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Mujer que trabajó abortando devela lo que las clínicas abortistas esconden por dinero

Luego de someterse a tres abortos en diferentes recintos, Patricia Sandoval entró a trabajar a la organización abortista Planned Parenthood en EE.UU, que en Chile tiene dos filiales: Aprofa y Miles, las cuales hacen lobby en el Congreso chileno. Su labor principal como asistente médica bilingüe era ayudar a las mujeres y a los médicos durante los abortos, debido a que la mayoría de las “clientes” eran hispanas y afro americanas. Aunque su paso por la organización no fue muy largo -duró tres semanas-, asegura que fue un proceso traumático que la llevó a ser activista contra todo tipo de aborto, denunciando cómo operan estas clínicas abortistas y el tipo de "acompañamiento" (o nulo acompañamiento) que realizan.

Patricia Sandoval tuvo su primer aborto a los 19 años. Asustada, cuenta que cuando tuvo dudas la doctora le dijo: “Patricia, yo he tenido dos abortos y practiqué dos abortos a mi hija. Ella está bien, yo estoy bien, y tú vas a estar bien. No estás haciendo nada malo. Sólo nos tomará cinco minutos”.

A pesar de haber vivido en carne propia qué significa realizarse un aborto, asegura no haber tenido noción de lo que habían hecho. Luego de un tiempo, consiguió trabajo en Planned Parenthood, la transnacional abortista que tiene filial en Chile: Aprofa. Lo primero que le llamó la atención fueron los protocolos -no médicos- que debía acatar.

Prohibido hablar de “papá” o “mamá”

“No podíamos tener fotos de familiares, sobrinos, hijos porque una mujer podía entrar a la clínica y verlas, y por ende no abortar. La meta de ellos es el dinero, y ven el aborto como un negocio”, cuenta Sandoval.

En esa línea, Patricia explica que al entrar a la organización recibió instrucciones de su supervisora. Órdenes precisas para llevar el aborto hasta el final: “Tienes que hacer todo lo posible para convencer a estas chicas que aborten. Si tienen miedo y quieren dar marcha atrás, diles que tú también tuviste un aborto. Pero nunca digas las palabras "bebé", "él", "ella", "mamá" ni "papá". Debes referirte a su bebé como una bolsa de células, que no es nada”, relata Sandoval.

A las madres que abortarán le dan una cálida bienvenida, en línea con los protocolos de Planned Parenthood. Las asistentes médicas tranquilizan a las pacientes y les aseguran que es "un procedimiento fácil", nada grande y que no corren ningún riesgo. Las madres aceptan y pasan a la consulta del doctor de turno. "Los médicos se rotan de clínica en clínica, de este modo si una mujer vuelve a la consulta y quiere reclamarle al doctor o tiene alguna complicación, el médico ya no está ahí”, relata Sandoval.

Abortos quirúrgicos o químicos

Las clínicas abortivas de Planned Parenthood realizan dos tipos de procedimientos: abortos quirúrgicos o químicos (con pastillas). Sandoval se realizó tres abortos quirúrgicos. “Dura cinco minutos. Lo hace un doctor que nunca has visto y te inyecta anestesia siete veces en el vientre para entumirlo y así no sientas nada. Esa anestesia es sólo para la mujer y no para el bebé", afirma.

"Posteriormente te introducen la punta de la aspiradora llamada cánula -con la cual van desgarrando por miembros al bebé- y luego te hacen un raspado sacando los restos o lo que haya quedado en el vientre”. Para finalizar, Patricia cuenta que introducen en una “bolsa de células” -como les llaman en las clínicas abortistas- los restos humanos que se extraen y se botan. Este fue el problema en EEUU: Planned Parenthood vendía las partes humanas desmembradas.

El otro método que conoció Sandoval es el aborto con pastillas RU486. “La mujer toma la pastilla y prácticamente está abortando por 48 horas. Lo que ocurre es que aborta en su hogar, cuando está en la ducha o en el baño. Es más impactante, porque en la clínica si abortas por cirugía no ves las partes del bebé, pero en la casa la mujer puede ver al feto al tirar, por ejemplo, la cadena del baño. Esa imagen quedará en su cabeza y todos los días que entre al baño va a recordar ese bebé, sus partes y en definitiva el aborto que realizó”, asegura.

