El joven, que formaba parte de la «Grandee Armée», tenía el cráneo desfigurado por un sablazo
En junio del año 1812 Napoleón reunió el mayor ejército formado en toda la historia y emprendió el camino hasta Moscú, la capital del zar Alejandro I. Una «Grandee Armée» de casi 700.000 hombres, entre los que había franceses, polacos, italianos, españoles y bávaros, cruzó el río Niemen y se internó en el enorme país. El enemigo se esfumó. Así que, poco a poco, el ejército napoleónico se internó en Rusia. A su paso solo encontró graneros saqueados y campos quemados. El águila imperial logró conquistar Moscú, pero se encontró con una ciudad quemada y abandonada.
35 días después de tomar la capital enemiga, y sin recibir ninguna oferta de paz del zar, el emperador ordenó una retirada general que enseguida se convirtió en una desbandada sin control. Los constantes hostigamientos de los rusos, el durísimo invierno, las enfermedades y la falta de provisiones destruyeron su ejército. A finales de noviembre, el otrora orgulloso ejército abandonó Rusia. Solo escaparon 27.000 soldados. Cerca de 400.000 habían muerto y 100.000 habían sido capturados.
Herida de sable de caballería
Uno de los soldados anónimos muertos en esta campaña, la más decisiva en el declive de Napoleón, tenía entre 24 y 27 años cuando encontró la muerte. Su cuerpo fue descubierto en el verano de 2006 en una fosa común situada en la actual ciudad de Kaliningrado, la antigua Königsberg, con los restos de 600 víctimas. Sus huesos muestran que recibió un terrible golpe de sable, probablemente de caballería, en el rostro, y que estuvo cerca de dos meses convaleciendo hasta que, finalmente, falleció.
Por fin, en diciembre del año pasado, un estudio que se publicó en la revista International Journal of Osteoarchaeology ha logrado reconstruir su cara, con la última tecnología.
«Este soldado herido estaba recuperándose cuando murió, probablemente a causa de una causa comórbida –acompañante–, como una epidemia de tifus o fiebre de trinchera similar a la ocurrida en Königsberg entre 1812 y 1813», ha explicado en Livescience.com Dany Coutinho Nogueira, primer autor del estudio e investigador en la Universidad de Ciencias y Letras de París (Francia).
Cráneo del soldado francés cuyo rostro ha sido recreado
Los científicos no saben mucho sobre este hombre, aparte de que nació entre 1785 y 1788 y que recibió un fuerte sablazo en la mandíbula: «Esta herida fue grave pero no inmediatamente letal», escribió Coutinho Nogueira en el estudio, puesto que encontraron evidencias de que los huesos dañados se regeneraron ligeramente.
Empatía con una cara
Estas heridas llamaron la atención de este investigador, porque estaba interesado en usar la tecnología para reconstruir cráneos desfigurados, usando como referencia la simetría de los huesos y un modelo externo, en este caso, un hombre francés de 22 años.
De esta forma, los investigadores han creado una «aproximación» al aspecto de este soldado, lo que, según Coutinho Nogueira ayuda a «centrar la empatía en una cara»: «Hablamos de un hombre joven que sufrió mucho, que murió lejos de su familia y que nunca volvió a casa».
Eso sí, el color de ojos, de pelo y de piel del modelo es arbitrario, puesto que detrás de la reconstrucción no hay un estudio genético para deducir su aspecto. La elección solo ha reflejado los rasgos de la mayoría de los franceses del momento: ojos marrones y pelo castaño.
ABC.-