Este sable fue adquirido en 1811 por San Martín en Londres en una tienda de anticuario unas semanas antes de embarcarse hacia el Río de la Plata. Es un sable de origen árabe, y en esa época era una de las armas blancas orientales de moda entre los militares ingleses y europeos.
El sable posee una hoja de acero de Damasco, de aproximadamente 100 años de antigüedad al momento de ser adquirido. Lo que caracteriza al acero de Damasco es su calidad, filo, resistencia y ligereza. La empuñadura es de madera de ébano y su vaina está recubierta en cuero y bronce. Se cree que San Martín habría sido el primero en introducir este tipo de arma en América del Sur, y según su propia declaración, el sable lo acompañaría en toda la guerra por la Independencia de América del Sud.
Cuando el general San Martín deja la campaña libertadora, que continúa al mando de Simón Bolivar, regresa del Perú y debe emprender su exilio a Europa en 1824. El sable corvo queda en Mendoza al cuidado de doña Josefa Ruiz Huidobro. Recién en 1837 cuando San Martín estaba en Francia, mientras su hija y su yerno Mariano Balcarce se encontraban de viaje por el Río de la Plata, San Martín les escribió desde París solicitando “...traigan mi sable corvo, que me ha servido en todas las campañas en América y servirá para algún nietecito si es que lo tengo”. Desde el momento en que su hija le hizo entrega del sable, San Martín lo tuvo colgado en su cuarto, como señalaron muchos de quienes lo visitaron.
En su último y definitivo testamento, fechado en París el 23 de enero de 1844, San Martín dispone en su cláusula tercera que: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla...”.
Así, Rosas lo recibió luego del 17 de agosto de 1850, fecha de fallecimiento del Libertador, mediante el envío que hace del arma Mariano Balcarce. Juan Manuel de Rosas conservó el arma como una reliquia: la depositó dentro de un cofre en cuya tapa hizo colocar una placa de bronce donde mandó grabar la famosa cláusula testamentaria.
Con el exilio de Rosas en Inglaterra luego de la Batalla de Caseros, el sable lo acompañará a Southampton. Hasta que al morir Rosas en 1877, retorna a su presunto lugar de origen en Londres. Luego conforme al Art. 18ª del testamento de Rosas, el sable llegó a manos de su hijo político Máximo Terrero que vivía en la capital inglesa junto a su esposa Manuelita Rosas. Allí en su casa de Londres estuvo casi 20 años ocupando un sitio de honor, hasta que en 1896 - dos años antes que Manuelita falleciera- Adolfo P. Carranza (fundador y primer director del Museo Histórico Nacional) le escribe solicitando la donación del sable. Manuelita contestó afirmativamente, señalando que su esposo (el verdadero legatario), había decidido donar a la Nación Argentina “ese monumento de gloria para ella”, contando con su entera aprobación y la de sus hijos Manuel Máximo y Rodrigo Tomás. Poco después, el 4 de marzo de 1897, el sable pasa a formar parte del patrimonio del Museo.
Sobre sus características físicas los más recientes estudios y análisis del sable han determinado:
Dimensiones y peso del arma: Largo de la hoja 818 milímetros., largo total 948 milímetros., ancho de la hoja 27 milímetros., espesor máximo de la hoja 5 milímetros., largo de la vaina 845 milímetros, peso del sable con dragona 910 gramos, y peso de la vaina 680 gramos.
Identificación de las partes de madera:
Empuñadura: Ébano de las Indias Orientales, también conocido como ébano de Ceylán o ébano negro, parcialmente segrinado (líneas cruzadas en forma de rombo para mejorar el agarre) en la parte inferior próxima a la cruz. Vaina: Cuero y Haya europea. Posee brocal (borde de la vaina) y contera (protector del extremo de la vaina) en metal dorado y dos abrazaderas (superior e inferior) con anillas de sujeción.