La diversidad de la artropofauna (arácnidos e insectos) de un medio es un indicador del grado de afección de ese ambiente. Con esta premisa, investigadores de la facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo (Argentina) se propusieron estudiar, por primera vez, la situación de un agroecosistema a partir de su biodiversidad, es decir, la mayor o menor presencia de estas especies en él.
Para ello, compararon los resultados obtenidos en un ecosistema de monte y en un viñedo lindante en Tupungato, Valle de Uco (Mendoza). El objetivo fue, además de analizar la riqueza y abundancia de los artrópodos en ambos terrenos, evaluar cómo impacta la sumatoria de prácticas agrícolas propias de la vitivinicultura en ellos.
“Siempre se dice que cuando uno emprende un cultivo tiene un impacto negativo en los insectos y las arañas”, dice Rodrigo López Plantey, ingeniero agrónomo que lideró la investigación. “Saber si hay presencia o no de arañas es un bioindicador de contaminación, por ejemplo. Son muy sensibles a las prácticas agrícolas que se realizan y también al cambio climático”, amplía.
El equipo de investigación utilizó para el estudio una metodología llamada RBA (Rapid Biodiversity Assessment), que permite rápidamente obtener resultados de la riqueza y la abundancia de las morfoespecies en un ambiente. “Hablamos de morfoespecies y no especies porque se clasifica a los insectos según la semejanza en su forma. Es una técnica neozelandesa para medir impacto en forma rápida. Porque si hay que clasificar cada especie de artrópodo es interminable. Y es inviable económicamente”, aclara López Plantey.
Los muestreos se realizaron a partir de un relevamiento a campo con trampas en 24 puntos de muestreo georreferenciados. A partir de los artrópodos capturados se determina bajo microscopio la riqueza en morfoespecies y la abundancia de las mismas, a fin de establecer los índices de biodiversidad. Hay que aclarar que sólo consideraron aquellos individuos con un tamaño mayor a los dos milimetros.
Los primeros resultados “fueron muy sorprendentes -dice el investigador-. Ciertos artrópodos, como las arañas, se vieron más favorecidos en el viñedo que en el monte. Una explicación que tenemos es por la cobertura vegetal entre las hileras de viña, porque las arañas en la zona son más rastreras y al haber cobertura vegetal, hay más presas, más alimento. Eso nos permitió después encarar otro estudio sobre cómo impacta la araña en el viñedo, sobre todo en el combate a la lobesia botrana”. También se detectaron más abejas en el monte y más moscas en el viñedo.
Para López Plantey, esto supone la existencia de condiciones favorables en cada ambiente para un determinado grupo de morfoespecies; y permite a largo plazo “establecer la pérdida o no de diversidad, la presencia de organismos exóticos, la prevalencia de ciertas especies, entre otros puntos, lo cual se presenta como clave de suma importancia para el buen manejo integrado del cultivo y la conservación de la riqueza artropológica mendocina”.
Lo que pretende el estudio, en definitiva, es evaluar la adaptación del viñedo al cambio climático “para que el productor pueda adaptar sus prácticas culturales y minimizar el daño en el cultivo”, detalla el ingeniero agrónomo y ejemplifica: “Por ejemplo, favorecer a las arañas con verde en el interfilado; o dejar de implementar el estrés hídrico en un desierto. “Hay que poner en jaque prácticas que por ahí son adaptadas de afuera y no son necesarias”, cierra López Plantey.
Fuente: Argentina Investiga