Daniel Verzeñassi, integrante del Foro Ecologista de Paraná, expresó a AIM la preocupación de la entidad por el hecho de que el predio del nuevo relleno sanitario se ubique lindante al parque Mutio (calle Juan Báez al final) y próximo al borde costero, “una zona de humedales que tenemos que cuidar como si fuera un santuario”. Además, el ambientalista consideró los terrenos escogidos “no son lugares apropiados”, ya que “colindan con un área natural protegida”. Tampoco concordó con que los residuos de cuatro localidades se vuelquen en un sólo lugar, ya que hace que cada población deje de ser conciente de lo que genera.
Cabe recordar que los municipios de Paraná, San Benito, Colonia Avellaneda y Oro Verde avanzan en los plazos de concreción del relleno sanitario Gran Paraná, y se estima que el llamado a licitación para realizar las obras será durante los primeros meses de 2019”.
Previamente, en marzo del año pasado, los concejales de Paraná ratificaron el decreto ejecutivo para la compra de 24 en calle Juan Báez a la altura del 3100. En ese lugar se depositarían los residuos sólidos urbanos que, previo a su tratamiento, pasen a formar parte de la fracción de rechazo, es decir, que no pueden ser reciclados. De esta forma, se reemplazaría el basural a cielo abierto de El Volcadero de calle Ameghíno al final. “Ante la evidencia de que el lugar de volcado actual no da para más, se buscó este sitio que está pegado a un área natural protegida y que, además, sigue en contacto con un espacio de humedales, en el borde costero, dijo Verzeñassi.
Es que, según explicó el ambientalista, “cuando llueve, se provoca un lixiviado (colación de fluidos a partir de un compuesto sólido) de los residuos, con muchísimos componentes de toxicidad, en el borde costero, que es un lugar que deberíamos tratar como un santuario”. En este sentido, el integrante del Foro destacó esta zona como algo de vital importancia: “En esos lugares se potencia y dinamiza la biodiversidad acuática y anfibia, porque hay una altísima integración de tierra y agua. El borde costero es un lugar promotor y custodio de la diversidad biológica”.
Viejas iniciativas
En diálogo con esta Agencia, el ambientalista dijo que el proyecto de instalar el nuevo volcadero en la zona “se intentó hace muchos años, alrededor de 10,” y que, en ese momento “la población de la proximidad del barrio Paracao junto a organizaciones que participaron de las asambleas” manifestaron su rechazo ante este proyecto.
No obstante, en ese momento, la idea no prosperó y, también en ese momento, “se generó un buen criterio por parte de la Municipalidad de escuchar la palabra de los vecinos”. De esta forma nació un incipiente programa de clasificación domiciliaria encabezado por un grupo de vecinales, escuelas y organizaciones ambientales que, junto con el municipio, promovían la recolección diferenciada.
La iniciativa no prosperó, ya que, según Verzeñassi, “no se logró identificar ni conformar lugares con personal capacitado para que el proceso se hiciese de forma adecuada para que la fracción orgánica, previamente clasificada, fuera a parar a su lugar de destino”.
Los residuos orgánicos serían compostados para generar cierta cantidad de tierra fértil que, a futuro, sirva para propiciar la producción orgánica de frutiorticultura periurbana. Pero, con el estancamiento del proyecto, se fue perdiendo también el hábito domiciliario de clasificación de residuos que la campaña había generado en ese tiempo.
Preocupaciones en el tiempo
Con la ratificación del municipio de realizar el nuevo volcadero en el lugar escogido, Verzeñassi manifestó también la preocupación de que el nuevo predio contendrá la basura de Oro Verde, San Benito y Colonia Avellaneda: “Como foro ecologista no compartimos ese criterio porque creemos que es una manera de alejar en el tiempo el momento en que cada población, no sea conciente de lo que genera su forma de consumir y su posterior desprenderse del residuo, sólo porque alguien lo lleva lejos de su vista”.
“Hasta tanto nosotros, como sociedad, no seamos capaces de disminuir la producción de residuos y aquel grito grandilocuente de basura cero sea una realidad. Cuando más tarde se de, más caro pagaremos”, agregó.
Según el ambientalista, la gente se desprende así del hábito “comenzar a transitar un cambio hacia la manera de comercializar, comprar y lograr consumir nada más que lo necesario”.
“No olvidarnos de las consecuencias o resultados de nuestro jolgorio ¿Cuánto le cuesta a cada fiesta el plástico que utiliza? Cuando un niño crezca, una careta o silbato de plástico tendrá 400 o 500 años de plástico metido en la tierra. Hay que hacerse cargo de los vasos tirados cuando una gran fiesta termina, porque la cuestión no es sólo guardar prolijamente y llevarlos a su destino. Hay moléculas que están dando vueltas y, por las cuáles, el mundo nos dice que hemos consumido, sin saber, millones de micropartículas. Muchas veces se trabaja para dejar limpio arriba de la alfombra”, enftizó.
Asimismo, Verzeñassi destacó el carácter “inconsulto” de esta decisión para con la comunidad: “Preguntémosles a los vecinos de calle Juan Báez al final, por donde van a transitar los camiones, qué piensan de que se les cambie de semejante manera su vida y la de sus hijos”.
Asimismo, sentenció: “Es muy fácil y cómodo para mí, que vivo en calle Belgrano, decir que estoy de acuerdo con esto, sin pensar a quién afecta o dónde van a ir a parar esos residuos que yo produzco inconscientemente. No comparto que los vecinos paguen con su calidad de vida, la irresponsabilidad, el desconocimiento o la ignorancia de otros”.