El sol pega en nuestras cabezas, intenso, y en el resto de las más de 270 hectáreas del campo agroecológico “El Venado”, en Guamaní, provincia de Buenos Aires. Una localidad que se destaca por las iniciativas extensivas que dejaron de lado “la agroindustria” para volcarse a la “agroecología”.
Se recorrió estos campos de la mano de Renama, Red Nacional de comunidades y municipios que fomentan la agroecología que agrupa 40 municipios y casi de 10000 hectáreas, y pudo conocer a los productores locales que tomaron esta decisión hacia la “transición”.
Según el último censo agropecuario, existen 2309 establecimientos considerados agroecológicos en todo el país, sobre un total de 249.663. Y se estima que ya hay 5000 experiencias en Argentina. La agroecología “se destaca por generar una forma de producción diferente, con sistemas agrícolas sostenibles, que reemplazan agroquímicos y pesticidas por bioinsumos y semillas transgénicas por orgánicas”.
Claramente “las consecuencias no son sólo ambientales sino también en la salud de las personas que viven en los alrededores”. Por eso, se busca un modelo que no afecte la salud de las personas, ni el ambiente. Pero ¿es viable a gran escala? “Si, es muy rentable y productiva”, asegura Gabriela Giordani, de Ipaf Región Pampeana (Inta).
Además de que “fomenta que las familias vuelvan a estar en los campos ya que requiere presencia y esto puede lograrse al dejar de estar expuestas a fumigaciones”, detalla Rodrigo Castro Volpe, productor agroecológico miembro de Renama.
La familia Best, dedicada a la ganadería y agricultura en Guaminí, responsables del establecimiento "El Venado", aseguran que “no hay transiciones. Nosotros un día dijimos no aplicamos ninguna clase de químico. Y ya no se pulverizó más desde 2016. Es una cuestión de filosofía. El desafío fue no fundirnos en el medio. Esto funciona por el convencimiento de cada uno de hacer lo que quiera hacer. Me fui de la industria porque no quería ver la contaminación y considero que el camino es este. Si el bidón dice veneno es porque adentro hay veneno”.
Ellos se dedican a la ganadería extensiva, con plantaciones rotativas de alfalfa, avena, vicia, trébol rojo en sus 270 hectáreas.
Agrotóxicos vs. suelos vivos
Uno de los primeros cambios que aseguran quienes hacen la transición agroecológica es comenzar a ver “los suelos vivos” y “el aumento de pasto”. Es que el modelo agroindustrial al estar “atravesado por el uso indiscriminado de agrotóxicos, nuevos transgénicos, más pesticidas va generando el debilitamiento de los suelos y su fertilidad”, explica Marisa Fogante, de la Asociación para la Agricultura Biológico-dinámica de Argentina (Aabda).
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Argentina es el tercer productor mundial de granos de soja, el cuarto de maíz y el tercero de semillas de girasol. A este escenario se suma que Argentina cuenta con una de las mayores tasas de aplicación de plaguicidas en el mundo: 10 litros por habitante por año, según estudios del Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM) de la Universidad Nacional de La Plata.
Fertilizantes naturales. Los productores locales dicen que es clave que los animales vuelvan a los campos y que los suelos cuenten con plantas como las leguminosas. También hablan de fertilizante de ortigas, las heces del ganado, gallinas, humus de lombriz.
La familia Basualdo-Mori de Arroyo Venado posee una Unidad Hortícola y cuentan su experiencia: “nos largamos con mi esposo a hacer la huerta y vivimos con mis tres nenes. Toda la familia volcada a la tierra. Es nuestra pasión. Hace dos años que vamos a ferias y vendemos a algunos productores locales. Es todo un aprendizaje. Aprendemos a convivir con la naturaleza sin pesticidas ni agroquímicos. Y vemos un suelo vivo: hay lombrices, bichos bolita”, cuenta Miriam, quienes tienen una plantación promedio de 4600 plantas de lechuga al mes, 2000 plantas de tomate, 1300 berenjenas, y acelga, entre otros.
¿Adiós al endeudamiento?
“Con la agroecología cambia también el modelo de endeudamiento ya que deja de haber miles de dólares destinados a agrotóxicos para producir y luego vender a grandes corporaciones con las que no existe ni posibilidad de negociación”, explica Eduardo Cerdá, referente nacional en el tema, a cargo de la Dirección Nacional de Agroecología, dentro del Ministerio de Agricultura de Nación.
“El productor que se vuelca a lo agroecológico se independiza porque ya no gasta más esa plata en agrotóxicos y se desvincula de los intermediarios. Nosotros hablamos de agroecología como algo integral: el acceso a la tierra para producir alimentos sanos y con precios accesibles para todos y todas”, agrega Cerdá.
Fuente: Perfil