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Política
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Entre Ríos: anatomía de la estupidez

En este artículo de opinión, Alejandro Di Palma, Roberto Domingo y Rubén Pagliotto realizan una lectura histórica crítica de la posición de Entre Ríos ante el pseudo-federalismo, que discriminó sistemáticamente a la provincia y la servidumbre voluntaria de la provincia a la arbitrariedad del gobierno central. Asimismo, insta a repensar el modelo institucional.

De antemano se advierte que el término “estúpido”, no es utilizado en calidad de insulto ni menoscabo de nadie, sino referido a la definición que aquí se ofrece y solamente inscripto en el marco de ensayar una explicación, desde cierta lógica, a partir de la observación crítica de la realidad provincial.

La idea y el objetivo que nos proponemos es llegar a interpretar un patrón de conducta entrerriano y su resultante (la realidad provincial) desde la base de ciertos rasgos recurrentes que vienen caracterizando a esta provincia desde hace décadas.

Algunas observaciones básicas sobre la estupidez
La definición de estúpido desde la “acción” del individuo, surge del siguiente razonamiento: el estúpido lleva adelante acciones contra terceros sin conseguir ventajas para sí mismo o inclusive en contra de los propios intereses.

En cambio, la misma definición desde la “reacción” a determinada acción dolosa de un tercero, sería: el estúpido acepta (sin cuestionar) acciones en contra de sus propios intereses sin que en la escena medien circunstancias de poder que expliquen o justifiquen la inacción.

La posibilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica, incluyendo su nivel educativo o coeficiente intelectual.
Un estúpido, entonces, no es una persona aturdida, no es una persona que pueda ser señalada como torpe en sus juicios ni es una persona infradotada en relación a su inteligencia. También es importante señalar que siempre resulta subestimado el número de personas estúpidas.

Entonces, tenemos que el universo de personas se puede sintetizar en estas cuatro categorías:

  • Desgraciados: quienes tienen tendencia a auto infligirse daños, pero creando beneficios para terceros (no son estúpidos).

  • Inteligentes: generan beneficios para ellos y también para terceros.

  • Malvados: generan beneficios para ellos y daños para terceros.

Estúpidos : los que generan daños a terceros sin conseguir ventajas para ellos o aun resultando dañadas a sí mismas.

  • Tanto los inteligentes como los malvados son conscientes de su “arte”, debido a su capacidad de auto beneficiarse.

  • El desgraciado tiene una sospecha de su condición de desdicha que lo acerca a una sensación de infelicidad (desdicha), y es por tanto lógica su sospecha.

Ahora bien, las personas, en general, suelen siempre minimizar el poder dañino de los estúpidos, insistiendo en sociedades o vinculaciones con estas personas que terminan de forma gravosa; y esto representa una observación que tiene impresa la estupidez incipiente del “no estúpido”, es decir que la tendencia hacia la estupidez es un gesto natural de la raza humana, por lo tanto:

  • El estúpido no es consciente de su condición, por ende, es altamente peligroso por ser un mecanismo de evolución natural sin el límite del autocontrol.

La persona estúpida es peligrosa por resultar absolutamente impredecible y todo intento predictor resulta en un ejercicio vano. Entonces, el estúpido es mucho más peligroso que el malvado, sobre el cual resulta posible alguna estrategia productiva para suavizar el daño que propone su acción.

Circunstancias históricas: evolución hacia la estupidez
Fue Entre Ríos, allá por el siglo XIX, quien primeramente estuvo al frente de la lucha organizada del interior del país contra el poder del puerto de Buenos Aires, de entrada y salida de mercaderías al territorio argentino, una lucha que ampliamente se conoce como la pugna entre federalismo y unitarismo.

En algún punto de la historia nuestra provincia aceptó, sin objeción ni resistencia (i.e., sin ofrecer ningún tipo de reacción), acciones exógenas en contra de sus propios intereses, permitiendo así sostener un aislamiento discrecional del resto del país, aun siendo vecinos limítrofes de las principales provincias que se desarrollaron. Este perjudicial y retardatario aislamiento, que luego se justificó bajo una hipótesis de conflicto militar con Brasil y que ubicó a nuestra provincia en el fatídico camino del subdesarrollo, fueron circunstancias que perecerían no haber sido advertidas por los entrerrianos, quienes aceptamos con pasmosa pasividad, resignación y entrega, que ese estado de secesión se prolongue hasta el inicio de la década de 1970 (inauguración del Túnel Subfluvial Hernandarias – 13/12/1969).

Los entrerrianos parecen no haber tomado nota de lo discrecional y doloroso de haber mantenido ese aislamiento (hasta 1970) y transitivamente el subdesarrollo inducido, sin haber interpuesto un voluminoso reclamo económico o haber insistido recurrentemente en un resarcimiento proporcional, por lo tanto, resulta evidente y palmario que esa inacción e indolencia, sólo puede ser explicada desde la estupidez más absoluta y lacerante.

Así mismo, dentro del conjunto de obras que desde la Nación (poder central) se definieron unilateralmente para incluir o insertar a nuestra provincia al territorio continental (finalización del aislamiento), se llevó adelante la Represa Hidroeléctrica de Salto Grande (RHSG), una obra cuyos resultantes energéticos tampoco fueron observados por los entrerrianos, quienes permitieron que ese “producto del recurso provincial” (la energía producida por el río), sea transportada “sin peajes” hacia otros lugares del país, es decir aceptamos “la decisión política” de desarrollar económicamente (a nuestra costa y costos), lugares lejanos como Amba, lo cual también se parece mucho a un gesto flagrantemente estúpido.

