de millares de ratones frenéticos. Techos y paredes de las casas cobran vida propia con el sonido de sus arañazos y su chirriante “ñi ñi ñi”. Algunos roedores se cuelan y llegan hasta las camas. Otros prefieren indagar por las cocinas. Y entre medias, mordisquean todo lo que pillan a su paso, sean alfombras, sofás o cables eléctricos. Ya han provocado más de un incendio.

“Corretean sobre los niños por la noche. Están en los zapatos, en los bancos, en todas partes. Tuvimos que poner la comida en una caja de herramientas. Te muerden en la espalda. ¡Son una pesadilla!”, contó al canal local 9News Rebekah Ward tras perder su casa en uno de esos fuegos.

Después de encadenar un par de años de duras sequías e incendios, las zonas rurales de estos estados disfrutaron el año pasado de una cosecha abundante gracias a un 2020 pródigo en lluvias. Sin embargo, eso también propició las condiciones necesarias para una explosión de la población de ratones. Capaces de reproducirse desde las seis semanas y dar a luz cada 21 días camadas de hasta 10 criaturas, las primeras grandes colonias se detectaron en octubre en el norte, y de allí se extendieron hacia el sur arrasando a su paso con cultivos y reservas (bien porque se las comen, bien porque las contaminan con sus desechos y nidos).

Un estudio del grupo industrial NSW Farmers mostró que un ­tercio de los encuestados ha su­frido pérdidas que varían entre los 31.000 y 95.000 euros, y avisó que el coste total puede ascender a los 500 millones de euros si no se toman medidas urgentes antes de que llegue el invierno. “Estamos en un punto crítico en el que si no reducimos significativamente la cantidad de ratones, nos enfren­tamos a una crisis económica y ­social absoluta en las zonas ru­rales de Nueva Gales del Sur”, ­aseguró hace unos días el ministro regional de Agricultura, Adam Marshall.

Las autoridades han comprado a India 5.000 litros de bromadiolona, un potente veneno que puede afectar a otras especies

Para tratar de evitar que se pierdan las nuevas siembras de trigo, cebada o canola, las autoridades han hecho un pedido a India de 5.000 litros de bromadiolona, un veneno prohibido en Australia. Tan pronto como el órgano regulador les dé el visto bueno, comenzarán a distribuirlo de forma gratuita entre los agricultores para que protejan los perímetros de sus cultivos. “Hemos seguido este camino porque necesitamos algo que sea superfuerte, el equivalente al napalm para destruir a estos ratones”, aseveró Marshall.

Sin embargo, también han surgido voces que alertan de los peligros de recurrir a un veneno tan potente de forma masiva, ya que podría afectar a otras especies que se contaminen con el raticida o ­coman roedores ya envenenados. “Se podría reducir por completo la población de aves rapaces” ­como lechuzas o búhos, señaló en la CNN la ecologista Maggie ­Watson. “Podría llevar entre 15 y 20 años recuperarlas, y mientras tanto no habría ningún control natural para la próxima plaga de ratones”.

Aun así, autoridades y agricultores piensan que es la solución menos mala, y planean seguir adelante con su aplicación. Porque, como dijo recientemente el viceprimer ministro Michael McCormark, resumiendo el sentir de muchos, “el único ratón bueno es el ratón muerto”. No habrá clemencia para los roedores.

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