Se observan signos de sufrimiento mientras se aborta

A dos días de su llegada a Planned Parenthood, Sandoval ayudó en un aborto. La clave para evitar que las mujeres desistieran estaba en la primera regla: “Patricia, nunca digas lo que sucede en la parte de atrás del consultorio”. Y de ahí las instrucciones no paraban. “No mires a los ojos a la mujer durante el aborto y mientras menor conexión o contacto uno tenga, mejor. No dejes que la mujer mire el visor durante la ecografía porque tal vez se desanima y no se realice el aborto”, recuerda que le explicaban en la clínica abortista.

Patricia cuenta que la principal razón de evitar que las mujeres vean la ecografía mientras ocurre el aborto es porque "hay evidencia de bebés que, durante el aborto, mientras lo están descuartizando, ´gritan´ y se ven en el visor de la eco”.

Esta joven relata que "la mayoría de las veces la mujer está angustiada, llorando. Lo que está esperando es que alguien la mire a los ojos y le diga: ¿Por qué lloras? ¿Por qué tienes lágrimas? ¿En realidad quieres abortar? ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás triste?", preguntas que, según explica, el centro abortista no tiene permitido hacer.

Lo que sí se les permitía decir a los trabajadores de la clínica era que “el aborto era la única opción que tenía la mujer” y que nada de lo ocurriera ahí podría ser revelado. Es así como luego de tomar “la bolsa con lo extraído” —o "el fruto de la concepción" como se refieren en sus protocolos— se cuentan las partes del cuerpo para ver que estén todas. Con el chequeo listo, se pide la aprobación del médico para dar por finalizado "el procedimiento".

"Supe que había asesinado a mis tres hijos"

"La primera vez que asistí un aborto, mi instructora hizo mi trabajo", explica. "Tomó una pinza y empezó: 'Aquí está un brazo', luego encontró el otro, después las piernas. ¡Fue horrible! No podía creer lo que estaba viendo. Reconocí claramente la manito y los dedos del bebé. Traté de disimular, pero al ver la cabecita del bebé ¡no pude más! Vi su nariz, pestañas y cejas. Entonces supe que había asesinado a mis tres hijos. '¡Dios mío! ¿Qué he hecho?', me preguntaba. Seguí trabajando algunos días, pero mi depresión empeoraba y no aguantaba más. Cada día, a la hora de almuerzo, me iba a mi auto a llorar desconsoladamente".

Según advierte Sandoval, las clínicas de Planned Parenthood realizan más de 50 abortos semanales. A pesar del dolor que sentía Patricia al vaciar las bolsas con los restos humanos y de ver realmente el otro lado del aborto, continuó y su experiencia "se hizo peor".

El caso que gatilló su renuncia a la clínica abortista fue un embarazo de gemelos con seis meses de gestación. "Cuando llegó una joven con seis meses de embarazo con gemelos, ahí realmente me espanté. Ya no podía ver más bebés despedazados y menos podía ver morir niños de seis meses de gestación”, recuerda.

Lo que no se dice: Riesgo vital y trauma

A lo largo de los procedimientos y luego de quedar impactada por la frialdad de los doctores, Sandoval explica que “hay cosas que no te dicen durante la consulta. Nunca me dijeron todo lo que iba a sufrir después del aborto. Sólo me explicaron que podría sufrir de cólicos y un poco de sangrado, pero que me tomara una pastilla y estaría solucionado”.

Frente a los hechos, Sandoval se pregunta, ¿dónde queda el efecto emocional? Para ella, ahí está el problema: “No te dicen el trauma emocional, mental, psicológico y físico; ni te advierten que te puedes morir durante el aborto”.

En este tipo de intervenciones “siempre hay riesgo, en el momento que tú decides abortar, estás decidiendo que puedes morir, porque es una cirugía con muchas complicaciones. Esta es la única operación que se hace a ciegas, por lo que siempre hay un riesgo cuando se practica un aborto", agrega.

Restos humanos en cosméticos

Cuando trabajó en el centro de California, Patricia se percató que las mujeres que visitaban las clínicas eran de diferentes edades, principalmente por las leyes que priman en Estados Unidos. Al cumplir 13 años se puede abortar sin el consentimiento del papá y la mamá, es decir, una adolescente puede ir a abortar y sus padres no se enteran.

"En Estados Unidos es más fácil hacerse un aborto que un tatuaje, perforarse un oído o sacarse una muela”, afirma.

Finalmente, Sandoval sentencia que el fin del aborto es “vender los órganos de los bebés abortados para fines cosméticos, cremas y una serie de productos. El dinero y el negocio del aborto continúa más allá de las clínicas”.

Carolina Prieto para El Democrata (Santiago, Chile).-

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