Aceptamos en la actualidad (sin oposición alguna), como si se tratara de un mandato divino proveniente de “las fuerzas del cielo”, un conjunto de antiguos tratados internacionales de libre navegación, que representan un oprobioso acuerdo para nuestra provincia y que explican que, tanto la administración, como la resultante económica de la utilización de uno de los ríos más importantes del mundo (Paraná), sea de estricta incumbencia ajena, corredor natural este río por donde se transporta la mayoría de las riquezas de nuestro país e inclusive de un país vecino (Paraguay).

Es decir, para ser más claros y precisos, hemos aceptado un retardatario destino de subdesarrollo como si se tratara de una maldición divina imposible de evitar, lo que nos sigue mostrando como estúpidos a un nivel superlativo y caricaturesco.

A mayor abundamiento, nos vemos constreñidos a enfatizar también acerca de la hidrovía (Paraná-Paraguay), su propiedad y el usufructo que completa esa propiedad (diferenciándola de la nuda propiedad), debiendo aceptar con profundo sentido autocrítico, que los entrerrianos hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez, por decir lo menos y siendo bien pensados sobre nosotros mismos, aunque no tanto respecto a quienes dirigieron los destinos entrerrianos por voluntad popular.

Como punto culmine de la estupidez provincial, nuestros legisladores sancionaron allá por octubre del 2021, la Ley Provincial Nº 10.933, una perlita del “copie y pegue” sin ningún criterio o análisis, la cual sintéticamente niega que la energía de nuestro principal generador eléctrico (la Represa Hidroeléctrica de Salto Grande) sea un recurso renovable, una confusión tan burda y disparatada, que no solamente nos avergüenza, sino que nos define como estúpidos en un grado extremo rayano al paroxismo.

La estupidez generalizada
Nuestro país, a pesar de no ser una Confederación, definió un sistema por el cual fueron las provincias las que constituyeron la Nación (son preexistentes) y conforme ese formato institucional es que las provincias deberían coparticipar fondos al Gobierno Nacional y no al revés, como efectivamente ocurre. El objetivo de sostener un gobierno nacional es el de coordinar determinados servicios, ayudar a la materialización de objetivos políticos comunes y definir las estrategias a través de las cuales, estos objetivos, podrían ser alcanzados. Así, entonces, entre los servicios mencionados podemos señalar algunos como la defensa nacional (incluyó la hipótesis de conflicto con Brasil, que sentenció a Entre Ríos), las relaciones exteriores que incluyen definiciones geopolíticas (cuyo objetivo sólo sea el beneficio para las provincias que componen este acuerdo y nunca decisiones disfuncionales para las economías regionales), la justicia federal (que incluye la lucha contra el narcotráfico, delitos contra la economía nacional, tributarios, aduaneros, etc.), mientras que el resto deberían ser responsabilidad de las provincias, compitiendo entre sí para que la gente no se mude a otra jurisdicción (tener presente el éxodo que nuestra provincia experimentó – nos faltan, aproximadamente, un millón de habitantes) y para atraer inversiones (considerar el combo disfuncional que representan políticas provinciales fiscales absurdas y/o el faltante de políticas energéticas).

Resulta que, es en los puntos citados anteriormente, donde aparece expuesta “la decisión política” del gobierno nacional de desarrollar sólo una fracción del país y así mismo, el extravío de nuestra provincia, cuya clase política, los intelectuales, las fuerzas vivas y en última instancia hasta su sociedad, no pudo y muchas veces no quiso interpretar el no ser parte de esa “decisión política nacional” que no nos incluía y, en todo caso, haberse opuesto por su inconveniencia, por cuanto evidentemente estamos ante un caso de estupidez generalizada, expandida “urbi et orbi”.

Aceptamos como modelo de país, un federalismo aparente o pseudo federalismo, que significa un unitarismo real y en nuestra provincia lo aceptamos a perpetuidad, lo que en el mejor de los casos nos acerca peligrosamente a la estupidez total.

Existen y han existido en nuestra provincia tantos ignorantes sin iniciativa, mandando sobre hombres inteligentes, que a veces nos hacen pensar que la estupidez es una ciencia.

Corolario
La elocuencia de la realidad provincial es mandataria. Negamos inclusive la comparación más básica respecto de otras provincias que, en algún grado (aunque sea menor), pudieron evitar o suavizar, la “decisión política” de ser explotadas en un formato neocolonial que reporta a una lejana metrópolis.

Nuestra política vernácula, se mantiene en un estado de fanatismo ideológico que envilece, una situación de pugna eterna entre las fuerzas del peronismo y su antagónico, el radicalismo y últimamente fuerzas menores ubicadas a la izquierda, al centro o derecha, que ha sido muy negativa y tremendamente destructora, nos ha impedido visibilizar la verdadera y real problemática provincial, debatir con respeto, inteligencia y apertura mental y hasta mensurar con consciencia y racionalmente el daño resultante.

La falta de un partido o más bien de una corriente que sostenga un ultranacionalismo provincial (i.e., de profundo federalismo y de compromiso con nuestro arraigo), ha permitido a la política que describimos, dejar de percibir los tonos de la realidad y de esta forma aceptar como propios, debates lejanos que nada tienen que ver con nuestras realidades y problemáticas, sin perjuicio de ser una forma de acercarnos a esa antigua manera de ser, entrerriana, que dio el puntapié inicial de la lucha por el federalismo.

Esperamos que esta nota, seguramente incompleta y no exenta de errores, ponga en marcha un extendido y necesario debate y sirva, en algún grado, para detestar la estupidez o por lo menos, hacer de la estupidez provincial una cosa vergonzosa, alejada de la virtud y de nuestros activos simbólicos.

Aceptamos como modelo de país, un federalismo aparente o pseudo federalismo, que significa un unitarismo real y en nuestra provincia lo aceptamos a perpetuidad, lo que en el mejor de los casos nos acerca peligrosamente a la estupidez total.

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