El polaco judío Zbigniew Brzezinski llegó a ser hombre de consulta de los presidentes de los Estados Unidos. En su momento, interpretó y dio forma a las acciones de política internacional de su país de adopción, con la finalidad de mantener la situación privilegiada de primera potencia mundial, lejos de las apetencias de los 'rencorosos', que entre otros somos nosotros los americanos del sur, los habitantes del patio trasero.
El fantasma ruso
Hoy Brzezinski no escucha reproches, porque hace dos años y medio está muerto. A los 89 años, cuando dejó este mundo, hacía mucho que opinaba poco y pesaba menos. Pero con el pastor bautista e ingeniero nuclear Jimmy Carter presidente, propuso desmembrar Rusia y repartir los pedazos entre los países occidentales. En el fondo fue lo que hizo Rusia con su Polonia natal. Incluso a la China le iba a tocar un pedazo, porque entonces no era vista como un peligro.
De Bolívar a patio trasero
En los análisis políticos no hay que buscar culpables. En este caso hay que averiguar si las recomendaciones de Brzezinski de recolonizar el patio trasero cuando vio que el imperio americano mundial no era posible, porque estaba disputado por potencias emergentes, están siendo seguidas por los responsables de la política exterior estadounidense, en cuyo caso quien los culpe, acierta. Y es así porque hay datos y evidencia en las convulsiones que están sufriendo los países de América y en la propaganda que nos inunda.
El poder mortecino
De todos modos, Brzezinski no hizo más que seguir la línea de Keagan y otros doctrinarios que establecieron la política exterior norteamericana en 1946, cuando los Estados Unidos salieron de la guerra con la mitad de la riqueza y el cinco por ciento de la población mundial.
En cuanto a lo que debemos hacer los 'sudacas', es conocer los hechos. Las líneas tácticas, la acción, la elección de 'culpables' y de víctimas viene después y es cuestión de políticos. En política rige la amoralidad o la doble moralidad maquiavélica: una para el gobernante que dispone del poder del Estado y otra para los ciudadanos sencillos. La confusión en este terreno se paga cara y con satisfacción es favorecida por el poder.
Aunque decadente y con signos de vejez, desconfiado y agresivo como perro tuerto, el imperio tiene todavía muchas herramientas en las manos para someter a países previamente debilitados, sin consciencia nacional ni valoración de sí mismos ni de sus tradiciones, capaces de entregar sus riquezas naturales a cambio de una yapa que les permita a sus gobiernos corruptos subsistir hasta mañana.
Cómo trabajar en el patio
El imperio tiene recetas de todo tipo para dominar y corromper, como hizo con el Tacho Somoza o con Trujillo en otro tiempo o como hace ahora con Iván Duque en Colombia, con Jair Bolsonaro en Brasil, con Mauricio Macri en Argentina o con Sebastián Piñera en Chile.
Como dijo en su momento el lingüista Noam Avram Chomsky, si los países del mundo no ponen sus recursos naturales a disposición de los Estados Unidos, eran comunistas antes y ahora que el comunismo es un fantasma muerto, son terroristas o dictactoriales y es menester rectificarlos como hicieron con Iraq, Libia o Siria y como estuvieron a punto de hacer en Venezuela si otras potencias no le hubieran disputado el patio trasero.
El departamento de Estado aplica una estrategia de 'ablande' antes de cualquier acción decisiva, que consiste en aplicar al país que se quiere devolver a la obediencia lo que los manuales llaman 'character assessination', que consiste en usar la prensa adicta y otros medios de influencia y presión para volcar sobre ellos toneladas de infundios: son ignorantes, dictadores brutales, llevan a la miseria, deben ser destituidos, son antidemocráticos y criminales, etc, etc, etc.
Vigilan de cerca a sus víctimas, como el gato espera paciente un descuido de la laucha al salir de su cueva. El gobierno previamente sumido en el descrédito cometerá un error, ya que está sometido a presión: un acto de corrupción que será magnificado, se volverá soberbio, equivocará el rumbo o cualquier otra cosa, real a inventada porque el relato está en sus manos y la gente necesita creer y si es al poder, con más razón.
Luego se rodean de dirigentes serviles, como es el caso del uruguayo Luis Almagro, secretario general de la OEA, que dijo que Evo se dio un autogolpe, y que sus ex congéneres políticos del Frente Grande uruguayo llaman ahora 'Almugre' en un juego de mal gusto con su apellido.
Recuerdos del cerro Potosí
En el caso de Bolivia, donde parece haber terminado más de una década de empoderamiento de los pueblos originarios y una era de progreso como se conocía desde el fin del Incario, los propios 'progresistas' bolivianos dirigen reproches a Evo y miran mucho más los entreveros y recelos que genera la política interna que el huracán que viene del norte y los arrasa. Es también una táctica de distracción porque el ser humano tiende a mirar lo que tiene cerca y le puede doler o dar satisfacción inmediata, que lo que está lejos y no parece tener influencia directa.
Si Evo mintió, como dicen los que en un tiempo fueron sus partidarios, no hizo más que cualquier otro político. Si violó las formalidades democráticas, por ejemplo la constitución que él mismo contribuyó a redactar, esas formalidades no valen mucho. Los argentinos lo sabemos gracias al trato y destrato que sufrió nuestra constitución desde Alberdi hasta ahora.
Lo que pasó en Bolivia es la ejecución de la recomendación Brzezinski de recolonizar el 'patio trasero' ante la imposibilidad de realizar el proyecto de imperio mundial americano.
El caso Venezuela
El departamento de Estado sometió al gobierno de Bolivia a parecido trato que en su momento al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro; pero en este caso no tuvieron éxito, al menos por ahora, porque los rusos pasearon una fragata con 48 bombas atómicas por el Caribe en el momento culminante, justo cuando China, en una declaración insólita, dijo que Venezuela no era patio trasero de nadie. Hoy parece que en Venezuela la crisis abortó de un momento para otro casi milagrosamente.
La sochóloga
Las potencias entienden el lenguaje de la potencia. Es digna de atención la crítica de la socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui, que se llamó a sí misma 'sochóloga', uniendo en una sola palabra 'socióloga' y 'chola'. Según ella Evo traicionó, al punto que oprimió a los mismos que oprime el imperialismo que combatía. De ser correcta la crítica de Silvia pondría a Evo al mismo nivel del dirigente derechista santacruceño Luis Fernando Camacho en cuanto a los fines y lo haría reo de un disimulo que Camacho no tiene, posiblemente porque la Biblia no se lo permite.
Parece que Silvia hace una apreciación de política doméstica, motivada por irritaciones surgidas del roce cotidiano y de la velocidad con que cada uno quiere acercarse al objetivo.
De la Redacción de AIM.