Una relación tóxica contamina la autoestima, la felicidad y el modo en que una persona se sitúa en el mundo. Pero ¿qué es una relación tóxica? ¿Puede existir tal cosa?
Según Joan Garriga, psicólogo, terapeuta y autor de El buen amor en la pareja, no sería acertado hablar de personas tóxicas, sino de relaciones tóxicas. Y se distinguen porque en ellas “nos experimentamos tensos, malhumorados, crispados, deprimidos o debilitados”. Otras señales de que estamos inmersos en una relación que no nos hace bien, según los expertos, pueden ser:
- Un exceso de discusiones.
- Faltas de respeto.
- Poco cuidado, tanto propio como de la pareja.
- Juegos psicológicos en los que uno y otro adoptan, y a menudo intercambian, el papel de víctima, salvador o agresor.
- Poco reconocimiento del otro. Las parejas tóxicas ya no son capaces de verse tal y como son, sino que se aferran a una imagen del otro creada en su mente que corresponde a lo que esa persona hizo o dijo hace tiempo.
- Necesitamos andar de puntillas para no prender la mecha de la siguiente bronca.
- No podemos hablar con tranquilidad acerca de cómo nos sentimos.
- Nuestros deseos y necesidades son sistemáticamente relegados a un segundo plano, y nuestros gustos y opiniones criticados y puestos en tela de juicio.
- Los celos y el control posesivo, el que con frecuencia la otra persona disfrute de ponerte en ridículo, cuestionarte o reprenderte incluso en público.
- La sensación de que tu voz se ha ido apagando poco a poco y de que al lado de esa persona no puedes ocupar el espacio que te corresponde.
Las señales corporales te avisan de que algo no va bien
Para María Fornet, psicóloga especialista en coaching, “una relación tóxica es aquella que hace sufrir a alguno de sus miembros, y en su definición englobamos desde el caso del insidioso compañero de trabajo que siempre se aprovecha de nuestros resultados hasta los extremos más peligrosos de la violencia física o psicológica dentro de una relación de pareja. Sabemos que las relaciones tóxicas no solo existen, sino que además todos nos hemos visto envueltos en una de ellas en algún momento de nuestras vidas”.
Montse Barderi, filósofa y escritora, autora de El amor no duele, reconoce que el adjetivo “tóxico” para referirnos a una relación “ha hecho fortuna”, aunque ella prefiere hablar de buenas y malas relaciones. “Las buenas son fáciles de identificar”, afirma: “La otra persona mira por ti, por tu bienestar y felicidad. Sin esta base, por mucho que te atraiga alguien, tienes un mal pronóstico”.
Pero aunque las señales que dan el aviso de este mal pronóstico sean inequívocas, a menudo tenemos dificultades para escucharlas. O bien no las percibimos o bien las ignoramos. Las más evidentes son las corporales: rabia, tensión en las piernas, malestar, incluso insomnio. “El cuerpo sabe lo que nos hace bien y lo que no”, afirma Joan Garriga.
¿Cómo se distingue una relación saludable?
Y ¿qué distingue, en cambio, a una relación saludable o satisfactoria? Para Montse Barderi, en una relación sana ambos miembros de la pareja cuidan mucho su vida personal: sus intereses, sus aficiones, sus inquietudes culturales. Explica esta filósofa y escritora que la base del amor es que “una vida con sentido no depende más que de una misma. Si luego te relacionas con alguien debe ser para estar mejor que cuando estabas sola”. La buena noticia es que nadie puede hacerte infeliz. La mala es que nadie puede hacerte feliz.
Uno de los pilares básicos de ese “buen amor” del que habla Garriga, socio fundador del Institut Gestalt de Barcelona, es la sensación de que “la danza relacional nos hace bien, nos potencia, genera más alegría que tristeza, más fuerza que debilidad, más bienestar corporal que malestar corporal”. ¿Y qué lo facilita? Para empezar, que ambos miembros de la pareja hayan revisado las pautas de conexión afectiva con sus padres: “Estar en paz con la familia de origen, si es posible, no tener muchos asuntos pendientes en esa área”.
Una buena relación también se reconoce porque nos dirige hacia el desarrollo y el crecimiento, nos da impulso y motivación. También porque “el intercambio de energía tiende a ser positivo y agradable: uno se experimenta al lado del otro relajado, sin exigencias, sin tensiones, sin miedos, con confianza; la energía está más proyectada hacia el futuro ‒proyectos, hijos‒ que hacia el pasado”. En una relación tóxica, en cambio, se mira mucho hacia atrás: a lo que dijimos, a lo que hicimos; y cada persona ocupa en ella un lugar determinado, rígido y poco flexible. No hay posibilidad de crecer dentro de ese espacio, y si lo intentamos, provocaremos seguro algún tipo de turbulencia emocional.
Otro elemento fundamental de una relación próspera consiste en darse reconocimiento: ver de verdad al otro, hacer el esfuerzo de prestarle atención y no darlo por sentado. “Una buena relación está viva y podemos ser quienes somos en cada momento, sin tener que encajar en guiones preestablecidos como por ejemplo el de que siempre tengo que ser el fuerte, o el débil, o el responsable”, continúa Garriga.
¿Cómo salimos de una relación tóxica?
Digamos que ya tenemos claro que nuestra relación no cumple con la mayoría de estos requisitos positivos, y que además hemos reconocido algunas o muchas de las señales de alarma que nos avisan de que podríamos estar manteniendo una relación tóxica. ¿Cómo salir de ella?
Para María Fornet, que lleva años en Londres trabajando con mujeres que están en medio de alguna transición vital, “pedirle a alguien que abandone sin más una relación tóxica, sin tener en cuenta el contexto en el que esta se produce, es complejo: la dependencia que podemos haber desarrollado del otro puede venir reforzada desde nuestro entorno, desde el sistema en el que vivimos y estar afectada por factores como la situación familiar, el miedo o la falta de recursos”. Aun así, esta psicóloga andaluza nos ofrece las siguientes recomendaciones generales:
- Recuerda que, si las cosas no han ido ya a mejor en tu relación, lo más probable es que no vayan a hacerlo nunca.
- Rodéate de gente que te quiera y pídeles su apoyo durante el proceso.
- Entiende que es normal que te sientas confuso: es importante que no esperes dejar de querer a la otra persona para dar el paso.
- Cuida de tu salud emocional: las relaciones tóxicas son conocidas por dejar un reguero de secuelas psicológicas como la culpa, la confusión, el cansancio emocional o la vergüenza. Todas estas heridas requieren de tiempo y cariño, y es normal sentir que avanzamos muy lento.
- En el caso de relaciones violentas, es fundamental que busques el apoyo de algún servicio en el que puedan atenderte y proporcionarte el espacio adecuado para que puedas dar los primeros pasos de la manera más segura posible.
Ante todo, lo más importante es, coinciden los expertos, escuchar las señales del cuerpo, trabajar por tener una buena autoestima y una vida personal rica y recordar, explica Fornet, “que una relación sana es aquella que te suma y no te resta: la que te hace sentir más grande, más escuchado, más respetado, más seguro y tranquilo, y no lo contrario”.
Fuente: lavanguardia.com