Las embarcaciones de recreo, cada vez más grandes, lujosas y numerosas en el mar Mediterráneo, dañan gravemente el ecosistema al arar el fondo marino, obligando a las autoridades a regular su fondeo. En el fondo del mar, en una nube de partículas grises, un ancla arrasa decenas de metros de posidonia, un alga que alberga decenas de especies acuáticas. En unos treinta segundos, se esfuman cientos de años de vida submarina.
Una impactante imagen filmada en Córcega en el marco de una campaña oficial de Andromeda Oceanology, resume el problema: los yates anclados en los bancos de posidonia arrasan este entorno natural único que cubre el lecho del mar Mediterráneo, entre la superficie y los 40 metros de profundidad. Hogar de numerosas especies, estas plantas endémicas con largas hojas verdes son un tesoro ecológico, comparable, según los científicos, a los arrecifes de coral o a los bosques tropicales. “Una vez destruido, el habitat no puede ser reconstituido”, explica Pierre Boissery, responsable del proyecto en la Agencia del Agua de Marsella.
La planta acuática, una especie protegida, crece sólo unos pocos centímetros por año y florece sólo unas pocas veces por década, pero brinda muchos servicios. El “manto” que forma a varios metros de profundidad ofrece refugio a las crías de peces, captura carbono, produce oxígeno, sus hojas limitan la erosión debida a las olas. La posidonia “es el bosque del Mediterráneo, y el fondeo de los yates equivale al paso de bulldozers”, dice Marc Verlaque, investigador del Instituto Mediterráneo de Oceanografía de la Universidad de Aix-Marseille.
Los navegantes “quieren anclar en los lugares más bellos del mundo. Es muy bonito en la superficie”, pero en el fondo del mar es “un desastre”, denunció Verlaque. Además del impacto del ancla, la cadena de un yate, que puede tener una longitud de 200 metros, labra el fondo en función de los vientos y movimientos del barco. “Es un desastre ecológico vergonzoso en el Mediterráneo”, dice Florian Houlon, de Andromeda Oceanology, citando, por ejemplo, una disminución del 30% de las prados de posidonia en el golfo de Antibes, en la Costa Azul francesa, en los últimos cinco años. “Como bajo el agua no se ve, durante mucho tiempo nadie se tomó en serio el tema. Todo el mundo lo ve como si fuera césped”, continúo. Sea para el Festival de Cannes, o para el Gran Premio de Mónaco, o por disfrutar de las calas de Córcega, cientos de barcos de lujo recorren estas citas veraniegas.
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