Nada parece frenar la depredación de la fauna silvestre, ni siquiera en cuarentena y restricciones para circular, más cuando hay infractores conocidos y reincidentes.
El mes pasado, en víspera de Semana Santa, señalamos la necesidad de endurecer las penas relacionadas con la depredación de la fauna y flora nativas a fin de frenar la caza furtiva, más en este tiempo, uno de los períodos anuales donde se incrementan las incursiones de los delincuentes. Se esperaba, entonces, menor desplazamiento de los inadaptados debido a las restricciones impuestas por la cuarentena, en particular para movilizarse en el tránsito sin los permisos correspondientes. Sin embargo, en dos operativos de Flora y Fauna en Angaco, sorprendieron a cazadores fuertemente armados y en vehículos todoterreno, junto a una logística que incluía perros adiestrados y elementos para faenar animales.
Ahora se conoce un hecho de mayor gravedad, acaecido en los últimos días en Mogna, donde los cazadores ingresaron en una propiedad privada, amenazaron de muerte al propietario del campo si los denunciaba, cuando fueron descubiertos en un campamento donde tenían restos de animales salvajes. Con intervención policial se secuestraron las dos camionetas 4x4 en las que se movilizaban y un verdadero arsenal que incluía armas de guerra y otras de uso personal pero ninguna autorizada. Los guanacos, liebres criollas y ñandúes abatidos completaron el cuadro de ensañamiento de los ilegales contra la naturaleza.
Al difundirse el caso, los sujetos fueron reconocidos como oriundos de Albardón, dieron sus apellidos a los medios y sus acostumbradas incursiones por el afán de matar a especies autóctonas. El último caso que nos afecta no debe ser considerado como una contravención, tal la calificación con la que la Justicia de Faltas encuadraba a la cacería furtiva por la legislación permisiva que ha permitido aplicar sólo multas a los transgresores.
Los ataques a los recursos naturales requieren sanciones ejemplarizadoras, para evitar luego que la depredación tanto de la fauna como de la flora establezca diferencias como las que se pueden observar entre los campos de San Luís con respecto a los de San Juan, que durante años fueron objeto de una explotación que dejó a estos últimos en inferioridad de condiciones con menos animales y ejemplares de la flora autóctona.
Debemos comprender que la cacería furtiva en San Juan no es una irregularidad circunstancial como podría suponerse, sino por el contrario, hay estadísticas sobre un daño creciente estimado en un 47 por ciento el año pasado con respecto a 2018, de acuerdo con el informe anual de Medio Ambiente. Esto incluye la persecución a especies en peligro de extinción como aves muy codiciadas en el tráfico ilegal y en este contexto se observa que se trata de depredadores con recursos económicos e influencias para seguir impunes.
Fuente: Diario de Cuyo