En este artículo de opinión Roberto Domingo y Rubén Pagliotto analizan el programa económico del nuevo presidente de Argentina, presidente Javier Milei. “La propuesta liberal del presidente Milei y su equipo ha fracasado rotundamente en el pasado y volverá a hacerlo con asombrosa rapidez en estos tiempos”, advirtieron y señalaron que: “De no tomar el camino de una vigorosa política de inversión y protección de los productores, el plan de estabilización se transformará velozmente en un violento plan de ajuste, que traerá caída del salario real, desempleo, menos consumo, achicamiento del mercado interno y finalmente un enfrentamiento social de características imprevisibles”.
Apenas finalizada la luna del presidente de la Nación, Javier Miel, con las nuevas autoridades electas, y después del traspaso, aparece, necesariamente, luego del primer discurso presidencial dirigido al pueblo, la impostergable necesidad de efectuarse las preguntas adecuadas para intentar desentrañar el futuro que se avecina.
Así las cosas, no se trata como comunicó el nuevo presidente, sólo y únicamente de revelar el estado real en que se recibe el país luego de seis gobiernos desde la salida de la convertibilidad, sino de contarnos a los argentinos, concretamente, en un idioma coloquial y asequible para las mujeres y hombres de a pie, qué se hará, con quiénes y sobre qué variables de la economía.
Darle respuestas a esta incertidumbre sobre lo que vendrá es una característica del ser humano, y es hasta natural porque tranquiliza y apacigua la mente y el espíritu.
¿Podrá el nuevo presidente torcer el rumbo?
Milei es liberal, afirmación que dispara como pregunta obligada: cómo le fue al liberalismo, digamos, ¿desde 1950?
A manera de breve resumen orientativo del lector:
- 1955/1958: Revolución libertadora. Pol. Económica: Liberal.
- 1962/1963: Guido/Militares: Pol. Económica: Liberal.
- 1966/1973: Onganía/Lanusse: (Krieger Vasena): Pol. Económica: Liberal.
- 1976/1983: Dictadura cívico-militar: (Martínez de Hoz), Pol. Económica: Liberal.
- 1989/1999: Carlos Menem: (Alsogaray/Cavallo), Pol. Económica: Liberal.
- 2015/2019: Macri: (Prat Gay/Dujovne/Caputo), Pol. Económica: Liberal.
El déficit fiscal y la recesión
En el subdesarrollo, nuestro país lo es, el tamaño del Estado tiende indefectiblemente a aumentar porque el sector privado no invierte. Esa anemia productiva privada, causa desempleo y falta de oportunidades, que presiona sobre el sector público creando empleo improductivo-burocrático.
Advertimos que en el discurso pronunciado el día de la asunción, que consistió en describir una dramática situación, por momento exagerando pícaramente datos y falseando estadísticas, careció absolutamente de propuestas direccionadas a la solución de la crisis...
Roberto Domingo y Rubén Pagliotto
La razón es que intenta aplicar recetas recesivas, con lo cual resulta imposible que el sector privado absorba y nivele aquella reducción que se propone en el Estado.
Es un error muy grueso y de imposible solución desconectar los graves problemas del sector estatal de la crisis global de toda la economía.
Economicidad
La política económica de corte liberal tiene como principio una competitividad simple, pero con deletéreos efectos sobre el entramado productivo nacional: si cuesta más barato en el exterior, no importa el producto de que se trate, importémoslo. Esto implica la apertura indiscriminada de nuestras fronteras y de la economía.
De esta forma, haciéndose de divisas de cualquier manera, llámese endeudamiento, más impuestos, privatizando o vendiendo soberanía, se financian todo tipo de productos foráneos.
Así, mediante el peor subsidio conocido, el dólar barato, se disfraza la competencia y, apertura de la economía mediante, se envía a la quiebra a ramas enteras de nuestros productores que, en condiciones adversas, no pueden ofrecer los precios y calidad de los productos importados provenientes de economías integradas y desarrolladas, con gran productividad.
La inflación
La lucha contra la más perfecta máquina de elaboración de pobreza en nuestro país, la única fábrica que funciona sin dificultades ni inconvenientes, es planteada en forma equivocada por el liberal libertario que detenta el sillón de Rivadavia.
Lo de la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario, es un teorema o tesis económica equivocada.
Lo correcto es el planteo de que detrás de los hechos monetarios (como los aumentos generalizados y sostenidos en el tiempo en el nivel general de precios) están siempre los hechos productivos.
