Un informe del Observatorio Universitario de Buenos Aires muestra cómo la corporación de semillas y agroquímicos sigue pulseando por profundizar el modelo extractivista.
El de la soberanía alimentaria se impone como un tema de urgente tratamiento en un país con niveles de pobreza escandalosos, moral y ciudadanamente inaceptables. Concretamente, en una Argentina en la que pasan hambre 16,5 millones de personas en situación de pobreza. El asunto fue asumido como tema de campaña por el candidato con más chances de ser presidente, y en su complejidad dispara múltiples puntas que tocan, en todos los casos, cuestiones estructurales. Investigadores de las facultades de Filosofía y Letras y de Agronomía de la UBA han puesto el ojo en la Ley de Semillas, con el detallado informe del Observatorio Universitario de Buenos Aires Sembrar vientos. Soberanía alimentaria y patentes en debate parlamentario. Allí denuncian los intentos de modificación de la ley de la actual gestión de gobierno, tanto por vía parlamentaria como, directamente, por un DNU que fue anunciado por los grandes medios y que finalmente quedó sin firmar. Y aunque los resultados de las Paso frenaron por el momento esos intentos de avance, la corporación de semillas y agroquímicos, que es un monstruo grande y pisa fuerte, sigue pulseando por profundizar el modelo extractivista. En este informe, que se presenta este viernes en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, los investigadores explican por qué esos intereses son incompatibles con la idea de soberanía alimentaria.
“El discurso de los proyectos de ley de este tipo es el de las empresas: el argumento es que si no hay un cambio, no llega la tecnología. Se nos dio por encuestar a las empresas para preguntarles a ellas mismas qué tecnologías no tendríamos en la Argentina si no cambia la ley. En todos los casos, son exclusivamente de resistencia a otros herbicidas que no sean el glifosato. Tenemos un modelo de producción muy dependiente de agroquímicos, porque los dueños de las semillas son los mismos dueños de los agroquímicos”, apunta Gustavo Schrauf, titular de la cátedra de Genética de la Facultad de Agronomía de la UBA.
La dimensión de esa concentración a escala planetaria, y el modo en que se aceleró en los últimos años, mueve a asombro: "Para 2005 la multinacional Monsanto había adquirido 27 empresas semilleras en el mundo, Bayer 21, Dow 12, Dupont 51, y Syngenta 20. De ese modo se aseguraron unir a la semilla con el paquete tecnológico que ellas mismas vendían al mercado. Además, la reducción en el número de empresas genera consecuencias económicas y biológicas indeseables", describe el informe. La concentración continuó: “En 2018 Bayer adquirió Monsanto, DOW y Dupont se fusionaron y Chemchina (la gigante agroquímica China) adquirió Syngenta y una de las semilleras argentinas más importantes, Nidera”. De este modelo de negocios se desprende que hoy en todo el mundo existen sólo tres empresas que concentran el 60 por ciento de las ventas de semillas y el 70 por ciento de los agroquímicos. “Desde esa posición dominante simulan una competencia entre sí, pero en realidad no es tal”, suma Schrauf.
¿Qué proponían, concretamente, los proyectos de modificación de la Ley de Semillas, la 20.247, sancionada en el 73 y reglamentada en el 78? "La principal modificación que planteaba el proyecto del Poder Ejecutivo es quitarle el derecho de uso propio de las semillas a los agricultores. Es decir, el productor debe volver a pagar si quiere sembrar la semilla que cosechó, se transfiere un beneficio de los agricultores a la industria semillera", describe Schrauf. El informe aclara que, como resultaría muy difícil sostener lisa y llanamente esta quita de derechos a los pequeños productores, el proyecto hablaba de “excepciones” para los pueblos originarios y la agricultura familiar. “Pero si en paralelo se les quita todo el apoyo técnico, si se desarma el Inta y los programas que los incluían, si se desmantela la Secretaría de la Agricultura Familiar, si se intenta permanentemente desplazarlos de sus tierras, carece de sentido hablar de excepciones”, advierte Alejandro Balazote, especialista en Antropología Rural de la Facultad de Filosofía y Letras. “De más está decir que el mercado nunca fue amigable con estos productores, pero la falta de regulaciones por parte del Estado dentro de la economía de Juntos por el Cambio lo volvió directamente hostil", concluye. "El proyecto también se justifica como un modo de modernizar la ley a la luz de los avances biotecnológicos. Pero no contiene ni un renglón sobre transgénesis, edición génica, 'grafting' o epigenética. Es decir, las nuevas tecnologías son parte de la argumentación de su necesidad de cambio, pero no forman parte de la letra de la nueva ley”, suma Schrauf.
"Las leyes de propiedad intelectual, especialmente las patentes, más que reconocimientos a la investigación, se constituyeron en herramientas de dominio del mercado. Cuando se posibilitó en Estados Unidos el patentamiento de genes y organismos, se aceleró la monopolización de la industria semillera. Una cuestión muy preocupante es la pérdida de diversidad genética de cultivos, pues estas compañías no están interesadas en cuidar el acervo genético una vez que consiguen una línea que tiene buen y estable rendimiento", advierte también el informe. Para los consumidores, el impacto cotidiano va desde las cuestiones aparentemente más básicas (los tomates que consumimos tienen menos sabor que antaño, por ejemplo), hasta las consecuencias aun no estudiadas en la salud de ciertas modificaciones de semillas.
Los “daños colaterales”, la pérdida de superficie de hectáreas de bosque nativo en la Argentina, el mentado “cambio climático”, la agroecología y las alternativas a la hegemonía, las experiencias de producción colectiva, como la de Unión de Trabajadores de la Tierra, además del engaño que suponen los intentos de modificación presentados como “Ley Inta” (como si este organismo, actualmente desfinanciado, fuese el mayor beneficiario de las posibles modificaciones”, también son temas analizados por diversos investigadores universitarios. Atenti con las ideas de “modernización”: suelen venir con viejas mañas bajo la manga.
Fuente: Página 12.-