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El campo teme por más lluvias fuertes de otoño

Clima a favor y en contra: lluvias: bueno; granizo, temporales y temperaturas extremas: malo. Además, se consolida la soja en 50 millones de toneladas, y se mantiene el maíz en 57 millones.

Durante el período, una seguidilla de temporales, lluvias extraordinarias y mangas de granizo, causaron daños diversos en varias localidades, en especial de la Pampa Húmeda, como de Mendoza, donde se registraron los mayores perjuicios. En ambos casos, tanto los temporales con fuertes vientos que revolcaron cultivos, como las piedras, causaron pérdidas que llegaron a ser totales, en más de un caso.

Sin embargo, el efecto benéfico de las precipitaciones en el resto de la Pampa Húmeda permitió consolidar las estimaciones de producción de maíz en 55-57 millones de toneladas, y aumentar 500.000 toneladas las de soja, que volverían a ubicarse en 50 millones de toneladas, según la Bolsa de Comercio de Rosario, aunque aún faltan dos meses para el grueso de la cosecha de la oleaginosa.

En el último informe de la entidad, “se destacan las consecuencias favorables de las lluvias de febrero para la soja, que permiten una revisión al alza de las estimaciones de producción hasta alcanzar los 50 millones de toneladas (Mt) para la campaña 2023/24”, ratifica la entidad, que también alerta sobre “el maíz que enfrenta desafíos considerables debido a un inusitado ataque de spiroplasma, una enfermedad transmitida por la chicharrita y típicamente asociada al norte del país, que se extendió a Córdoba y Santa Fe, causando preocupación por los posibles impactos en los rindes de los maíces tardíos”.

El tema no es menor, ya que la muy alta humedad, acompañada todavía por las temperaturas de fines del verano, favorecen la aparición de plagas y malezas que aún pueden causar daños de distinta magnitud en los cultivos. Por otra parte, las temperaturas extremas en el centro y norte del país, con térmicas superando los 50º C en algunas localidades, y sin lluvias hasta ayer, volvieron a complicar la situación de los establecimientos ganaderos que, con las precipitaciones de enero, recién comenzaban a recuperar pasturas y el campo natural después de 3 años de seca.

Sin embargo, los fuertes desfases climáticos siempre son mirados con recelo por los productores que temen “el movimiento pendular” que, en este caso, sería la ocurrencia de nuevas lluvias copiosas menos dañinas en el norte (dependiendo de la magnitud), pero que pueden ser graves en el caso de la Pampa Húmeda donde ya está comenzando la cosecha gruesa que se debe prolongar hasta fines de mayo y que, además de atrasar la recolección (algo que también puede impactar en las exportaciones), es singularmente dañino para la soja que una vez llegada la madurez comercial debe ser recolectada, para impedir pérdidas por desgrane, de muy fácil ocurrencia con lluvias y hasta con vientos fuertes.

Alerta por importaciones de alimentos

Aunque Argentina es exportador neto de alimentos, por lo que la logística para las importaciones no está preparada, ni es muy fácil hacerla para productos perecederos, igual el anuncio oficial de la apertura de las importaciones para masivos causó alarma entre los productores. Y entre estos, unos de los primeros en reaccionar fueron los porcinocultores, que vienen de una larga tradición de ingreso de carne de cerdo, especialmente desde el principal socio del Mercosur: Brasil. Así, la Cámara Argentina de la Industria de Chacinados y Carne de Cerdo (CAICHA), y la Federación Porcina Argentina rechazaron enérgicamente la decisión, con algunos argumentos que seguramente Agricultura, al menos, deberá atender.

Destacan, por ejemplo, que “reducirán los plazos de pago de las importaciones de alimentos al mismo tiempo que eliminarán el pago de percepciones de Ganancias e IVA a las importaciones, lo que es sumamente discriminatoria con la industria nacional, que deberá competir en desigualdad de condiciones, ya que se verá obligada a asumir costos de importación para la producción, de los cuales los importadores de productos terminados se encontrarán eximido.

Resaltan, además, que desde principios de año, el precio del cerdo en pie “cayó más de 35 por ciento, pasando de $ 1.155 a $ 744, presionando así a la baja los precios de los productos porcinos que compran los consumidores argentinos”. La baja, significativa, es de 35,6 por ciento.

Pero no sería el único producto que puede ingresar. También asados y algún otro corte vacuno del Uruguay; manzanas (lo que ya puso en alerta también al Alto Valle) y cítricos. Es que además de los productos que ingresan tradicionalmente, con ananases, bananas, algunas otras frutas tropicales, ahora también podrían importarse algunos quesos y, especialmente, productos secos, no perecederos (fideos, etc.), embutidos, envasados al vacío, y una amplia gama de los más sofisticados, aunque el problema de los precios es con los masivos, y es ahí donde la logística no está del todo preparada, como ya se comprobó con los ingresos de poroto de soja que hubo que importar para bajar la capacidad ociosa instalada local de las aceiteras, jaqueadas por la fuerte caída de la producción de la oleaginosa por la seca.

Semáforo en rojo y recortes para Agricultura

Mientras, desde Coninagro daban a conocer su balance mensual de resultado económico para economías regionales, con ocho actividades de gran volumen en rojo (algodón, granos, leche, maní, ovinos, papa, mandioca y mosto). El caso es que, hasta ahí, los porcinos eran el único rubro con performance positiva, seguramente, por la caída en el precio de los granos (principal insumo para la alimentación), y dada la producción creciente, no se preveía el riesgo de importaciones de carne de cerdo, como se conoció oficialmente el martes pasado.

Parece que tampoco en Agricultura se preveían los recortes que parece que se vienen en Paseo Colón, sede de la cartera, y sus organismos descentralizados. De ser ciertos los números que se barajan, llamativos, igual no alcanzan a las capas más profundas que se fueron superponiendo en las últimas dos décadas.

Por caso, el recorte en la propia Secretaría sería de 400 agentes; mientras que en el Senasa la baja alcanzaría a 1.150; y en el INTA aparece un número similar: 1.300. Cabe consignar que cada una de estas áreas ronda los 6.000 agentes. A su vez, en el Inidep (Pesca) se bajarían 80; en el INV (vitivinicultura), otros100, y en el Inase, 50. “Bajar 20 por ciento el Senasa es dejarlo prácticamente sin certificación ni control”, comenta algún dirigente, aunque el nuevo titular del organismo reconoce que ya más del 90 por ciento se hace por autogestión, y todavía faltan adoptar varias de las tecnologías más nuevas, para lo cual el organismo ya cuenta con un voluminoso crédito internacional.

Más complicado parece el caso del Inase (semillas) pues, aunque igual que el INV, se trata de un organismo autosustentable financieramente, sin embargo, el área de semillas en particular debería fortalecerse para mejorar la fiscalización que, en la actualidad, constituye un problema grave para el sector semillero, y resulta casi evidente que no da abasto. Por ejemplo, aún se espera la información oficial sobre el destino de unas 600.000 toneladas de trigo transgénico, de las últimas campañas, que no cuentan con autorización para ser comercializadas, y no es el único caso.

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