El aparato productivo está siempre presente detrás de los monetarios, y es justamente ese edificio productivo el que hay que reparar.
El fenómeno de la inflación en un país como Argentina tiene un origen principal y varios secundarios, por lo tanto, es evidentemente multicausal. El principal es el aparato productivo deficitario, principalmente por exportar materias primas sin valor agregado e importar productos elaborados. Entre las secundarias podemos mencionar el sobredimensionamiento del sector público que imposibilita y acapara todos los recursos e inhibe la inversión.
Asoma asimismo otro enorme perjuicio que contribuye a la inestabilidad macroeconómica y a enfermar el sistema: el deterioro de los términos del intercambio, debido a que el núcleo central de la estructura productiva está vinculada, fomento incesante y cada vez más acentuado, del modelo agroexportador de materias primas sin o con muy poco valor agregado, en medio de un aparato industrial poco integrado, incompleto y fuertemente dependiente de las importaciones de insumos y demás bienes necesarios para la producción local, lo que cíclicamente produce cuellos de botella o estrangulamiento del sector externo por falta de divisas para pagar esas compras a terceros países de lo que no producimos internamente, acarreando, a su vez, otro flagelo, como el de la llamada inflación cambiaria dentro de la dinámica del modelo stop and go.
Conclusión
La propuesta liberal del presidente Milei y su equipo ha fracasado rotundamente en el pasado y volverá a hacerlo con asombrosa rapidez en estos tiempos.
Y ello así, porque parte de un diagnóstico equivocado e incompleto de nuestra situación.
La tesis propuesta por el titular del Poder Ejecutivo de que debemos enfocarnos en ser un país productor de materias primas y alimentos (solamente), para ajuste mediante, iniciar un proceso de acumulación, implica convertirnos en un país-factoría.
Advertimos que en el discurso pronunciado el día de la asunción, que consistió en describir una dramática situación, por momento exagerando pícaramente datos y falseando estadísticas, careció absolutamente de propuestas direccionadas a la solución de la crisis, habiendo hecho solamente base en el problema de la alta inflación y en los abultadísimos pasivos remunerados del Bcra conformado por Leliqs y operaciones de pase pasivos, que son instrumentos a los que se acude para esterilizar base monetaria, es decir, sacando dinero de circulación de tal suerte que esos flujos no se vayan a precio (inflación) o al dólar (aumento del tipo de cambio por exceso de demanda sobre la oferta de divisas.
Podemos asegurar que no se habló en momento alguno de ninguna variable de la economía real y todo apuntó hacia el lado financiero-monetario, sin decir una sola palabra siquiera al trabajo y a la producción nacional.
Como bien ha expresado Sebastián Ruiz en una columna publicada recientemente, la línea directriz del discurso del primer mandatario, fiel a su dogmatismo y fundamentalismo neoliberal, consistió en describir la actual crisis, aportando como solución la vieja como anacrónica receta liberal: el ajuste, eso, en los países subdesarrollados como el nuestro significa más desocupación, más pobreza, más indigencia, más marginalidad y más violencia social. Y no dedicó una sola línea discursiva al trabajo y a la producción nacional, pronunciándose en contra del gradualismo y a favor de las políticas de shock, aunque su dogmatismo libertario y monetarista lo llevó errónea e injustamente a cuestionar la política de shock de 1.959, la de Frondizi, quien combatió la crisis heredada sincerando todas las variables económicas, entre ellas el salario, pero en simultáneo -con una visión holística y sistémica del país y su aguda crisis-, impulsó como nunca hasta hora, la producción de petróleo, gas, energía, petroquímica, la industria automotriz, la metal -mecánica, es decir, el conjunto de industrias madre de otras industrias para cambiar nuestra matriz agro exportadora, integrando el país a lo largo y ancho con obras de infraestructura, impronta de desarrollo que perduró durante el gobierno del Dr. Illia, aunque con matices y que terminó su apogeo a mediados de la década de 1.970, siendo herido de muerte con la dictadura y finalmente exterminado con el menemismo, quien produce un perjudicial cambio mutando del patrón productivista al de acumulación financiera.
De no tomar el camino de una vigorosa política de inversión y protección de nuestros productores, el plan de estabilización se transformará velozmente en un violento plan de ajuste, y ese ajuste traerá caída del salario real, desempleo, menos consumo, achicamiento del mercado interno y finalmente un enfrentamiento social de características imprevisibles.